Simón Álvarez Franco.
EL CRIMEN FUE EN GRANADA
Antonio Machado.
1 El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico,
–sangre en la frente y plomo en las entrañas—
Que fue en Granada el crimen,
sabed –¡pobre Granada! – y en su Granada.
2 El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
–Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque, yunque y yunque de las fraguas
Hablaba Federico,
Requebrando a la muerte, Ella escuchaba.
<>
3 Se le vio caminar . . .
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llora el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
No celebramos hoy ninguna fecha relativa a la vida del joven poeta que a sus 38 años quedó tirado en un arroyo cercano a Granada, citaremos las palabras con que el Generalísimo Francisco Franco dio al corresponsal del diario La Prensa de Argentina, en noviembre de 1937.
Corresponsal: ¿Han sido fusilados escritores españoles de fama mundial?
Generalísimo: “Se ha hablado mucho en el extranjero de un escritor granadino; se ha hablado mucho, porque los rojos han agitado este nombre como un señuelo de propaganda. Lo cierto es, que en los momentos primeros de la Revolución en Granada, este escritor murió mezclado con los revoltosos. Son los accidentes naturales de la guerra. . .”
Estas palabras fueron pronunciadas un año después de fusilado sin juicio el poeta, qué podemos esperar de una investigación que en estos meses está haciendo el PEN Club de Argentina, quien ¡increíble! 85 años después del crimen, aunque hay que admirarlos pues en casi un siglo han sido los primeros que oficialmente reclaman al gobierno de España una declaración oficial sobre este suceso, muy comentado en el todo el mundo por los que nos preocupamos por la literatura y que lamentablemente por el tiempo que ha pasado nunca sabremos la verdad.
¿Por qué traje a colación este tema? Lo reconozco, fue por nostalgia, ya que en esta cuarentena alargada tantos meses la principal actividad que me mantiene es arreglar, poner al corriente algunas colecciones de libros, papeles, filatelia, música grabada y entre ellas encontré un autógrafo que la actriz cubana Carmen Montejo me dio el día que se presentó en la radiodifusora XEKS, que creo, aún se ubica en la alameda de Saltillo, en el cruce de la calle de Purcell y la de Pérez Treviño, ella era joven, delgada, quizá bonita –que puede opinar un chamaco de 12 años entonces, atraído solamente porque se le anunció como artista de cine, y vaya que era buena en ese ramo. Murió en el DF en 2013 víctima de un accidente provocado por su alcoholismo, pero esa historia no importa para este caso.
La sorpresa para un chiquillo como yo que fue, la señora Montejo sabía declamar con una trágica y bella voz, que imprimió al “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Lorca, que aún hoy 75 años después la sigo recordando porque a ella le debo el que me haya hecho buscar las obras del granadino y perseguir su huella en Cuba y en España.
Federico se distinguió no sólo por su magnífica prosa y poesía, sino también por su originalidad, la cual le permitió ser hombre universal de su tiempo.
Su obra ha llegado hasta nosotros principalmente en forma de poesía, pero no por el hecho de estar acostumbrados a escuchar o leer frecuentemente sus romances, debemos olvidar otros campos del arte en los cuales también fue muy distinguido.
Compañero de generación e inquietudes de Salvador Dalí y Picasso, fue natural que influyeran estos genios de la pintura y el surrealismo en aquel espíritu sensible a la Estética.
A este grupo, junto con otros inquietos artistas, entre ellos Luis Buñuel, les tocó vivir el auge del surrealismo el cual influenció la obra de todos ellos; en cine se produjo Un Perro Andaluz, en Pintura obras maestras fundamentales para mantener esta corriente. Garcia Lorca principió a ilustrar sus poesías, a lápices, plumas o colores infantiles expresando su forma particular de ver los objetos.
En el verano de 1932 en las Galerías Dalmau de Barcelona presentó 25 cuadros, en todos ellas descompone los objetos en simples líneas que por lo común se extienden en ramificaciones.
Muchas de ellas dan la impresión de que el artista quisiera aferrarse a la tierra, como raíces que buscaran apoyo, especialmente en su dibujo titulado, Columna y Casa en la cual una mano extendida sobre la tierra sostiene una columna que a su vez está rematada por un florero.
