José Guadalupe Robledo Guerrero.
En la nueva realidad para Montemayor, el PAN gobernaría al 70 por ciento de los coahuilenses, pues obtuvieron el triunfo en 10 municipios: Torreón, Saltillo, Monclova, Frontera, San Buenaventura, Ramos Arizpe, Ocampo, Zaragoza, Abasolo y Villa Unión.
De esa forma, el panista de nuevo cuño, Manuel López Villarreal -y su lema de campaña “Saltillo para todos”- se convertía a partir del Primero de enero de 1997 en Presidente Municipal de Saltillo, y en Torreón otro panista, Jorge Zermeño Infante, arribaba a la Alcaldía lagunera.
Pese a las muestras de reconciliación montemayorista, Enrique Martínez sabía que Montemayor le impediría llegar a la gubernatura, por eso le importaba que Fraustro Siller llegara a la Rectoría de la UAC, para posicionarse y darle la pelea al montemayorismo.
Para conocer del tema, entrevisté a Enrique Martínez y le pregunté -Se dice que Fraustro Siller es el candidato del gobernador, ¿Usted qué piensa? Antes de contestar alabó el desempeño de Alejandro Dávila Flores, y presumió que ambos candidatos a la Rectoría de la UAC, José María Fraustro y Francisco Duarte, eran sus amigos, y sin ruborizarse respondió: “El señor gobernador con el amplio conocimiento que tiene de todo el estado sabe lo que más le conviene a la Universidad, y si se señala esa situación no sé si se haga con el propósito de afectar la campaña del ingeniero Fraustro Siller que es un universitario connotado y que tiene todos los merecimientos para ir en busca de la Rectoría…”.
Le hice ver a EMM que a Chema Fraustro le ayudaba ser señalado como candidato del gobernador. Y recordé que él mismo había sido víctima de la ‘línea’ presidencial por no haber sido el escogido, y recompuso su respuesta, haciendo un trabalenguas: “Bueno, a veces la “línea” ayuda y a veces perjudica. Lo mejor es que la ‘línea’ sea que no haya ‘línea’”.
Para finales de abril, los diputados “levantadedos” -por órdenes superiores- aprobaron el nombramiento de Ricardo Álvarez García como Tesorero del Congreso local en sustitución de Jesús Cepeda Flores, quien renunció -según se rumoró- por no estar de acuerdo con el manejo de los recursos del Congreso. Este intrascendente movimiento cobró notoriedad cuando se supieron los antecedentes de Ricardo Álvarez.
Tres meses antes, el 24 de enero de 1997, Ricardo Álvarez había sido separado de la Coordinación Administrativa de Sedesol, debido a que la Contraloría de la Federación le encontró “malos manejos” en los recursos de esa dependencia federal, por tal motivo se le prohibió ocupar cargos públicos por un año (¿o dos?).
Según los enterados, esta información no salió a la luz pública debido a que Ricardo Álvarez involucró en sus anomalías a otra empleada de Sedesol de nombre Roxana Elizondo, y supuestamente para evitar un mayor escándalo se optó por ocultar el hecho.
La sorpresa no fue que los diputados aceptaran con esos antecedentes a Ricardo Álvarez, todo mundo sabe de la obediencia lacayuna de los “levantadedos” coahuilenses, lo que sorprendió fue saber que la que impuso al inhabilitado funcionario en la tesorería del Congreso fue la Secretaria Técnica del Gabinete montemayorista, Beatriz Flores Alvarado, quien de sobra conocía la deshonestidad de su protegido.
Para acallar el escándalo, el delegado de Sedesol Sigfrido Macías Pérez salió al quite diciendo que Ricardo Álvarez no había incurrido en malos manejos, pero no desmintió que estaba inhabilitado para ocupar un cargo público, señaló que Ricardo Álvarez había cometido “una falta de omisión al no rendir su declaración patrimonial”.
Por otra parte, a cinco meses de haber tomado posesión de la Alcaldía saltillense, Manuel López Villarreal autorizó un incremento del 20 por ciento al transporte urbano con la promesa que hacen todos, mejorar el servicio. Otra de las acciones del alcalde panista, fue exigirle al gobierno montemayorista el control del SIMAS.
Para justificar su incapacidad, Manuel López Villarreal insistió 1.- Que todos los problemas que tenía Saltillo los había heredado. 2.- Que no tenía una varita mágica para resolverlos. 3.- Que nada había prometido en su campaña. Estas justificaciones fueron desmentidas por la prensa.
En los primeros cinco meses, los neopanistas empresariales mostraron que no sabían gobernar, pensaban que dirigir un municipio era igual a dirigir una fábrica o una ONG. Para mayo de 1997, los coahuilenses se daban topes contra la pared por haber votado por el PAN.
