Oliverio Ascascius.
La vida es una palabra indefinible
porque la vida lo es todo.
Todo lo que es y no es,
todo cuanto ha sido, todo cuanto será.
La vida es un fluir constante
de un río sin final.
Nace y desaparece a cada instante,
y en cada instante se afirma para siempre.
Cada día es la vida, cada minuto es la vida,
cada fracción de segundo también lo es.
Pero la vida es alegría, la alegría de vivir.
Es el ruiseñor que canta,
es el niño que llora,
es la mujer o el hombre que amas,
es una dulce canción,
pero también puede ser una cruel sinfonía.
La vida es el capullo que se abre,
es el suelo que pisamos,
es el estruendo del rayo,
es el caminar que andamos.
La vida es el hombre, es tú y yo.
Es el ahora y siempre.
Es un grito de alegría a la medianoche,
es el miedo en las montañas,
es la risa y el llanto,
es el despertar por las mañanas.
La vida es todas las cosas
y todas las cosas son la vida.
Por eso es la fuerza del deseo,
es un ave en agonía.
La vida es un manjar de goces,
es el fluir del yo, del tú,
del todos y del nosotros.
Por eso la vida es un derecho,
el derecho de ser, el derecho de estar,
el derecho de vivir en paz.
La vida es el lejano pasado
que se aferra a las huellas
donde pasa el tiempo.
Es la lucha cotidiana, es hacer, es crecer,
es crear. Es el anhelar eterno,
es la composición del todo
es lo interminable e imperecedero,
donde los que queramos y podamos,
ahí viviremos.