Tratando de clasificar a Jaime Sabines

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Simón Álvarez Franco.

Me encuentro hoy con una inquietud. ¿Por qué los seres humanos, sin importar su grado de cultura o condición social, tendemos a “clasificar” inadvertidamente o a veces con profundo interés y dedicación, las actividades de otros seres humanos? Su forma de ser, de expresar sus sentimientos, en fin, de tantas formas y maneras como si en ello nos fuera la vida. Cuando terminamos de leer un libro, de escuchar una canción, de ver una película, tal vez, la más elemental y primera (ojalá fuera la única) clasificación es; “buena” o “mala”. Eso es digitalismo puro, ¡Ah! pero cuando se trata de poesía, aumentamos enormemente las opciones, a veces hasta inventamos palabras que todavía no existen.

Jaime Sabines Gutiérrez


Jaime Sabines, no es la excepción, al contrario, es el paradigma. Sus padres de origen libanés, emigraron a Cuba, donde permanecieron 8 años, para llegar a Chiapas en 1914, tuvieron 3 hijos: Juan, Jorge y Jaime. Don Julio su padre le inculcó no solamente el valor del trabajo con su ejemplo, sino que también le animó a escribir poesía. El Diccionario Bibliográfico define a Jaime como escritor, poeta y político, en esta actividad se desempeñó dos veces como diputado local y una vez como Diputado Federal por una sección de la Ciudad de México, así que tuvo la oportunidad (quizá no deseada) de ser provinciano y capitalino.

El mismo Diccionario citado se refiere a él como “francotirador de la poesía” al no poderlo encasillar en una clasificación más adecuada. En 1953 casó con Josefa “Chepita” Rodríguez Zebadúa con quien tuvo un hijo varón y 3 damitas. Ya para esa fecha repartía sus labores en la política y en su almacén de telas y jarcias, es difícil imaginarlo tras de un mostrador en el cual atendía con diligencia a sus compradores y mantenía contacto con la gente humilde, lo que le permitió nunca despegarse del contacto con su tierra y su lenguaje.

Aunque inició en la UNAM la carrera de Medicina en 1945, en el segundo año de su carrera desertó al darse cuenta que no era la profesión que le gustaba, se regresó a Chiapas y trabajó en la tienda de telas de su hermano Juan, fue ahí donde escribió su célebre poemario Tarumba, inspirado en su hijo nonato, a quien convirtió en personaje real para conversar con él, hacerlo motivo de sus deseos, aspiraciones y hasta de pedirle ayuda en sus aflicciones.

Regresó a la UNAM para ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras, entre sus compañeros de clases destacan Emilio Carballido, Sergio Magaña, Sergio Galindo, Ramón Xirau y Rosario Castellanos, con ésta última cultivó una tierna amistad y le dedico el poema

“Recado a Rosario Castellanos”

Sólo una tonta podía dedicar su vida a la soledad y al amor.
Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,
sí la lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.
Retonta por desvalida, por inerme,
por estar ofreciendo tu canasta de frutas a los árboles
tu agua al manantial,
tu calor al desierto
tus alas a los pájaros.


¡Como te quiero, Chayo, como duele
pensar que traen tu cuerpo! –así se dice–
¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara,
recogerla del piso con una escoba?
¿Qué, no tiene escobas la Embajada?)
¡Cómo duele, te digo, que te traigan,
Te pongan, te manejen,
Te lleven de honra en honra funeraria!
(No me vayan a hacer a mí esa cosa
de los Hombres Ilustres, con una chingada.


No creo que haya mejores y más apropiadas palabras que las cotidianas, las que encuentra el poeta en el vivir, en el trabajo, en la cantina, en el rincón de su cuarto, en su corazón, para cantar a la amistad. No es un poeta de la mediocridad sino del diario vivir.

Algunos autores califican a Sabines como triste, melancólico, solitario y obsesionado por la muerte, que lo sorprendió en la Ciudad de México después de varios años de sufrir un accidente de auto en la carretera a Texcoco y de sufrir siete años de cáncer.

En 1949 publicó Horal, su primer poemario que marcó a la literatura mexicana, con un nuevo rumbo y al autor como una vanguardia que enseñó a utilizar el lenguaje llano, el que la gente habla a diario, sin cortapisa ni demagogia culterana. Esto hizo llegar su expresión a lo más hondo del público. No quiero decir con esto que no conociera la métrica y el ritmo y medida de la Literatura Clásica, también la utilizó por lo que no debe tachársele de populachero, grosero o mal educado, al contrario, buscó identificarse con el pueblo llano y con el habla nuestra. El título quizá se refiera a su segundo verso, en el cual dice: El mar se mide por olas,/el cielo por alas,/ nosotros por lágrimas./ ¿se refería acaso a que deberíamos medirnos por horas?, de ahí; Horal.

Sitio de amor
lugar en que he vivido
de lejos, tú, ignorada.
Amada que he callado, mirada que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:
en esta hora en que los dos, sin ambos,
a llanto y odio y muerte nos quisimos,
estoy, no sé si estoy, ¡si yo estuviera!
Queriéndote, llorándome, perdido.
(Ésta es la última vez que yo te quiero.
En serio te lo digo.)
Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.

Entendemos que en su corazón, en su espíritu reina el amor, canta a su amada con desesperación de su ausencia. Triste, no, está cantando al amor y a su soledad.

Los amorosos callan. (fragmento)

El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos.

Puede llamarse a esto; ¿desesperación?, ¿negatividad?, no, es el ansia de poseer el amor, es nombrar a los amantes por lo que realmente son, buscadores de la realidad del placer y la satisfacción del amor.

