Lic. Simón Álvarez Franco.
En las ciencias humanas, llámense Sicología, Siquiatría, Sociología, etc., así como en la Literatura en especial y otras artes consanguíneas, desde que Freud y Jung popularizaron los conceptos del Ego, Superego y Conciencia, existen infinidad de obras que tratan de explicar la conducta variable del ser humano en su actuación y aceptación de la vida, desde la doble hasta la múltiple personalidad, sobre todo en el cine y en novelas, donde inspirados por casos patológicos de asesinos o delincuentes seriales nos enfrentan al misterio, ya que no a la comprensión, de la conducta humana. Desde la bipolaridad en cuanto a enfermedad hasta el Alzheimer que cambia la vida de las personas y su entorno, ya sea familiar o social.
La característica más frecuente son los síntomas que manifiesta el enfermo de cambiar constantemente sus actitudes ante situaciones que se le presentan con actitudes diferentes a las que en otras situaciones similares que se le habían presentado en ocasiones anteriores. Solíamos llamar a estas personas como “inestables”, “lunáticas”, “esquizofrénicas o simplemente: “locas”.
Ahora, a la luz de investigaciones médicas y más enterados de los estudios de la personalidad, nos damos cuenta que estas actitudes obedecen a ciertos desequilibrios orgánicos que suceden en el cerebro del enfermo afectado.
Tenemos el caso clínico de Pita Amor, nacida Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein en una casona del siglo XVIII ubicada en el número 49 de la Calle de Abraham González de la céntrica, aristocrática y centenaria Colonia Juárez del Distrito Federal, siendo sus padres el Dr. Emmanuel Amor Subervielle y doña Carolina Schmidtlein y García Teruel (1), de las que fue la última y séptima hija de siete que formaron esta grande familia. De rancio abolengo, aunque ni poseían un título de nobleza, se decían descendientes directos de Don Pelayo, un “grande” español emparentado con la Casa Real de España.
Esta familia pasaba sus descansos en el Estado de Morelos, en la Hacienda de San Gabriel, con su “casa grande”, caballerizas, iglesia, cañaverales y cientos de hectáreas de sembradíos de frutales y gramíneas, los padres de familia crecieron en la opulencia, se llegó a decir -no sin razón-, que eran dueños de la mitad del Estado, riqueza heredada, junto con obras de arte, mobiliario europeo y un séquito de 40, a veces más, servidoras domésticas, caballerangos y personal que labraba las tierras, sin contar los trabajadores de trapiches
Eran frecuentes los banquetes y bailes, a los que acudía lo más granado de sus amistades capitalinas, “aristócratas”, políticos y gente “bien”. Repentina e inesperadamente llegó el zapatismo al grito de “la tierra es de quien la trabaja”, y el mundo de los Amor se derrumbó, incapaces de ahorrar, pero sí de gastar tuvieron que huir hacia la capital, cargando en carretas algunos muebles, tapices y las joyas de la madre de Pita, a buscar quien les diera alojo, cosa difícil, por ser muchos los afectados, agregando además a 8 sirvientas, ya que la señora y sus hijas ni siquiera sabían cocinar, trabajar. ¿En qué? La menor a quien siempre llamaron «Pita», para no decirle Guada o lupe. Ni estaban preparadas para nada. Gracias a los discretos viajes de la madre de Pita al Monte de Piedad cercano a Catedral, fueron solventando lo necesario para su alimentación, perdiendo el contacto con la gente de “su clase”.
A todos los afectó la carencia, menos al jefe de familia y a Pita, a él porque siguió vistiendo con elegancia, sombrero y polainas rememorando su vida anterior, pero sin trabajar, y a ella porque se fugó a su pasado y a su irrealidad interior.
Nació el 30 de mayo de 1918, siendo una criatura berrinchuda e intratable, en su mente formada como la más atendible de su casa con todos pendientes de sus caprichos, sufrió la atención que todos le dispensaban; sin embargo, ya era a los 6 años, quien escribió unas prosas que contenían sus alabanzas a Dios que cultivó en su madurez.
En 1957 publica su primer libro de versos; “Yo soy mi Casa” comparando su casa con su cuerpo y con su vida:
Casa redonda tenía
de redonda soledad
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noche,
las noches desvanecidas…
Algunas noches que pasaba frente a la casa de su niñez, parada a media calle, gritaba, dibuja el perfil de la casa con sus manos enjoyadas, sostenida por su bastón, bajo las noches estrelladas:
Casas de cincuenta pisos,
servidumbre de color,
millones de circuncisos,
máquinas, diarios, avisos
y dolor, dolor, dolor…!
