Héctor González Morales, poeta saltillense

0
916

Lic. Simón Álvarez Franco.

             Intelectual nato, se distinguió desde pequeño por su carácter emocional y reservado, ya que a la temprana edad de 8 años, fue quien recibió en Concepción del Oro, Zac, donde su familia descansaba, el telegrama donde daban la noticia de la muerte de Otilio su hermano mayor, y obviamente con curiosidad de chamaco dio una leída de soslayo al contenido del mensaje antes de entregarlo a su padre.

            Helia D´Acosta, periodista y locutora de Orizaba, Ver., avecindada en el D. F., por sus actividades como reportera de Excélsior, Novedades y Revista de Revistas, entrevistó a Héctor en 1947 en su casa del Barrio del Ojo de Agua en Saltillo acerca de la vida de Otilio quien era el hermano mayor. Citando a esta reconocida reportera, nos dice “Héctor es un señor muy culto y bien educado. Alto de estatura, esbelto, tez pálida, mirada profunda e inteligente y voz bien modulada y de hermoso acento. Vive ahora en la Colonia Roma, rodeado de objetos de arte: candiles, pinturas, esculturas y libros, muchos libros”.

  • Dime Héctor, aunque eras muy pequeño cuando ocurrió la sangrienta matanza de Huitzilac, ¿tienes algún recuerdo?
  • Sí, Helia. Era muy niño, pero lo recuerdo perfectamente. Era el cuatro de octubre de 1927, mis padres se preparaban para asistir a una fiesta en la gran hacienda de Margaritas. Mi hermana Gudelia, estaba desanimada, no quería ir. Tenía un presagio. Llegó un telegrama de México que me tocó recibir siendo el más pequeño de la familia. Por indiscreción o por presentimiento, lo abrí. Lo firmaba don José Chávez, esposo de una cuñada de Otilio mi hermano. Y aunque lo leí una sola vez y ha pasado una larga vida no olvido el corto mensaje: “Con profundo dolor participamos fallecimiento de su hijo Otilio”. Lo puse en manos de mi padre, no sabíamos si Otilio había muerto en una riña, si en un accidente. No sabíamos nada.

A partir de entonces, Héctor por lo reservado que era, no lo comentó con nadie, pero se dedicó en cuerpo y alma a cultivarse a sí mismo, dedicándose a la literatura y a la dramaturgia, básicamente al teatro tanto experimental como a la dirección. Ya para cuando la celebración del primer centenario de la muerte del poeta Manuel Acuña encabezaba un grupo de teatro que representó entre otras obras La Antorcha Encendida de Gabriel D´Anunzio, había formado la agrupación teatral con el nombre de Dalia Íñiguez, declamadora y actriz cubana de larga trayectoria en el cine y teatro mexicanos. Ese grupo teatral experimental bajo la dirección de Héctor. 

Laura Elena Flores, (ahora ya radicada en México) fue ahijada de bautizo de Héctor y su hermana menor Gudelia, proporcionó esta información al escritor Alejandro Pérez Cervantes.

Lo importante es que Héctor González Morales no sólo fue un saltillense dedicado a la promoción artística y cultural en el estado de Coahuila, sino que además de promover la edición de las obras de su hermano Otilio que por su sorpresiva y juvenil desaparición en un hecho terrible de liderazgos sangrientos que fue clave para la resolución del movimiento revolucionario-político que significó un parteaguas en la historia de nuestro país. Héctor en lo personal fue también poeta, a finales del romanticismo literario mexicano con dos libros, donde ya se nota que va abandonando la tendencia romántico-modernista para entrar casi de lleno en la poesía simbólica que venía abriéndose paso hacia esa tendencia.

      Su producción al parecer fue parca, sólo dos libros, pero lo bueno si es breve, dos veces bueno. Y digo esto porque es posible que con el tiempo su familia y sus amigos nos den la sorpresa del descubrimiento de versos inéditos, dado que la humildad y sencillez del autor, ocultaba su producción o la regalaba a sus allegados con la recomendación de que no la dieran a conocer.