Sé que en este artículo van a ir muchos fragmentos, de sus poemas, es inevitable si no quiero cansar a los lectores, pues la obra de Sabines es así, amplia, larga, ojalá que esto nos mueva a conseguir sus libros y leerlo completo, no tiene una sola palabra desperdiciada.


Del mito

Mi madre me contó que yo lloré en su vientre.
A ella le dijeron que tendrá suerte
Alquien me habló todos los días de mi vida
Al oído, despacio, lentamente.
Me dijo: ¡vive, vive, vive!
Era la muerte.

De Adán y Eva
XV


Bajo mis manos crece, dulce, todas las noches. Tu vientre manso, suave, infinito. Bajo mis manos que pasan y repasan, midiéndolo, besándolo; bajo mis ojos que lo quedan viendo toda la noche.

Me doy cuenta de que tus pechos crecen también, llenos de ti, redondos y cayendo. Tú tienes algo. Ríes, miras distinto, lejos.

Mi hijo te está haciendo más dulce, te hace frágil. Suenas como la pata de la paloma al quebrarse.

Guardadora. Te amparo contra todos los fantasmas; te abrazo para que madures en paz.

¿Puede cualquier hombre con mejores frases expresar su amor a la mujer amada que espera un hijo de él? El poeta ya sabe que nacerá su hijo, y le pone nombre y le plática y le da consejos, lo invita a que juntos se vayan por los subterráneos de la tierra a conocer el mar

Tarumba


En este pueblo, Tarumba,
miro a todas las gentes todos los días,
Somos una familia de grillos.
Me canso.
Todo lo sé, lo adivino, lo siento.
Conozco los matrimonios, los adulterios,
las muertes.
Sé cuándo el poeta grillo quiere cantar,
Cuándo bajan los zopilotes al mercado,
Cuándo me voy a morir yo.
Sé quiénes, a qué horas, cómo lo hacen,
Curarse en las cantinas,
besarse en los cines,
menstruar,
llorar, dormir, lavarse las manos.
Lo único que no sé es cuándo nos iremos,
Tarumba, por un subterráneo,
al mar.

MALTIEMPO
VIII

“Si tú me lo permites, doña Luz, te llevo a mi espalda, te paseo en hombros para volver a ver el mundo.

Quiero seguir dándote el beso en la frente, en la mañana y en la noche y al mediodía. No quiero verte agonizar, sino reír o enojarte o estar leyendo seriamente. Quiero que te apasiones de nuevo por la justicia, que hables mal de los gringos, que defiendas a Cuba y a Vietnam. Que me digas lo que pasa en Chiapas y en el rincón más apartado del mundo. Que te intereses en la vida y seas generosa, enérgica, espléndida y frutal. Tú eres un racimo, madre, un ramo, una fronda, un bosque, un campo sembrado, un río. Toda igual a tu nombre, doña Luz, Lucero, Lucha, manos llenas de arroz, viejecita sin años, envejecida sólo para parecerte a los vinos”.

Así como quería a su madre, también adoraba a su padre que fue un hombre cabal, su maestro de vida, que le enseñó cómo cumplir con sus deberes y cómo ver por el porvenir de su México haciendo lo posible por merecerlo y enaltecerlo.


Algo sobre la muerte del mayor Sabines (Fragmentos)
Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
Convalecemos de la angustia apenas
y estamos débiles, asustadizos,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para ver que respiras.
Necesitamos despertar para estar más despiertos
En esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.
Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
Por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría
No lo sabemos bien, pero de pronto nos llega
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae lentamente.
Y he aquí que temblamos de miedo.
Nos echamos a andar y no paramos
de andar jamás, después de medianoche,
en ese pasillo silencioso
donde hay una enfermera despierta de ángel.
Esperar que murieras era morir despacio,
estar goteando del tubo de la muerte,
morir poco a poco, en pedazos.

  • o –
    Quiero llorar a veces, y no quiero
    llorar porque me pasas
    como un derrumbe, porque pasas
    como un viento tremendo, como un escalofrío
    debajo de las sábanas,
    como un gusano lento a lo largo del alma
    Mi madre sola, en su vejez hundida,
    Sin dolor y sin lástima,
    herida de tu muerte y de tu vida.
    Esto dejaste. Su pasión enhiesta,
    Su celo firme, su labor sombría.
    Árbol frutal a un paso de la leña,
    su curvo sueño que te resucita.
    Esto dejaste. Esto dejaste y no querías.
    Pasó el viento. Quedaron de la casa
    El pozo abierto y la raíz en ruinas.
    Y es en vano llorar. Y si golpeas
    las paredes de Dios, y si te arrancas
    el pelo o la camisa,
    nadie te oye jamás, nadie te mira.
    No vuelve nadie, nada. No retorna
    El polvo de oro de la vida.

Místico, sí, pero de nuestro siglo, de nuestra cotidianeidad, con nuestro lenguaje. A los diversos premios que conquistó en vida, entre ellos el haber llegado a vivir 73 años y ser reconocido por sus numerosos libros, nos legó una poesía nueva que nos regresa a nuestro diario vivir y a nuestras costumbres. Agradezco su atención y no cumplo con mi objetivo, perdónenme, pero sigue siendo un poeta inclasificable. Quizá porque es único en su género.

Fuentes:
1.- Ramón Xirau, en su Presentación del disco LP Voz Viva de México.
2.- Guadalupe Flores Liera, compiladora de Antología Poética Jaime Sabines.
3.- Biografías y Vidas. Enciclopedia biográfica en línea.