José Guadalupe Robledo Guerrero.
Alguna vez, a dos años de su renuncia al gobierno de Coahuila, le pregunté al exgobernador Óscar Flores Tapia ¿Qué tiene la silla gubernamental que los que se sientan en ella se transforman?, sin evadir el tema respondió “El gobernador atiende diariamente a los más importantes personajes de su Estado: empresarios, políticos, líderes sociales, intelectuales, ministros religiosos, autoridades eclesiásticas, etc., y todos sin distinción te dicen que eres el mejor gobernante que han tenido en toda la historia de México, incluso hay quienes te señalan como el más grande, el único y el trascendente”. Y eso qué, lo cuestioné, “pues terminas por creerlo”, fue su respuesta final.
Traigo esta anécdota a colación, ahora que algunos morenistas pensantes se encuentran desilusionados con la incapacidad, frivolidad, egocentrismo y mentirosas acciones y actitudes del merolico de Palacio Nacional, Andrés Manuel López Obrador; y en un acto de contrición aseguran haberse equivocado al votar por tal engendro de la “democracia electorera a la mexicana”.
Y no es para menos la confusión, los mismos “adversarios” del falaz AMLO, lo califican erróneamente de “comunista”, pues López Obrador no es tal sujeto, a lo mucho alcanza el calificativo de Ministro Evangélico y todo lo que se entiende por ello: ultraconservador, retrógrada, mesiánico e iluminado, que cree que es poseedor de la verdad amparado en un solo libro judío, la Biblia y su particular interpretación. Por eso está en contra de la ciencia, la educación, el laicismo y los principios del buen gobierno y el Estado de Derecho.
Algunos de esos morenistas pensantes han tratado de resolver esa confusión diferenciando las dos personalidades de AMLO: “El Peje” y Andrés Manuel López Obrador, para poder encontrar al personaje con ínfulas de dictador de un país bananero o de una nación atrasada de África.
“El Peje” fue aquel político salido del PRI, que ingresó a tal partido en 1976, 8 años después de la masacre de Tlatelolco, en la administración de uno de los principales culpables del asesinato colectivo por miembros del ejército, Luis Echeverría Álvarez; y posteriormente fue convertido por el PRD en Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el que durante todo el siglo 21 ha andado en campaña con dinero público y con “donaciones” de millonarios, gobernantes, políticos y mafias de todo tipo, a los que como presidente de México les sigue pagando las facturas, y si no, basta ver quiénes son sus protegidos.
Durante su última campaña a la presidencia de la república, “El Peje” prometió sacar de las calles al ejército, aclarar y hacer justicia a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, y terminar con la inseguridad y la corrupción. Es cierto también, que las promesas que “El Peje” hizo sobre la educación, la ciencia y la salud no solo las incumplió, sino hizo lo contrario, a esas áreas trascendentes les quitó presupuesto, desapareció instituciones valiosas, puso al frente de ellas a inútiles e incapaces, nunca las fortaleció porque no le interesan, pues es un político electorero, no un estadista que ve al futuro generacional.
Nada de lo que prometió el demagogo “Peje” lo cumplió al arribar a la presidencia; al contrario, militarizó a México, con los soldados constituyó la Guardia Nacional, a las fuerzas armadas las convirtió en constructor y empresario, para que hicieran sus caprichosas obras: el tren maya, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto Felipe Ángeles, y les creó un fideicomiso que según los especialistas ronda por los 65 mil millones de pesos.
“El Peje” al sentarse en la silla presidencial se transformó en Andrés Manuel López Obrador, quien a la usanza de Benito Juárez se fue a vivir al Palacio Nacional, donde vive enclaustrado y alejado de toda contaminación intelectual, y no es para menos, AMLO es un político ignorante, incapaz de gobernar un país como México, la 16 economía mundial; alejado de la realidad, quejándose de las críticas a su mal gobierno, enfrentando abusivamente a sus críticos desde la mañanera, basado en su mentirosa actitud compulsiva.
Hasta hoy, después de más de tres años de gobierno, contando el último año de Peña Nieto que abdicó al poder a cambio de una negociación que lo protegiera de todas sus raterías. El caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa sigue sin resolverse, seguramente porque los responsables son ahora sus aliados: los políticos del PRD, los cárteles del crimen organizado, el ejército y las mafias del poder.
Lejos de resolver la inseguridad, con AMLO los asesinatos, desapariciones y feminicidios se incrementaron, y la corrupción que prometió terminar continúa con los suyos, amparados en la nula transparencia, con adjudicaciones directas de contratos a sus amigos y sin corruptos en la cárcel. Pero eso sí, para que sigan votando por sus ocurrencias y caprichos, AMLO ha dedicado los impuestos de los mexicanos productivos a regalarle pequeñas cantidades de dinero a los que él supone su clientela política, en lugar de crear empleos, fortalecer las instituciones de salud, transformar la pésima educación mexicana, terminar con la corrupción de los anteriores y actuales corruptos y combatir la inseguridad. En pocas palabras, AMLO no tiene ninguna intención en mejorar la vida de los mexicanos.
A decir verdad, “El Peje” sigue viviendo en AMLO, uno es el demagogo y el otro es el dictadorzuelo con aires de Mesías, mezcolanza terrible para un país como México. Lo cierto, es que independientemente de los resultados de las elecciones del próximo 6 de junio, la llamada Cuarta Transformación ya fracasó; pero también es verdad que AMLO logrará su máxima ambición: Pasar a la historia, pero no como él quiere, sino como el peor presidente de México.
También es cierto, que AMLO cumplió con una de sus promesas: “Al diablo con sus instituciones”. A él se debe, la división de los mexicanos, en momentos que se requiere de la unidad nacional. “El Peje” Andrés Manuel López Obrador se transformó, enloqueció con la silla presidencial, convalidando aquella frase “el poder ensoberbece a los inteligentes y enloquece a los tontos”.
Política aldeana
Para culpar a otros de su fracaso, AMLO sigue buscando broncas. Ya se peleó desde el confort de la mañanera con periodistas, intelectuales, medios de comunicación, empresarios, feministas, gobernadores, etc., y ahora está empeñado en enfrentar al gobierno estadunidense. En su locura quiere medirse con el principal socio comercial de México, pero ya sabemos el resultado, perderá.
Pregunta huérfana
¿A qué se debe que en las elecciones “más importantes, grandes y trascendentes” del próximo 6 de junio, las campañas políticas tienen la característica de ser light como si la corrupción, las necesidades sociales y todos los males de México hubieran desaparecido por arte de magia? ¿Será que los candidatos no quieren sacarse los trapitos al sol, porque nadie saldría limpio, menos sus partidos?