La guerra por la sucesión presidencial está en marcha

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Jorge Arturo Estrada García.

«El intelectual fue rechazado y perseguido en el preciso momento en que los hechos se hicieron incontrovertibles, cuando estaba prohibido decir que el emperador no tenía ropa.”
Michel Foucault.

«La belleza de nuestro sistema es que aísla a todo el mundo. Cada persona está sentada sola frente a la pantalla. Es muy difícil tener ideas o pensamientos bajo esas circunstancias. No puedes luchar contra el mundo solo.»
Noam Chomsky.

La guerra por la sucesión en el 2024 está en marcha. En cada rincón de la mente del presidente de la república, y del territorio del país, se libran batallas cotidianamente. Para él, en sus planes ya no hay lugar para más cosas. Todas sus acciones y palabras van enfocadas en ese objetivo: retener la Silla del Águila, construir el Maximato y conquistar su lugar en la historia junto a Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas. Pero para ello debe pulverizar a sus opositores y exaltar las pasiones de sus seguidores. Electoralmente, aún es poderoso y sus adversarios siguen siendo repudiados.

Es evidente que Andrés Manuel López Obrador quiere anular a la sociedad civil, a la opinión pública que la nutre y a los medios que la informan. Entonces, anulados los ciudadanos y sus organizaciones, el estado lo absorbe todo. Actualmente, en México el estado es él.

Los politólogos han descrito cómo los partidos deben nutrirse de las inquietudes de la sociedad civil para posteriormente llevarlas a las políticas públicas para que sean atendidas y solucionadas. Pero, en nuestro país desde hace décadas que eso no sucede. Ya ningún partido representa a algún sector de la sociedad, el Nuevo PRI es una degeneración de los ideales del PNR fundado luego de la revolución y Morena es una mala copia de ambos.

Marcelo Ebrard, López Obrador y Claudia Sheinbaum

El presidente no quiere ser un párrafo más en la historia del país, quiere marcar una época. Sin embargo, su transformación no existe y no se concretará; y él, lo sabe perfectamente. Para subsistir, seguiremos sujetos al neoliberalismo salvaje que rige al mundo. Sin desarrollo de la innovación, la ciencia y la tecnología aplicadas, de alto nivel, continuaremos siendo el patio de la mano de obra barata de las transnacionales que gobiernan al mundo, sin remedio.

El sexenio de López Obrador se limita a 70 meses, solamente; el día 31 de octubre se completaron sus primeros 35 meses en el poder, la mitad exacta de su gestión. Parecía que no había prisas, se sabía dominador del ambiente. Fue entonces, que la tragedia de la línea 12 del Metro del exDistrito Federal, que involucra directamente a Claudia Sheinbaum y a Marcelo Ebrard, aceleró la pasarela de sus corcholatas y los destapes apresurados. Estaba urgido de salir del escándalo mediático que podría dañarlos seriamente y complicar sus planes.

Su estrategia ha funcionado, los burócratas, ingenieros y albañiles han sido responsabilizados por la fiscalía de Sheinbaum y el multimillonario Carlos Slim, propietario de la constructora del tramo colapsado, se comprometió, “desinteresadamente”, a pagar las reparaciones. Claudia y Marcelo no aparecen en las investigaciones. Otra mancha más al tigre ni se nota. Son los mismos de siempre, tan iguales como siempre. Así, cada día se crean nuevas batallas de saliva en su mañanera. Ya sabe que la mitad de los electores lo apoya y la otra mitad lo repudia.

Así, ahora la gente del presidente anda escarbando en los expedientes de la Guerra Sucia y en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, “para aclararlos”. También, podrían aprovechar e investigar y resolver los asesinatos de Pancho Villa, Álvaro Obregón, Carlos Madrazo, Venustiano Carranza y Emiliano Zapata, por mencionar a algunos envueltos en la polémica, es sugerencia.

A estas alturas de su gestión, a Obrador solamente le interesa redondear su legado: dinero directo para sus bases sociales y electorales en forma de pensiones, becas y apoyos. También, “el regresarles la electricidad y el petróleo a los mexicanos”; además, por supuesto, sus obras magnas: aeropuerto Felipe Ángeles, refinería Dos Bocas y tren Maya.

