Jorge Arturo Estrada García.
«El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.»
William Shakespeare.
“Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después. Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes.”
Sun Tzu.
«La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio.»
Marco Tulio Cicerón.
En Coahuila se están conformando escenarios por demás interesantes para la sucesión gubernamental del 2023. Serán inéditos, pero fuertemente contaminados por la gestión de Andrés Manuel López Obrador. Su transformación ya fracasó, pero él sigue siendo un gobernante poderoso cuyas decisiones cimbran a los ciudadanos y a las élites políticas y económicas del país. Seremos testigos de interesantes batallas políticas locales en todos los frentes, internas y externas. La guerra sucia será estridente.
Al acercarse las fechas clave, los calefactos que tanto pugnaron durante varios años para ser incluidos en las listas, ahora pretenden demostrar que son competitivos. Los más ambiciosos, ya se promueven como los únicos que podrían garantizar victorias. Incluso, hay quienes aseguran que ya traen el dedazo en la bolsa, que ya les fueron dichas las Palabras Mayores: “Tú eres el bueno”. Sin embargo, esas elecciones podrían ser las más complicadas en la historia de Coahuila, sobre todo para los candidatos del tricolor.
Coahuila es el último bastión del priísmo del país. No obstante, existe un fuerte sentimiento anti-PRI que se ha traducido en derrotas para este partido en diversas ciudades en donde habita el 75 por ciento de la población, es decir todas las grandes: Saltillo, Torreón, Monclova, Piedras Negras, Acuña, Ramos Arizpe, Matamoros, San Pedro, etc. Además del de las medianas en donde vota el 12 por ciento de la población. Carga con casi un siglo de desgaste, pero sigue siendo el partido a vencer.
El Partido Acción Nacional, con personajes fuertes, algunos de ellos carismáticos, fue el mayor artífice de esas victorias, pero no supo evolucionar en el clímax de sus éxitos políticos. El mayor éxito lo obtuvo en 2018, cuando se quedó muy cerca de la gubernatura y logró arrasar en las grandes ciudades, excepto Saltillo. Así, el Congreso estatal tuvo mayoría opositora por vez primera, como partido hegemónico y el propio Palacio Rosa estuvo en riesgo, luego de 90 años de PRI y sus ancestros.
Sabemos que la clase media es la que decide las elecciones con sus ausencias, presencias y votos en las urnas. Así ha sido desde que el IFE, ahora INE, ha ido consolidando la precaria partidocracia que se reparte el pastel del poder político en México. Así que no hay espacio para triunfalismos anticipados. Los votos son volátiles sobre todo viniendo de los clasemedieros. De la forma en que se conduzcan los nuevos alcaldes de Saltillo, Torreón y Piedras Negras, lo mismo que los diputados federales priístas dependerá el reparto de los castigos y los votos útiles.
El gobierno de la 4T ha agregado un elemento nuevo a la ecuación tan simple del PRI-PAN, en los estados fronterizos, y de golpe lo cambió todo. López Obrador y su partido son ingredientes tan poderosos, en la mediocridad imperante, que lo han contaminado todo. En la entidad han obtenido victorias con candidatos desconocidos y casi fantasmas, con un Morena fragmentado, con pleitos incesantes entre sus tribus y sin estructura electoral bien armada. En Coahuila, el PAN se desplomó hasta un lejano tercer lugar y en el plano nacional, el PRI está al borde de la desintegración.
De esta forma, la clase media tan numerosa en Coahuila, con sus empleos formales, tan aspiracionista y con obreros de los mejor pagados del país, va generando una enorme ola de rechazo al estilo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador, su discurso y los personajes que lo respaldan. Y lo interesante, en junio de este año decenas de miles de sus votos clasemedieros consolidaron los triunfos del tricolor en varios distritos y ayuntamientos. El PAN perdió fuerza en el Norte y La Laguna y se desfondó al tercer lugar en Saltillo, en donde el PRI y Morena les quitaron cerca de 80 mil votos.
Así, Coahuila será un excelente laboratorio electoral. Los últimos norteños, priístas, neoliberales, volátiles y clasemedieros, buscarán impedir que la ola guinda se apodere del Palacio Rosa. Los electores más conservadores del país que desde finales de los años 20 del siglo pasado, eligen cada seis años a un tricolor pese a escándalos de corrupción o pésimos antecedentes y desempeños. Aunque, cabe resaltar que el principal sello de los clasemedieros locales es su apatía, sobre todo en Saltillo. Aquí te desmadran la ciudad y todavía encuentran a quien les aplauda.
En Coahuila, los candidatos morenistas serán prianistas: En la clase política de la entidad, los grupos políticos dominan la escena electoral, desde siempre. Todos los integrantes de las listas para el 2024 tienen presente o pasado prianista. Acá, no hay ideologías y es un asunto de grupos y élites la tarea de lanzar candidatos. No hay líderes fuertes e independientes. Ya no hay Maderos ni Carranzas que sumen multitudes y los conduzcan a pelear. Aunque, por cierto, ambos eran parte de la élite y terratenientes, uno latifundista y el otro ranchero.
Muchos años estuvimos acostumbrados a los dedazos del centro. Primero regresaron algunos generales revolucionarios aspirantes a caciques, luego otros ricos cachorros de la revolución heredaron los cargos; también, varios avezados pupilos de los hombres fuertes y amigos del presidente llegaron a la gubernatura. La gran mayoría eran tipos sin ideología, ni mucha iniciativa, ni visión. Los grandes impulsos para el desarrollo regional llegaban de la federación y de algunos empresarios que aprovecharon los estímulos federales en la época del Milagro Mexicano. En el siglo XXI todo cambió y llegaron Enrique Martínez, Humberto y Rubén Moreira y Miguel Ángel Riquelme, perfiles eminentemente locales.
En Coahuila, en 2023, ninguno de los aspirantes a gobernador representará a la izquierda, ni al Pueblo Bueno, serán prianistas. Al conocerse los resultados de la elección, uno representará la derrota definitiva del PRI en México y el otro, una derrota más para el ambicioso tabasqueño. AMLO, andará encarrerado por conservar el poder, conquistando los 12 millones de votos del gigantesco Estado de México y los dos millones locales, en víspera de la presidencial del 2024. Sin recursos la maquinaria priísta moriría de inanición.
Los escenarios son tan volátiles que ni siquiera se sabe si el PRI irá con unas candidatas como Verónica Martínez e Hilda Flores o con un varón lagunero o saltillense. Tampoco, si irán solos o en alianza, ya sea con el insignificante PRD, o con algo más sólido que integre al desfalleciente PAN local, para jugar más a la segura.
Así, los interesados en los temas políticos presenciaremos una partida posiblemente muy atractiva. Aunque, por otra parte, ya hay un aspirante que lleva años en campaña y que dice tener la candidatura tricolor en una bolsa. Lo que no es seguro es que traiga la victoria, en la otra. Y, ahí es donde radica lo interesante.
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