Oliverio Ascascius.
La mujer del hombre es como la luna,
guardiana de sus noches,
inspiración de sus deseos.
Ella es como el sol,
lucero de sus mañanas,
brillante, ardiente,
complemento de sus llamas.
Es como el agua de lluvia,
impetuosa como las olas,
eterna como el mar,
Insondable como el cielo.
A veces es tranquila,
serena, apacible, indomable.
No siempre la misma.
Diferente cada instante
Ella es como una vela encendida
que se consume lentamente
hasta dar todo de sí.
Cuando quiere, es como el susurro del viento,
tenue como una pluma de pájaro santo
que desciende con suavidad hasta la espera del hombre.
Pero, ¡ay!, verdad suprema,
ella es como un campo de batalla
que deja huellas imborrables
a través del tiempo y la distancia.