Jorge Arturo Estrada García.
“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México
de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones
que imponen a la ley quienes deberían de servirla.”
Luis Donaldo Colosio Murrieta.
“Por el bien de todos, primero los pobres”.
Andrés Manuel López Obrador.
“Cuando todos piensan igual, ninguno está pensando.”
Walter Lippmann.
Los escenarios son inéditos y se suceden a gran velocidad. La lucha por el poder, tras el derrumbe del PRIAN, vuelve más interesante las cosas. Sin candidatos fuertes y carismáticos, los obradoristas y sus adversarios intentarán quedarse con el poder en el 2024. AMLO desde su primer día construye su Maximato. Mientras, la oposición moralmente derrotada busca un líder capaz se expulsar al proyecto transexenal de Andrés Manuel del Palacio Nacional.
Los prianistas saben que no cuentan con cuadros capaces de presentar batalla, en sus listas figuran solamente tipos desgastados y poco atractivos para una elección tan difícil. En medio de esas turbulencias, un nombre ha surgido súbitamente y su aparición en las encuestas ha generado múltiples reacciones que van desde el morbo, la incredulidad, la risa, descalificación o el desprecio. Pero podría convertirse en un contendiente serio.
El mundo se cimbró en el 2020, y todo se alteró y cambió. México está envuelto en una época convulsa en muchos sentidos y es arrastrado por las tormentas internas y las globales. En el corto plazo nada será lo mismo. Habría que ver las cosas alejados del cinismo del “ya lo sé todo y ya lo vi todo”.
En la posmodernidad y con redes que hiperconectan y alteran las formas de vida tradicionales; las que nos han convertidos en personas altamente desinformadas, navegando en océanos de mensajes irrelevantes, diseñados para alterar las percepciones del mundo real. Esas que son escogidas por algoritmos pero que impactan nuestras mentes. Esas diseñadas para mantenernos atentas a esos mensajes. Ese mundo virtual nos aleja de los agobios, la marginación, la soledad y la injusticia social imperantes fuera de las redes.
De esta forma, la fama y las marcas se van imponiendo a las trayectorias, a las ideas, a la información y al conocimiento, lo mismo en la política que en los demás aspectos sociales. Atravesamos una época en donde importa más afectar a los sentimientos y los resentimientos que mostrar las acciones y los perfiles. Los likes y las reacciones con stikers se vuelven más relevantes que las palabras.
Así, en este país, tenemos un presidente que presume popularidad y, soberbio como es, se siente invencible. Se considera a sí mismo, cada día más, un líder tercermundista latinoamericano de los países de izquierda. Cotidianamente les recuerda a sus adversarios que la gente lo quiere y que las encuestas así lo demuestran. Se asume como uno de los mandatarios mejor aprobados del mundo.
Es entonces, en este mundo enrarecido y en un país tan polarizado, cuando aparece un joven que reta a un par de veteranos políticos capitalinos con pasados turbulentos. Un presidente municipal de Monterrey, Nuevo León, de 36 años, cuyo padre fue asesinado mientras era candidato del PRI a la presidencia de la república.
Luis Donaldo Colosio Riojas, el hijo de la mayor figura política mexicana, de la segunda mitad del siglo 20, es impulsado desde Monterrey a la competencia por el Palacio Nacional del 2024.
Su padre, Luis Donaldo Colosio Murrieta, expresaba en sus mensajes la indispensable reconstrucción de un país, la regeneración de su partido y de la vida política:
“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
“Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.
“Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar.”
Luego de ser asesinado, el sonorense Colosio, se convirtió en leyenda a lo largo y ancho del país. De darse el caso, su hijo competiría bajo el manto de esa leyenda. El regiomontano también es norteño, es joven, tiene pasado limpio y está cobijado por el aura de su padre Luis Donaldo. Y en las primeras mediciones ya emparejó a los principales gallos de López Obrador.