Para estas fechas, el despilfarro y la inutilidad de Jorge Zermeño Infante lograron que los gobernados pidieran que volviera el PRI, pues según los torreonenses, el peor alcalde del PRI era mejor que el panista que tenían.
En Monclova Harold Hal Pape Felán y sus funcionarios salieron peor que los alcaldes priistas que repudió la ciudadanía cuando decidieron “empanizar” su gobierno municipal.
En Saltillo, Manuel López Villarreal no daba una con el problema de la escasez del agua potable en los hogares saltillenses. A dos meses de que Montemayor le dio el Simas al ayuntamiento de Saltillo por exigencia del Alcalde, la escasez del vital líquido era muy grave, más que en otra época.
El 26 de mayo, el Zócalo informó sobre el castigo que los propietarios del diario, los Juaristi Septién (Carlos y Francisco), le propinaban a uno de sus protegidos (¿o empleados?): Claudio Bres Garza.
En aquella edición, dedicaron varias páginas para criticar los excesos y abusos de poder del Alcalde de Piedras Negras, Claudio Bres, a quien calificaban de “soberbio, prepotente y altivo”. Faltó el calificativo de fatuo, que es la característica principal del exdirector de “comunicación social” del gobierno montemayorista.
El motivo real nunca se supo, pero según los Juaristi lo que había motivado las críticas contra Claudio Bres había sido el retiro de los comerciantes ambulantes y voceadores del centro de la ciudad. Pero nadie les creyó, y se especularon otros motivos: sacarle más dinero al ayuntamiento de Piedras Negras, obligar al alcalde a que les comprara terrenos, presionar para quitar a un funcionario municipal o para que nombrara a un incondicional de los propietarios del Zócalo, etc.
Por ese entonces, Mario Eulalio Gutiérrez Talamás andaba vociferando contra su partido, pues no consiguió la candidatura a diputado federal, y amenazaba con renunciar al PRI para afiliarse al PRD, tal y como lo había hecho otro saltillense: Juan Pablo Rodríguez.
Un junior más era Presidente del PRI coahuilense: “La Coneja” Alejandro Gutiérrez Gutiérrez. Por entonces, Martha Laura Carranza Aguayo aparecía en la política coahuilense como candidata a diputada federal, y presumía que su principal asesora era Beatriz Flores Alvarado.
También por esos días, a dos años y medio del relevo gubernamental, ya eran tres coahuilenses haciendo “grilla” futurista, pues querían la gubernatura de Coahuila: Enrique Martínez y Martínez, Humberto Roque Villanueva y Humberto Dávila Esquivel “La Liebre”.
Los tres precandidatos estaban bien posicionados. Enrique era candidato a diputado federal por segunda ocasión y mantenía una sólida amistad con el Secretario Particular del Presidente: Liébano Sáenz; Roque despachaba como Presidente de CEN del PRI y presumía de su amistad con el Presidente Zedillo; y Humberto se desempeñaba como Secretario General del CEN del SNTE y se decía que tenía una íntima relación con Elba Esther Gordillo.
A simple vista parecía que Enrique Martínez era el más débil de todos, pero en el análisis serio salían a relucir las debilidades de los otros. Roque Villanueva cargaba con el estigma de la famosa roqueseñal, aquel ademán obsceno con que festejó el incremento del IVA del 10 al 15 por ciento. Además, era timorato y comodino, nunca arriesgaba nada para conseguir sus aspiraciones, esperaba que los cargos le cayeran de arriba como producto de sus actividades cortesanas, además hacía años que no vivía en Coahuila.
Por su parte, Dávila Esquivel, rodeado de buscachambas, estaba dedicado a gozar de la buena vida con las cuotas sindicales de los trabajadores del SNTE. Para muestra dos botones: Meses antes, en la navidad de 1996 y el año nuevo, festejó estas fiestas en un lujoso hotel de la ciudad de México, a donde invitó a sus incondicionales a derrochar las cuotas sindicales. Un mes después, a principios de 1997, el periódico La Jornada denunció que “La Liebre” había gastado alrededor de tres millones y medio de pesos en pagarle a sus cortesanos un viaje a Cuba, para asistir a un Congreso Internacional de Educación.
Por su parte, Enrique Martínez se dedicó a fortalecerse en Coahuila, sabía que era considerado “la carta local”. Por eso Enrique se dedicó a administrar sus circunstancias y a aprovechar los tiempos que le favorecían. Estaba consciente que si mantenía su presencia en Coahuila y en el despacho presidencial, la decisión le sería favorable…
(Continuará).
El proyecto para la sucesión…