Mis sexenios (54) A la mitad del sexenio montemayorista

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

Al inicio de 1996, la fortuna le sonreía al Director de Egresos de Finanzas, Salomón Abredop López, pues en corto tiempo pagó una millonaria deuda bancaria y adquirió un ranchito en la sierra de Arteaga. También se hablaba de otro saqueador, Mario Valdez Carreón, quien -se decía- era uno de los proveedores favoritos de Salomón Abedrop López, porque inflaba los precios y daba moche. Valdez Carreón vendía papelería, computadoras y equipos de oficina al gobierno estatal.

Salomón Abredop López

Otro de los señalados era Jorge Alanís Canales, a quien Salomón Abedrop recomendó como Tesorero Municipal de Saltillo con Miguel Arizpe como Alcalde. Con su nuevo cargo a Alanís le cambió la suerte. Se decía que estaba construyendo una casa en Ramos Arizpe, pero por falta de liquidez la obra llevaba cerca de tres años suspendida, pero a pocos días de tomar posesión de la Tesorería Municipal consiguió dinero para continuar la construcción.

La secretaria de Salud, Lourdes Quintanilla, también daba muestra de su repentina prosperidad al terminar su casa campestre en el Jagüey de Ferniza.

Del “Procurador” Humberto Medina Ainslie ni qué hablar, era otro de los suertudos montemayoristas que en poco más de dos años como “Procurador” había realizado millonarias inversiones, entre otras se hablaba de Multivideos, restaurantes y bodegas de autoservicio. Con Medina Aislie todo estaba permitido, en la Procuraduría lo mismo saqueaba el subdirector de la policía ministerial Tellitu Schultz que el secretario particular del Procurador, Víctor Zamora Rodríguez.

Por su parte, Rogelio Montemayor no tenía empacho en señalar que su Cruzada por la Seguridad “ha tenido errores de buena fe”.

En aquel entonces, el rector Alejandro Dávila Flores, padecía la grilla de los hermanos Pimentel González (Octavio y Óscar), quienes querían tumbarlo para poner a uno de sus incondicionales. En esa dinámica estaba también el inefable Germán Froto Madariaga que soñaba con llegar a la Rectoría.

Pero los pimentelistas decían que el “complot de los Pimentel” era un invento de Alejandro Dávila que veía moros con tranchete. “Alejandro no necesita que lo tumben, se está cayendo solo”, argumentaban los cortesanos. Además, insistían en la ingratitud de Dávila Flores “pues Óscar Pimentel le ayudó a conseguir la Rectoría, y luego lo traicionó”. 

         Por otro lado, los hermanos Virgilio y Sergio Verduzco Rosán, dueños de la Constructora Server, eran señalados por los beneficios que obtuvieron sus propiedades con las obras del Centro Histórico que se pagaron con dinero de los saltillenses. Virgilio Verduzco era el Presidente del Patronato del Centro Histórico.

Los Verduzco Rosán por décadas han acaparado gran parte de la obra pública de los distintos gobiernos estatales, mediante la socorrida táctica de infiltrarse al primer círculo del poder, cortejando a la “familia real” en turno, y otorgando moches del 15 por ciento de las obras contratadas.

El mecanismo es simple: si uno no logra colarse, el otro lo consigue. Con Mendoza Berrueto fue Virgilio, quien soñó con ser alcalde de Saltillo, el encargado de acarrear los contratos de obra. Con Montemayor fue Sergio quien hizo las tareas adulatorias, involucrándose incluso en la intriga palaciega para conseguir sus fines económicos.

Por ejemplo, antes de que fuera candidato gubernamental Rogelio Montemayor, Sergio Verduzco buscó periodistas que “atacaran” a Enrique Martínez y Martínez, porque era el competidor de Montemayor, a pesar de que EMM era socio de Sergio en empresas saltillenses. “La condición humana”.

Para Sergio Verduzco fue fácil de infiltrar a la “familia real” en turno, a través de adular a Lucrecia Solano, a quien le prestó -o alquiló- un céntrico local de su propiedad para que instalara la Universidad Iberoamericana, que fue uno de los entretenimientos de la primera dama de Coahuila. 

Días después, el 26 de marzo, conmemoración de la firma del Plan de Guadalupe, Montemayor nombró como orador oficial al Presidente del CDE del PRI estatal, Noé Garza Flores. Para entonces Noé cortejaba a Melchor de los Santos Ordóñez, pues le había conseguido la Presidencia del PRI estatal. 

Noé Garza es otro cuya táctica “política” es infiltrar a los poderosos en turno, para conseguir chambas fáciles y bien pagadas, en donde pueda hacer negocios y quedarse con algo.

         El 18 de abril de 1996, luego de múltiples acusaciones de salinismo, corrupción y protección al narcotráfico, el gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo García renunciaba a su cargo 15 meses antes de terminar su gestión gubernamental. La gota que derramó el vaso fue el asesinato del abogado Leopoldo del Real Ibáñez.

Sócrates Rizzo renunció a su cargo luego de visitar al secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet Chemor, quien calificó la renuncia de Rizzo como un “asunto local”. 

En sus más de cuatro años como gobernador de Nuevo León, Rizzo había construido el Metrorey, la Presa El Cuchillo y rehabilitó el Barrio Antiguo. Pero eso no le valió, la corrupción de su gobierno y la venganza de Zedillo en contra de los salinistas provocaron su dimisión.

Pero Sócrates Rizzo no fue el único gobernador priista que renunció por órdenes del Presidente Zedillo. Otros tres también lo hicieron: Eduardo Robledo Rincón de Chiapas, Rubén Figueroa Alcocer de Guerrero y Emilio Chuayffet Chemor de Edomex.

Eduardo Robledo Rincón

Eduardo Robledo renunció al gobierno de Chiapas el 14 de febrero de 1995, cuando todavía no cumplía tres meses en la gubernatura, luego de unas elecciones polémicas en el Estado.

Rubén Figueroa dimitió al gobierno de Guerrero el 12 de marzo de 1996, días después de exhibirse el video de la masacre de Aguas Blancas, donde 8 meses antes -el 28 de junio de 1995-, policías estatales asesinaron a 17 campesinos con la anuencia de Figueroa.

Emilio Chuayffet renunció al gobierno del Estado de México el 2 de julio de 1995, antes de cumplir dos años en el cargo, para irse como Secretario de Gobernación, en el que duró poco tiempo. Tal parece que Zedillo lo llevó a su gabinete para que se deshiciera de Sócrates Rizzo y para que dejara la gubernatura en manos de César Camacho Quiroz.

El único gobernador salinista “de hueso colorado” que se salvó de la venganza zedillista fue Rogelio Montemayor, gracias a que supo traicionar a tiempo a su principal mecenas Carlos Salinas de Gortari.

 (Continuará).

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