Incertidumbre e incapacidad, el sello de la 4T

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Jorge Arturo Estrada García.

«Qué época tan terrible en la que los idiotas gobiernan a unos ciegos».
 William Shakespeare, (en El Rey Lear).

«Sólo aquél que esté convencido de que no se desintegrará, aunque el mundo, desde su punto de vista, sea demasiado estúpido o demasiado mezquino para merecer lo que él pretende ofrecerle, sólo aquel que sea capaz de decir «¡A pesar de todo!»; tiene vocación política».
Max Weber.

Se pone interesante la segunda mitad del sexenio obradorista. La incertidumbre y la incapacidad serán el sello de la primera época de la Cuarta Transformación. Esta gestión estaba llena de buenas intenciones, pero la realidad y los fracasos terminan por arrollarla. Entonces, se da un golpe de timón, no hacia la ortodoxia política sino al populismo con ribetes de autoritarismo. En esos términos, es en donde mejores resultados obtiene el presidente. Su base social está más sólida que nunca, su partido gana gubernaturas en serie y la oposición está aplastada y descabezada. Él sabe que a sus seguidores debe alimentarlos con rencor y billetes. La mala fama del Prian hace el resto.

Andrés Manuel López Obrador es un personaje empeñado en cambiar el destino de México.

Tres años de sistemático golpeteo mediático, financiero y legal han construido las circunstancias actuales.  Es ya un escenario excelente para construir la sucesión.  Está en proceso el repliegue dentro del gabinete hacia perfiles de la izquierda dura y cercana, pero, ante todo, leales al presidente; así, la eficiencia no es una variable relevante, en esta ecuación.

Andrés Manuel López Obrador es un personaje empeñado en cambiar el destino de México. Él pretende sacarlo de la pobreza y la explotación que se padece desde siempre. Para ello, va armado solamente de voluntarismo y una visión muy personal de las cosas, lo cual trata de convertirlo en transformación. Así, aunque la realidad le ha mostrado que navega sin capacidad suficiente y sin colaboradores que ni son fieles ni eficientes, persiste en su intento a cada momento, parece infatigable.

Las condiciones sociales, políticas y económicas se lo permiten. Él inició el desmantelamiento de estructuras y saca provecho o genera las coyunturas. Transita perfectamente en el conflicto. Sin embargo, el suyo es un proyecto sin sucesores aptos ni incondicionales. Tal vez, si conserva el poder, y sólo mientras lo retenga, podrá llevar más adelante su visión de país y logre algunas transformaciones. En cuanto sea desplazado nadie de los que lo siguen podrá llenar el hueco tan grande que dejará. Tres años de gobierno y 18 de lucha social y el desgaste y desprestigio del neoliberalismo salvaje a la mexicana, y sus protagonistas, ya marcaron una etapa.

Tal vez no pase a ocupar un lugar en el panteón de los héroes mexicanos, pero de que será un proceso y una etapa digna de estudiarse y consignarse, seguro lo será. Se tratará de una en la que él será el personaje más destacado.  Sin embargo, la historia la escribirán los vencedores, así que el papel asignado a cada parte vendrá en diversas envolturas. Podría ser consignado en el muro de los villanos junto a Díaz, Huerta, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y Salinas. O también, del lado de Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas, eso dependerá de si gana su sucesión o si pacta con sus adversarios actuales.

Es evidente, que la carencia de resultados no afectó a su base social dura. Los clasemedieros sí desertaron, en realidad necesitan más sus empleos formales con mejores salarios y prestaciones, que los apoyos sociales. Además, un clasemediero es un neoliberal desde que nace. Por eso han sido estigmatizados.

Las incapacidades de su gobierno contrastan con la eficiencia de los neoliberales del Prian para generar las condiciones de acumulación de riqueza de pocos y la explotación de muchos. En esta etapa, dictada por las potencias globales, los prianistas le dieron forma a una sociedad de trabajadores ya sin leyes laborales en su favor; con el IMSS y el ISSSTE en ruinas; con los sistemas de pensiones quebrados y privatizados; con empleos temporales, en outsourcing e informales, con los sueldos más bajos para ser competitivos en el T-MEC. Fueron 40 años de desmantelamiento del precario Estado de Bienestar posrevolucionario mexicano. Aunque, también se conformó la mayor porción de clase media en la historia del país.

