Tan malos los unos como los otros

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

Hace décadas, a principios de los 80, cuando escribía para El Sol del Norte, el entonces subsecretario de Gobernación, el coahuilense Jesús Roberto Dávila Narro, me invitó a su despacho del Palacio de Cobián para mostrarme un documento firmado por los organismos de la iniciativa privada de Coahuila (Coparmex, Concanaco, Canacintra, etcétera) en donde le pedían que me expulsará de Coahuila porque estaba llevando a Saltillo -con mis comentarios periodísticos- al ¡comunismo!

El torpe y falto de entendimiento escrito patronal estaba basado en mis críticas a la corrupción de las autoridades gubernamentales y de sus socios, los empresarios saltillenses; además de mí actitud de apoyar las causas justas y legales de los sectores nunca escuchados: obreros, colonos, campesinos, empleados y estudiantes.

Andrés Manuel López Obrador y Julen Rementería del Puerto

Seguramente, el licenciado Dávila Narro aún se acuerda de la risa que me provocó saber que los empresarios me consideraban el Lenin saltillense, pues él sabía hacia donde iban enfocadas mis críticas, ya que al entregarle una copia de mis artículos dijo: “ya sé de qué se trata, no se preocupe, yo leo sus comentarios porque me interesa mi Estado”.

Esta simpática experiencia viene a colación, debido a que a principios de septiembre, el ambiente de la partidocracia se escandalizó y AMLO le dedicó minutos en su mañanera, porque el coordinador de la bancada del PAN en el Senado, Julen Rementería del Puerto, presumió la invitación al edificio senatorial del dirigente del Partido español Vox, Santiago Abascal Conde, para firmar La Carta Madrid, una especie de acuerdo entre el PAN y Vox para frenar el avance del comunismo en la iberósfera, pacto que ha sido firmado por infinidad de políticos de ultraderecha en casi todos los países latinoamericanos.

Efectivamente, Vox es una herencia en España del dictador Francisco Franco y de sus socios, la realeza española, los empresarios del franquismo y la iglesia católica. Sus concepciones políticas son aborrecidas en las democracias: dictadura, fundamentalismos religiosos y empresarios colonialistas que siguen añorando al fascismo y al nazismo, sus aliados naturales antes de la segunda guerra mundial.

Y sus contrarios mexicanos, los “comunistas” lopezobradoristas, andan perdidos y creen que por haber ganado la elección presidencial con el 30 por ciento de los votos del padrón electoral, es suficiente para elucubrar que hicieron una revolución, y para especular que son lo suficientemente fuertes para hacer lo que les da la gana, incluso en contra de la ley.

Ese México ignorante, politizado con dogmas y sin una ideología que les indique qué hacer con el país, seguramente no sabe que la ultraderecha ha existido siempre en nuestro territorio, basta señalar al Yunque, heredero de la cristiada y de las falanges y legiones católicas. Tampoco saben que los comunistas teóricos también han existido en México desde antes de la revolución, y que luego se aglutinaron en el desaparecido Partido Comunista (PC) de tendencia estalinista. A esos exPC aún los sigue guiando el estalinismo de Vladimir Putin, sobreviviente de la KGB, la tenebrosa policía política de la extinta URSS.

Lo cierto es que tan malos son los unos como los otros, ambos cojean de los mismos vicios dictatoriales, de su desprecio por las reglas y códigos de un sistema democrático, por eso no quieren instituciones autónomas que protejan la libre expresión, la democracia y las leyes. Quieren que un solo hombre dirija los destinos de una nación a su libre albedrío y se perpetúe en el poder “por los siglos de los siglos, amén”.

En México ninguna de estas dos visiones, la ultraderechista y la comunista, han sido superadas en nuestro país del siglo XXI, y lo grave es que cuando una de éstas fracasa en el gobierno, viene la otra en sustitución, el Chile de Salvador Allende es un ejemplo, el otro lo constituye la Nicaragua de Daniel Ortega. Estas visiones políticas siempre están acechando a las naciones, sobre todo a las más pobres, ignorantes, manipuladas, sumidas en el subdesarrollo y sometidas a pésimos gobiernos.

Un ejemplo de esta estulticia politiquera es el de Rubén Ríos Uribe, diputado local veracruzano que propuso a través de Facebook que invadiéramos a España para hacer monarca a AMLO. Lo dicho: “El que no conoce a Dios, en cualquier muladar se hinca”.

Política aldeana

Dicen los que saben que el más fortalecido con la “corcholata” favorita de AMLO, la presidenciable Claudia Sheinbaum, y el nombramiento de Adán Augusto López Hernández como secretario de Gobernación, es Andrés Manuel López Beltrán “Andy”, uno de los hijos del presidente, pues se dice que ambos son de su “establo”. En esta misma tesitura se encuentra el nombramiento de Carlos Torres Rosas como nuevo Coordinador de Programas Sociales y de los superdelegados.

Pregunta huérfana

¿Será suficiente para definir en su totalidad a Hugo López-Gatell Ramírez la expresión de la senadora panista Xóchitl Gálvez Ruiz: “Es un pendejo”?