Su mente, ya inestable desde pequeña, sufrió un quebranto irreparable a partir de la muerte de su único hijo, Emmanuel a los dos años de edad fue encontrado ahogado en una pileta en la casa de su hermana Carito, quien lo cuidaba, ya que Pita con su mente debilitada no era capaz de cuidarlo por atender a su persona en beneficio del público que se presentaba en sus apariciones poéticas, o que la veía en televisión donde se presentaba semanalmente a declamar, cuidaba su vestuario lujoso y caro, aprovechaba cualquier oportunidad, entrevista, radio y público de la Zona Rosa para promoverse y hacerse conocida. Fue pintada al desnudo por Rivera, Soriano, Montenegro y muchos pintores más, causando escándalos y viviendo dentro de la atención del público, por su belleza desde luego pero aún más por su conducta liberal, desenfadada, irreflexiva, excepto para lucir con elegancia y buen gusto su vestuario. De sus amores lésbicos, ni hablar, pues tuvo innúmeras relaciones con artistas, pintoras y damas de sociedad.
Desde pequeña gozó de una memoria prodigiosa, su formación poética la logró leyendo y memorizando los escritos de Lope de Vega, Sor Juana, los clásicos todos, la literatura del Siglo de Oro español y desde luego los propios.
Alfonso Reyes el filósofo y escritor regiomontano, le enseñó la métrica de los grandes pensadores, fue éste quien acuñó la contundente frase: “Nada de comparaciones odiosas: aquí se trata de un caso mitológico”. (2) Juan José Arreola dijo: “Era un ciclón, un meteoro… un aguacero resplandeciente con rayos y centellas y todo. Parecía una aparición, un fenómeno, una fuerza de la naturaleza en figura de mujer”. (3)
Su poesía y su locura
La conocí en Saltillo, cuando fue invitada por un compañero de escuela primaria, que también me invitó a mí, a la apertura que hizo de su tienda de libros usados, tanto él como yo éramos adolescentes, próximos a la veintena de nuestra vida. Cuando entró ella una tarde de verano, vestida informalmente, con una tez de su cara de porcelana, se veía jovial, sonriente, nadie más la acompañaba, guapa, bonita, con unos ojos grandes, inmensos, bellos, que nos dejó sin habla, su conversación amable, sencilla, nos acompañó un rato y se despidió de nosotros, como después supe que era su costumbre, con un beso al aire. Ella de unos 30 años, única en su forma de tratarnos, como si fuésemos sus iguales, al menos a mí me dejó anonadado, tanto que olvidé preguntar a mi amigo -quien años después ocuparía importantes puestos públicos en nuestra ciudad- cómo era que la había contactado y la había convencido que estando en Monterrey hubiera aceptado a asistir a un evento de tan relativa poca importancia a Saltillo. Por estudios y trabajo me trasladé a la Capital a abrirme campo en la vida, en un variopinto de actividades, habiéndoseme asignado en una de ellas el ser reportero que hacía entrevistas a artistas de teatro, cine y pintura, lo que me facilitó tener contacto con muchos de ellos.
Posteriormente de extra o partiquino en películas y obras teatrales, lo que me dio oportunidad de seguir tratando a Pita Amor, Juan José Arreola, al violinista ruso Elias Breeskin, padre de una niña flacucha y sin ningún encanto entonces, que llamóse Olga Breeskin, toda una gama de artistas que vivían a la vuelta de mi departamento de la Colonia Cuauhtémoc, justo en Paseo de la Reforma, frente a las oficinas centrales de IMSS.
Pita, ególatra desde niña, confesaba su ateísmo y sin embargo su prosa y poesía están plenas de alabanza a Cristo y a Dios, ¿cómo se explica esta aparente contradicción? fácilmente, ella buscaba el origen y el objeto de vivir, negaba que la vida tuviera sentido porque se perdía el objetivo al advenir la muerte. Su mente a medida que avanzaba su edad se fue ofuscando y si en sus primeros versos alababa o agradecía a un Dios atemporal todo lo que hacía y obtenía en vida, secreta y públicamente renegaba de Él.
La búsqueda
Yo voy por la Zona Rosa
Y entro yo a una joyería
De ópalos y platería,
De aretes de mariposa. . .
Luego me siento en un bar.
No me permiten pagar.
En la casa de papeles
Me regalan los pinceles.
Y los mimos de la tarde
Me aplauden con gran alarde.