      Sus libros se editaron en Papel de Poesía que dirigía Miguel N. Lira, apodado El Tlaxcalteca, junto con otro saltillense, el diplomático Jesús Flores Aguirre -de quien espero comentar su vida pronto- y le llamó “Tarjetas de Holanda”, con una prosa que tiende a poesía, dando cuenta de sus impresiones de viaje por aquel país.

LOS HOLANDESES
Los holandeses son el ejemplo de la tranquila salud,
de los colores rubicundos sobre la cara y sus cabellos ardientes.
Es una raza hermosa en lo general.
Se diría que a estos europeos se les ha hecho con cuidado;
por la armonía, por la arrogancia por las estaturas,
por el color azul de sus ojos de un azul intenso,
por los cabellos de oro que el viento y el clima frío
de Holanda les mueve como un resplandor.
Los varones son dibujados y parecen estatuas;
ellas son lindas como el sonido de las campanas
de sus iglesias o como las flores de sus pequeños
mercados; lirios, cinnias, tulipanes

                        Este ejemplo bastaría para darnos idea de su aguda observación de las personas que trata y de las personas que trata y de las    costumbres que conoce. Características innatas a todo buen escritor.

Su segundo y hasta ahora último libro, “Responso a mi Madre” también de la misma editorial, publicado en 1961, es una elegía dedicada a la memoria de su madre “Conchita” a quien tuve el gusto de tratar en muchas ocasiones, puesto que era amiga de mi abuela cuando vivíamos frente  su casa en el Barrio del Ojo de Agua, media cuadra arriba de lo que era el abandonado cuartel, ahora convertido en el Museo de las Aves, regalo que hizo a Saltillo Aldegundo Garza hijo, conocido intelectual y bienhechor de la ciudad.

MADRESELVA A MI MADRE
Yo digo Madre con dos voces
Una nocturna y otra desvelada,
y mi garganta se hace selva
para guardar esa palabra:
la que se dice Madre,
la que se vuelve selva,
la madreselva de mi Madre.

DALIA
Es un tormento amarte, Dalia: nacer a cada hora
en la flor y el aroma de tu pequeño nombre,
cuando en mis labios, tierno lo sostengo,
y lo aspiro y lo digo con la palabra Dalia,
cuando así lo retengo
y lo guardo por siempre en la memoria.
Más que en el día, la noche me concilia
Y me lleva en sus aguas a tu nombre,
Cuando habito en el sueño y en sus lumbres,
Cuando a tu nombre llego entre sus aguas.
Hoy te darás, ajena a mi suspiro,
A la ternura de otros labios.
Hoy dejarás tu ausencia y tu mirada
Sobre las palmas de otras manos;
Pero no importa que esto sea
Porque yo soy el mismo que entre su sangre eleva
La tierna gracia de tu nombre, Dalia.

DOLORES DEL RIO
Dolores del Río es como un lirio
del Valle de México;
un lirio con colores de orquídea,
un lirio aéreo, brevemente morado;
el que conozca a Dolores
ha de quedar enamorado.
Este Valle de México
que Velasco pintara agrupando sus luces,
disponiendo el paisaje,
no sería completo
si ese lirio faltara.
Dolores es parte de la luz y el paisaje
del Valle de México:
tiene los ojos negros
y pómulos saltados,
tiene la gracia de la espiga de trigo,
es tan esbelta como el cactus,
Y toda su adorable persona
tiene la redonda ternura
de la biznaga.
Dolores es la flor más hermosa
del Valle de México.
Es como un lirio aéreo, brevemente morado.
El que conozca a Dolores
ha de quedar enamorado.

Tenía razón el poeta, más tarde en mi vida, cuando me la presentó el Dr. Héctor Mayagoitia, Gobernador de Durango, sí, me enamoré de ella, de su presencia de gran dama y de la amistad que me dispensó.

Este es un verdadero libro-arte, está ilustrado cada poema por un dibujo a tinta y colores desvaídos de la dibujante española Elvira Gascón que tanto contribuyó en México al arte con sus magistrales dibujos, claros, sencillos, de estilo helenístico.

[rl_gallery id=»15562″]