José Guadalupe Robledo Guerrero.
En días pasados, un amigo militante de Morena, de esos surgidos de la cultura del esfuerzo, me confiaba sobre el cambio radical que ha experimentado Andrés Manuel López Obrador, porque según él, uno es el candidato presidencial que durante doce años persiguió su sueño; y otro es el actual presidente de la república.
Efectivamente, López Obrador fue como candidato un personaje que no dio tregua en su lucha democrática por llegar a la presidencia, recorrió más que ningún otro el territorio nacional llevando su mensaje de inconformidad a los lugares más alejados de México, en donde repitió su aversión por la corrupción imperante en los tres niveles de gobierno.
AMLO fue durante su larga campaña política, un referente de la anticorrupción, incluso se le identificó como una figura de los sectores democráticos del país, en donde cabían todos. De allí que consiguió atraer a su lucha a grandes sectores de la clase media, que como él anhelaban la justicia hacía los pobres, los que no tienen voz y son invisibles para quienes gobiernan el país.
Por ello logró que votarán por él 30 millones de mexicanos el Primero de julio de 2018, pero una vez que tomó posesión de su alto encargo presidencial, Andrés Manuel López Obrador experimentó un cambio, ya no fue aquel que en la búsqueda del voto mayoritario, aceptaba a todos: priistas, panistas y perredistas, a tal grado que con estos activos fundó su Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) con el que logró su aspiración de gobernar el país.
Una vez investido como presidente, AMLO comenzó su sexenio confrontando a los mexicanos, en momentos en que la unidad nacional era vitalmente necesaria para terminar con la corrupción y encarcelar a los que hicieron fantásticas fortunas vendiendo las riquezas nacionales al mejor postor y robando el erario en su beneficio personal.
La unidad nacional no solo serviría para erradicar la corrupción en México, sino principalmente para llevar a cabo un proyecto de país que contemplara un sistema político y económico justiciero, equitativo, democrático y seguro, en donde sus principales rublos de mejoramiento fueran el empleo, la vivienda, la salud, la seguridad pública, el desarrollo y crecimiento compartido, y fundamentalmente la educación que es, ha sido y será el principal rector del progreso de los ciudadanos.
Pero todo esto sería descartado por el inquilino de Palacio Nacional. A los inversionistas creadores de empleos los mandó al diablo, a la salud la desprotegió reduciendo sus presupuestos, lo mismo pasó en todas las áreas y actividades gubernamentales, a las que a ojo de buen cubero les escatimó sus partidas, reduciéndolas al mínimo y desapareciendo instituciones y fideicomisos, con la justificación de estar sumidas en la corrupción, pero hasta ahora no hay ninguna denuncia de su gobierno que pruebe tal pretexto.
Con los corruptos, AMLO ha sido generoso, es un secreto a voces el pacto que tuvo con Enrique Peña Nieto que ha redituado en impunidad para los ladrones oficiales, a los que ahora quiere “acalambrar” con una consulta popular nada clara, mucho menos seria, pues en menos de una semana sobre el particular ha hecho declaraciones antagónicas: primero dijo que él no votaría, después -desde Badiraguato, Sinaloa- dijo que iría a votar en contra. Con el crimen organizado renunció a combatirlos a cambio de “abrazos no balazos”, lo que ha generado la creencia de que también con ellos tiene un pacto en lo oscurito.
Según esto, el cambio de AMLO se debe a que el sector duro de su movimiento lo ha radicalizado, a grado tal que igual que otros estados fallidos como Cuba y Venezuela, comienza a jugar con la geopolítica haciéndole guiños y abriéndole el país a Rusia y a China, mientras insiste en pelearse con el principal socio comercial de México, Estados Unidos, de quien depende nuestro país hasta en maíz.
¿A dónde llevará al país este juego geopolítico de AMLO? Nadie lo sabe, pero lo seguro es que México se puede ver en medio de tres gigantes que luchan por el control del mundo, y colocarse entre las patas de tres gigantes peleando puede ser funesto para nuestro país.
Política aldeana
En Morena-Coahuila continúa el pleito entre quienes creen tener posibilidades de conseguir la candidatura para el gobierno del estado en 2023. Cada uno de estos precandidatos andan en franco proselitismo, reuniendo simpatizantes a través de descalificar al resto. Para hacer más fácil y sencilla la decisión a los militantes, lo primero que deben determinar es la procedencia del que quieran que sea su candidato, el que puede ser expriista, expanista o experredista, pues a final de cuentas es lo único que hay en Morena.
Pregunta aldeana
¿Por qué Larry Sanger, cofundador de Wikipedia, señaló que ésta no es confiable?
¿Será porque -igual que los historiadores oficiales e independientes de México- solo consignan las cosas buenas y no las malas en su información?