Vivió la mayor parte de su vida en las calles de Lucerna, Berlín, Hamburgo, Niza en la llamada Zona Rosa, donde al declinar su razón se paseaba para tomar el té, café o copiosos tragos de vodka, siempre enjoyada con un anillo en cada dedo y hasta 50 collares y pulseras, armada con su bastón con el cual amenazaba e insultaba a los vendedores ambulantes, insultándolos con frases como: “tú naciste indio, eres inferior y así morirás”, o con frases más insultantes “no te me acerques, tu eres un insulto a la vida”. O bien: “¡Es usted positivamente odioso, indio rabón, inmundo, Nariz de mango”! (4)
¿Quién iba a creer que aquella dama bien vestida y enjoyada no tuviera dinero ni siquiera para comer? Excéntrica, declamaba sus versos y vendía sus libros y papeles impresos con sus poemas. Llegó al grado de satisfacer sus necesidades orgánicas en el centro de los restaurantes, donde orinaba y defecaba a la vista de los comensales, cobrando por ello cinco pesos y a veces diez (cuando hacía ambas cosas) a cada uno de los mirones, yo llegué a pagarle por tal espectáculo sabiendo de quien se trataba.
Atravesó -con poca fortuna- por el cine nacional en 3 o 4 películas, después en el teatro de comedia y clásico -con mejor suerte- pero en ninguno triunfó. En cambio, en sus programas de televisión, sí fue un éxito, ahí explotó su voz, algo ronca, pero impactante, sus programas, primero en canales culturales y luego en Televisa fueron su mejor arma para hacerse querer y admirar por el público, sobre todo el masculino cuando los pintores consagrados exhibían sus retratos al desnudo.
Se cuenta que cuando era presidente el Lic. Alemán, éste acudió a Bellas Artes a inaugurar la exposición de Diego Rivera, cuya obra más comentada era un desnudo de Pita de 2.00 por 2.50 metros, al llegar Alemán al lugar de la exposición del cuadro, salió Pita, quien estaba atrás de la pintura y Alemán se turbó al ver a la modelo, quien le dijo: “no se moleste usted, lo que el pintor retrató es mi yo interior”, a lo que el turbado Alemán sólo atinó a responder: ¡Ah señora!, pues que hermoso “yo” interior tiene usted”.
Yo soy mi casa
Casa redonda tenía,
de redonda soledad:
el aire que me invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas
las dichas muy mal vividas.
Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo mantenido:
redonda, redonda nada.
Letanía de mis defectos
Soy vanidosa, déspota, blasfema;
soberbia, altiva, ingrata, desdeñosa;
pero conservo aún la tez de rosa.
La lumbre del infierno a mí me quema.
Es de cristal cortado mi sistema.
Soy ególatra, fría, tumultuosa,
Me quiebro como frágil mariposa,
yo misma he construido mi anatema,
Soy perversa, malvada, vengativa,
Es prestada mi sangre y fugitiva,
Mis pensamientos son muy taciturnos,
Mis sueños de pecado son nocturnos,
Soy histérica, loca, desquiciada;
Pero a la eternidad ya sentenciada.
A temprana edad perdió la vista, de ahí tenía que usar lentes con cristales muy gruesos para leer sus poemas. Carlo Coccioli (5) se expresó así de ella: “esta sociedad mezquina le ha echado encima el sarape del olvido. Porque Pita Amor es un ser distinto y no pertenece a esta tierra. Bajó de algún cielo. Y las sociedades mezquinas les tienen pavor a los seres celestiales”. Alfonso Reyes, el sabio regiomontano lo dijo a voz en cuello: ¡Nada de comparaciones odiosas: aquí se trata de un caso mitológico”. Los comerciantes de la Zona Rosa la nombraron “Reina Eterna de la Zona Rosa”
Testamento
En estas líneas que con tinta escribo
Voy a legarte Juan mi testamento.
Quede de testimonio o documento
La palabra transcrita que transcribo.
En estas líneas dadas al olvido
Infinitas igual que el firmamento.
Dejo mi signo, mi señal, mi acento…
Y te digo don Juan lo que he vivido
Y te digo don Juan cómo yo he muerto.
Lego mis asombrosos abalorios
A la sombra del ávido desierto
Y a la misa final de mis velorios.
Y mi sangre la dejo al llano abierto
Y mi gloria a mis cielos transitorios
Epitafio
Es tan grande la ovación
que da el mundo a mi memoria.
Que si cantando victoria
me alzase en la tumba fría me hundiría
bajo el peso de mi gloria.
La autora de más de 1,200 sonetos, 600 liras, incontables versos y 36 libros, e incontables entrevistas y antologías, dejó la tierra el 8 de marzo de 2000. A sus ochenta años, loca, pero loca de veras, todavía mantuvo su privilegiada memoria con sus poesías y las del Siglo de Oro Español intactas.
Fuentes:
1.- Elena Poniatowska, su sobrina, Biografía con Michel Karl Schuessler
2.- Alfonso Reyes, conferencia en UNAM.
3.- Juan José Arreola, Conferencia en Hotel del Prado.
4.- Michel Karl Schuessler La Undécima Musa, Biografía, México1990.
5. Carlo Cocciolli, entrevista en su casa de Florencia, Italia 1984 con S.A.F.