Nuevo León es reflejo de muchas cosas extrañas respecto a sus preferencias políticas. Ellos han elegido a gobernantes de casi todos los partidos e incluso a un independiente extravagante; sin embargo, y a pesar de algunos de ellos, siempre se han mantenido como el motor económico del país. Su nuevo gobernador Samuel García es un ejemplo de eso. Colosio Riojas, por su parte, ha mantenido un perfil más serio.
Colosio Murrieta fue contemporáneo de Andrés Manuel, nació en 1950 mientras que el tabasqueño es de 1953, pero él sí logro triunfar dentro del PRI. Fue lo que el presidente critica como un “aspiracionista”: estudió Economía, becado en el Tec de Monterrey y luego una Maestría en la Universidad de Pennsylvania. Aunque, orgulloso él proclamaba: «Provengo de la cultura del esfuerzo y no del privilegio».
Actualmente, México sigue siendo un país agobiado, aunque ahora es gobernado bajo el lema de “Primero los pobres”. AMLO es un fenómeno político que deja huella en la historia. Aun no es posible saber de qué extensión o relevancia será la estatura que alcance. “Primero los pobres” es su frase clave, y a ellos les habla. En respuesta, esas amplías masas lo hacen fuerte.
Sin embargo, AMLO no es invulnerable y ya ha perdido el 20 por ciento del respaldo popular que tenía en el 2017 e inicios del 2018, aunque su base de simpatizantes ronda un importante 60 por ciento. Hay un declive evidente, pero los otros partidos ni juntos lo alcanzan. El presidente ya destapó a los precandidatos presidenciales morenistas: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, son quienes encabezan las encuestas con Colosio pisando los talones.
En este mismo período, surgieron jóvenes políticos que han llamado la atención. Ninguno de ellos es del Prian; uno es el gobernador de Nuevo León, Samuel García y el otro es Luis Donaldo Colosio Riojas, alcalde de Monterrey.
Este joven Colosio y los resultados de una encuesta nacional provocaron una reacción violenta del líder del PRI, reclamando la marca de Luis Donaldo Colosio Murrieta, como propiedad de su partido. Además, asegurando que él mismo es más conocido que el alcalde de Monterrey. El resto de los partidos están desconcertados ante el eventual surgimiento de un nuevo fenómeno político.
Así se debate en estos tiempos. La popularidad manda en la mente de los mexicanos y sus políticos. Poco importan los resultados, la realidad y las trayectorias.
Sería sumamente interesante presenciar un duelo entre el hijo de una leyenda priista, un joven clasemediero norteño contra alguno de los veteranos políticos capitalinos: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, quienes compiten bajo la tutela del presidente López Obrador.
Por su parte, los aspirantes prianistas son tan chaparros que hasta Ebrard y Sheinbaum se ven muy fuertes. Es evidente, que el presidente desde el primer día de su gestión está en campaña, para la reelección o el Maximato. También es claro, que en casi cada elección estatal derrota a sus adversarios. El PRI llegó a una debilidad patética con un dirigente que no puede con el paquete. En sus tiempos de poderío no importaba la militancia y el presidente de la república dirigía todo desde Los Pinos. En este momento, los cuadros tricolores deberían saber que es mejor ser revolucionarios que institucionales. Es indispensable que cuenten con un mejor dirigente.
Por lo pronto, el hijo de Luis Donaldo Colosio ya le puso un ingrediente de interés a la contienda. Ya que ninguno de los aburridos enlistados como Enrique de la Madrid y Alfredo del Mazo tiene la menor oportunidad de victoria. Parece que el golpeado panista Ricardo Anaya ha perdido impulso. La contienda se avizora Norte contra Sur, aspiracionistas contra fieles morenistas, en medio de visiones de país contrastantes. Y tal vez sería un duelo tutelado por dos iconos del imaginario político nacional. Uno vivo y despachando desde la Silla de Águila y el otro, asesinado, pero con su legado vigente. Se ponen interesantes las cosas. Veremos.