En el caso de AMLO, las incapacidades de su gobierno lo llevan a tropezones en su camino de ayudar primero a los pobres. La fidelidad y la capacidad no fueron compatibles con su estilo personal de gobernar. Cada día se equivoca, provoca y cae en excesos. Pero, cada día avanza en consolidar su base social y demoler a sus opositores, armado de su demagogia y sin mayores logros convence de que cuenta con una enorme popularidad, aunque sus números sean similares a los de sus antecesores Vicente Fox y Felipe Calderón.

Ante el pasmo de los militantes priistas y panistas que ven cómo van siendo derribadas las bases de su poder, y cómo las dirigencias actuales, tan patéticas van, en camino de regentear cascarones de partidos solamente. La gran diferencia, es que el presidente trabaja cada minuto para conservar, a sus seguidores, a billetazos salpicados de discursos. Él conserva credibilidad entre los suyos, por increíble que parezca. AMLO, apela a los sentimientos de la masa y los conecta con su lenguaje simple y repetitivo. Es asunto de emociones y no de razones.

Así, aunque el número de pobres aumenta y que se mueren en mayores cantidades en México que en el resto del mundo por diversas razones, la aprobación persiste. Pareciera no importar que en los hospitales no haya suficientes medicinas ni doctores. Tenemos fosas clandestinas rodeando las zonas urbanas a lo largo y ancho del país. Somos un país de muertos, de asesinados y de desaparecidos. Y, de fatalismo.

Presenciamos una carrera contra la realidad. Habrá que observar si la demagogia y el reparto de dinero alcanzarán para que en el 2024 se logre consolidar en el poder al amloísmo. Veremos si los problemas de los mexicanos serán más grandes que las dádivas que reparten los siervos de la nación y que los votos estallen en favor de alguien que no sea morenista.

¿Estamos ya en la etapa en la que el presidente de la república se percibe a sí mismo como el dueño del país? Sabemos que presenciamos la degradación de México en muchos sectores. El gobierno interfiere más que apoya, en repetidas ocasiones. Nada ha hecho por mejorar las inversiones privadas que generan empleos formales. Sí concretaron aumentos en los salarios mínimos, pero la inflación que crece se los come. Se quejan del negocio de las vacunas, las farmacéuticas y de sus precios. Pero el gobierno es incapaz de fomentar la investigación e innovación de alto nivel para generarlas de manufactura nacional.

Sin embargo, el mandatario, todo lo termina justificando en términos de pesos y centavos. Los recortes y reasignaciones surgen porque los adversarios quieren presupuesto para robar, compran medicinas para ganar mucho, vacunas para niños y jóvenes son negocio de farmacéuticas, no evolucionamos ni hay planes para ello. El gobierno busca las entelequias de las soberanías que llenan la mente del presidente que no comprende al mundo del siglo 21. La pobreza no se ha abatido. El neoliberalismo que la genera tampoco. La única novedad en tres años es la demagogia sistemática, diaria.

La debilidad del Prian y el pasmo de los dueños del dinero facilitan las cosas para la expansión de Morena, que con todas sus incapacidades ganan y se convierten en gobiernos. La corrupción del neoliberalismo carcomió a los partidos y a sus cuadros, ya solamente quedaron los mediocres pululando en las dirigencias, en las candidaturas y en los cargos. Actualmente son unas veces perseguidos, otras veces comprados o cooptados y la mayor parte del tiempo asustados por la UIF y la Fiscalía.

La juniorcracia que estableció el PRI por todo el país, los llevó a descuidar la principal fortaleza de su partido: los millones de pobres organizados y asistencialmente atendidos.  Los tricolores fallaron. Andrés Manuel, se los arrebató. Además, las clases medias hartas de la corrupción descarada del Nuevo PRI le pusieron los últimos clavos al ataúd. La corrupción era el tema y la bandera.

Contra ese dinero que llega y ese rencor que se alimenta en La Mañanera nada hay que hacer. Como gobierno, es un desastre, pero López Obrador es un fenómeno político, exitoso hasta el momento. No se trata de resultados, de ideologías ni de eficiencia. Todo es acerca de alimentar con odio y dinero al antipriismo.

El rencor y la necesidad son tan fuertes entre muchos mexicanos que los morenistas arrasan en las elecciones aún con candidatos impresentables y sin resultados positivos de gobierno. Andrés Manuel y el “pueblo bueno” contra los demás, así serán las cosas los siguientes años. Sin moverle una coma.