Ya no importan, si fracasó en la atención de la pandemia y de la vacunación; tampoco, los cientos de miles de muertos por esas razones y por la delincuencia imparable. Ni siquiera el combate a la corrupción le arroja buenos resultados: el semanario inglés The Economist publicó, en octubre, la encuesta anual de Latinobarómetro, la organización chilena que investiga y mide la actividad democrática en Latinoamérica y en esos indicadores la corrupción es un elemento básico. Los resultados establecieron que el 51 por ciento de los mexicanos piensa que el presidente López Obrador y sus funcionarios están involucrados en actos de corrupción.

AMLO, puso en evidencia a las élites y sus negocios para someterlos, pero no para mejorar las cosas. Para eso, ya no tiene tiempo ni soluciones. Como sucede frecuentemente, el líder capaz de arrebatar el poder es incapaz de gobernar con eficiencia y talento. Resultan malos hasta para escoger a sus colaboradores. Además, seguramente, vendieron el alma al diablo para llegar y cargan con grupos de colaboradores y proveedores impresentables. Así llegaron muchos tiranos y demagogos al poder a lo largo de la historia.

Atravesamos por una época tan extraña que hemos visto que la posverdad y sus mentiras se imponen. Es evidente que la clase política apesta y que es urgente que surjan nuevos personajes y liderazgos fuertes.

En el país, estamos en malas condiciones, pero ya en algunos sectores se añora el regreso de los virreyes y cortesanos Prianistas, tan corruptos.  Tuvimos malos presidentes durante casi 100 años de postrevolución. Eran igual de malos que el actual, ¿y entonces, volveremos a confiar en el PRI y el PAN? Qué podrá más, entre los votantes, el temor al populismo desmantelador o el repudio al neoliberalismo a la mexicana, tan corrupto. Esa es la clave del futuro próximo.

Estamos tan mal, que el más reciente fenómeno político mexicano, Samuel García Sepúlveda, el conquistador de Nuevo León, se entretiene con los disfraces y las redes sociales, mientras la inseguridad se expande y el transporte urbano, el Metrobús y las líneas del metro colapsan. Así las dejó el inefable Bronco, pero Samuel no ha arreglado ni un tornillo. Es el mismo tipo que le ganó las elecciones a Morena, al PRI y al PAN, con un partidito sin estructura. Pero así, se gobierna ahora.

La guerra por la sucesión 2024 ya se libra desde el bando de los “Transformadores” y contra el de los “Conservadores”; los chairos contra los fifís; los puros contra los ilustrados; los malos contra los peores; los mismos contra los iguales. No es un tema de ideologías, se trata de demagogia y de ambiciones.

Están enfrentados el PRI ancestral de López Obrador y los residuos del Prian a quien Morena ha estado pulverizando consistentemente. Ambas dirigencias se niegan a dejar el paso a mejores militantes. Son mezquinos y están asustados con las amenazas por sus pasados turbios. A estas alturas lo único valioso que esos partidos tienen son sus siglas y sus registros ante el INE, para poder competir en los procesos electorales.

A pesar del desgaste y de la falta de resultados el movimiento amloista se consolida y se vuelve cada día más poderoso. Lo que el obradorismo perdió, en diputaciones federales y alcaldías en la CDmx, lo ganaron en territorio, en gobernadores y en recursos. Ahora, gobiernan la mayoría de los estados y usufructúan sus presupuestos, son cientos de millones de pesos para hacer lo que saben: obedecer al presidente y apoyarlo a mantenerse en el poder por largo tiempo.

Actualmente, el eterno candidato, prepara su siguiente golpe. Por lo pronto la Cuarta Transformación ya fracasó. Ya reestructura a su ejército electoral; gobierna con demagogia, controla a la clase política mediante el temor robespierreano. Se prepara como nadie para el 2024. Ya veremos si alguien puede detenerlo. La política es de circunstancias y falta mucho tiempo. Nada está escrito, y ya sabemos que la política es la profesión de las traiciones. Veremos.