Para sus representaciones teatrales él mismo diseño los vestuarios dando detalles precisos para elaborarlos.
En cuanto a músico, el gran Manuel de Falla que lo acompañó gran parte de su vida, reconoce su maestría para rescatar los aires andaluces y romances populares que habían permanecido en la memoria colectiva después de 300 años de olvido por considerarlos arte bajo, sin ningún valor, y llegó a decir de Falla que como pianista y guitarrista Federico no tenía igual, ya que contaba con un oído extra fino para rescatar música antigua e interpretarla en el instrumento actual. Como director escénico, García Lorca manejo y dirigió sus obras de teatro con los más eximios artistas de su época, llevando con la Barraca el teatro a todo el pueblo de España. Sus personales obras de teatro El Público, La Casa de Bernarda Alba, Mariana Pineda junto con sus sainetes y guiñoles han triunfado en todo el mundo y en todos los idiomas. Mi parecer personal es que tuvo la gracia divina para todo el arte, menos para la pintura.
En el terreno musical se dedicó principalmente a recopilar canciones antiguas de España, musicalizó por nota –era buen pianista—coplas, tonadillas y canciones de cuna, algunas de ellas como la Tarará y la canción de Mariana Pineda o Anda Jaleo, han llegado hasta nosotros como rondas infantiles, todavía hace pocos años el Grupo Aquaviva grabó en España varias de sus canciones; preocupado el autor por rescatar la herencia cultural de su país, abrevó en sus fuentes originales la inspiración de su arte.
A decir del también Poeta Jorge Guillén, su amigo entrañable y biógrafo, en Federico: “más influyente que la pintura fue la música”.
En 1960 actuó en el Teatro de Bellas Artes en México una gran artista, Gabriela Ortega, nieta de la gran cantaora y bailaora del café “Del Burrero” y su abuelo fue el famoso torero “Rafael El Gallo Ortega”. Bien se dice que la casta gitana le viene a Gabriela Ortega de su “calé” familiar. Gabriela, no baila, más que de la cintura para arriba, Gabriela no declama ni recita, “dice” las poesías de Federico, Rafael Alberti, los hermanos Machado o Benitez Carrasco. Pero cuando se levanta el telón de Bellas Artes, Ella sola, vestida con largo polisón blanco diciendo:
“la luna vino a la fragua,
Con su polisón de nardos
El niño la mira, mira,
El niño la está mirando”
Ella sola acompañada por un magnífico guitarrista que discretamente está en las sombras. Ella sola llena todo en foro y cautiva al público hasta el delirio; solamente en esta función y si acaso otra en el Tablao de la Morería de Madrid he visto tal entrega del público.
Volviendo al tema original de la señora Carmen Montejo; ella no bailaba por bulerías ni vestía ropa gitana, pero ella sí declamaba y bien, nos dejó de recuerdo aquel “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”
A las cinco de la tarde,
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
O bien, cuando finalizó su actuación nos regaló con “Pequeño Vals Vienés”
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga
¡Ay, a, a, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.
Aseguro a ustedes que más de uno de los asistentes se mecían a ritmo de vals encantados con el son de la voz de la cubana que nos invitaba a bailar.
Lástima que a García Lorca (él siempre escribió su primer apellido sin acento en la i). le haya pasado lo que a tantos artistas; que sólo unos pocos de sus versos sean reconocidos como de su autoría, pero por lo común es todo lo que sabemos de su obra. El libro de Editorial Aguilar de sus Obras Completas lo conforman más de 1800 páginas y al común de la gente le basta escuchar do o tres palabras:
“Verde que te quiero verde” o
“Y yo que me la llevé al río creyendo que era mozuela”, para identificarlos como de Lorca pero muchas veces no saben más de él ni el título de sus poemas.
Tenemos otro ejemplo en México, el Fresnillense Manuel M. Ponce que fue devorado por “Estrellita” su obra que ni siquiera era una canción; fue escrita por Ponce como aria para una ópera que no llegó a estrenar, pero el público que tanto se la aplaude no sabe o no quiere saber que tiene sonatas, intermezzos, conciertos, entre ellos un Madrigal que se ha comparado y a veces atribuido a Chopin o a Mozart.
Ojalá que lo anterior nos haga comprender que nos falta mucho por aprender de grandes y pequeños artistas.