Jorge Arturo Estrada García.
La manera más rápida de finalizar una guerra es perderla.
George Orwell.
La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva.
José Saramago.
La guerra es el arte de destruir hombres, la política es el arte de engañarlos.
Jean Le Rond D’ Alembert.
El país se sacude, irremediablemente agobiado por las crisis por las que atraviesa. El gobierno federal ya está inmerso en la conquista absoluta del poder. El presidente, ha diezmado sistemáticamente a los contrincantes y desalentado a los conspiradores. Por el momento, los objetivos del Palacio Nacional no son mejorar la calidad de vida, ni la salud, ni la seguridad de los mexicanos. La segunda mitad de su gobierno será eminentemente electoral. Así, se enfoca en despojar a los opositores de las gubernaturas, de todas si es posible, en el caso del PRI. Varios de mandatarios ya están listos para entregarlas.
El poder presidencial se ha consolidado de tal manera que ya está ganando algunas batallas electorales desde antes de pelearlas. Sin embargo, los ciudadanos padecen irremediablemente la violencia que asesina, la inflación que carcome sus recursos y las estrategias y el sistema de salud tan deteriorado y desatendido que vuelven tan difícil la vida. Así, muy exitoso en popularidad y electoralmente, pero malo para apoyar a los ciudadanos y sus familias para atravesar las severas problemáticas, resultó el mandatario de la Cuarta transformación.
De esta forma, en medio de grandes fracasos gubernamentales, a todos los niveles, las entidades federativas caen como fichas de dominó, ante Morena, en las elecciones por las gubernaturas. Durante estos primeros tres años del sexenio solamente un grupo de mandatarios decidieron enfrentarlo y en ocasiones desafiarlo. Sin embargo, los tiempos políticos terminaron por desintegrar al grupo de gobernadores federalistas. Los recién llegados al poder, ya se alinearon en la oficialista Conago.
Simultáneamente, esa serie de derrotas han ido derrumbando a los principales partidos nacionales. El PAN está muy debilitado y desgastado y el PRI parece al borde del derrumbe. El tricolor parece más estar a punto de convertirse en un partido bisagra, que ser capaz de recuperar sus viejas glorias. Mientras, en el blanquiazul las grietas se vuelven más amplias cada día.
Sin liderazgos; sin grupos fuertes, ni siquiera regionales; desgastados y atemorizados sus principales cuadros, el expartidazo pasa por los peores momentos de su historia. Sus gobernadores salientes se aprestan a entregar el poder y a negociar impunidad y premios, señalan muchas voces y actitudes.
Sabemos que las elecciones estatales las ganan y las pierden los gobernadores. Así ha sido a lo largo de la historia del país. De su destreza, decisión, organización, estructura y recursos depende obtener las victorias electorales. En esa forma el PRI construyó su fama de invencible.
Esos eran gobernadores con control político y con sucesores fuertes que habían sido designados directamente por el presidente de la república. Posteriormente, las derrotas tricolores se sucedieron cuando los mandatarios estatales descuidaron sus estructuras partidistas, abusaron de la corrupción y de los malos resultados de sus gobiernos.
Con el Nuevo PRI peñanietista, la corrupción hizo implosión en el partido. Ya no existían los controles corporativos ni mediáticos del viejo PRI. En esos momentos, no se había reconstruido nada importante, y fueron los fracasos panistas y la mercadotecnia acertada de los impulsores de Enrique Peña los que los regresaron a Los Pinos. Sin embargo, los excesos de los virreyes, saqueadores descarados, irritaron a los ciudadanos en tal forma que AMLO con su discurso cansino y machacón terminó por penetrar entre las clases medias aspiracionistas y fortalecerse entre las populares tradicionalmente priistas. Los panistas nunca consolidaron estructuras y dependieron de figuras atractivas y del voto anti-PRI emergente, luego vinieron las derrotas.
Andrés Manuel disfruta el poder, casi más que ninguno de los presidentes recientes. A él le deleita fustigar, humillar y derrotar a sus adversarios. Le gusta pontificar y establecer marcos morales y de valores emanados desde sus particulares visiones de la vida. Luego de casi dos décadas de rumiar fracasos electorales ahora trata de controlar hasta el último detalle de lo que le interesa. Lo que realmente le importa en conservar el poder, para ello intenta desprestigiar y desmantelar las instituciones que sustentan las frágiles estructuras democráticas del país.
Actualmente, los escenarios son inestables. El Edomex, está casi entregado por el titubeante Alfredo del Mazo, y, sin embargo, Delfina Gómez, la morenista perfilada por AMLO, ahora se tropieza con un fallo del tribunal que la sacudió como un torpedo bajo la línea de flotación. Así es la política.
Por su parte, los gobernadores y aspirantes priistas no auguran un buen futuro. El apoyo será regateado en las campañas, los candidatos y candidatas deberán construir sus propias estructuras para lo que demandarán mucho dinero, que lo mandatarios no estarán dispuestos a entregar fácilmente. El temor que inspira el tabasqueño es impresionante. Con las gubernaturas que ganará este año se volverá más poderoso todavía, ahora también lo será por tierra y con recursos de sobra para el 2024. Sus únicos estorbos serán los miembros de su caótico partido.
Así, AMLO, arrasará con los mandatarios estatales este año. Para el 2023, el Edomex estará más en riesgo que Coahuila. Eso marcará época, con el PRI con solamente dos gobiernos estatales por primera vez en su historia. Además, ambos estarán en juego electoral.
En política, las circunstancias mandan. Y, el tiempo disolvió a los federalistas. Ante el paso avasallador de Morena, en el 2021 varios gobernadores decidieron entregar sus estados sin luchar. Javier Corral, Claudia Pavlovich y Quirino Ordaz esperan ser premiados; ahora Hidalgo, Durango, Quintana Roo, Oaxaca y Tamaulipas están listos para rendirse y negociar. Mientras, Silvano Aureoles y El Bronco, que también ya se fueron, ya son investigados.
Mientras lo electoral y la popularidad le sigan funcionando, Andrés Manuel, seguirá sin modificar las prioridades de su gobierno. Él trabaja con sus incapaces pero confiables colaboradores, ellos son tránsfugas de otros partidos, con las viejas mañas y vicios de siempre. Por lo pronto, el país sigue a la deriva y no concreta avances. Lo del presidente, es ganar elecciones y mantener el encono que le da vida, superioridad y viabilidad a su 4T.
El presidente se mantiene fuerte y popular, mientras el Banco de México, señala que en 2021 nuestro país registró una salida histórica de capitales extranjeros, por un monto de 257 mil 601 millones de pesos. En 2020 la fuga de capitales ascendió a 257 mil 239 millones. En total, en dos años salieron del país más de 500 mil millones de pesos, producto de la desconfianza que tienen los extranjeros con el actual gobierno federal.
En México, la tortura, las desapariciones forzadas, los abusos contra migrantes, las ejecuciones extrajudiciales, la violencia de género y los ataques contra los periodistas persisten, expone Human Rights Watch, HRW en su informe anual de 2021. No habrá cambios en las estrategias gubernamentales en el corto plazo. Nadie vendrá al rescate Así pasó en tiempos del Priato, así pasa en los del Lopezobradorismo. Sin ciudadanos ni líderes, México se sacude.
Solamente una erupción de indignación ciudadana, ante el deterioro en la calidad de vida de los mexicanos, podría alentar el voto contra Morena para echarlo del poder. Sin embargo, ni entre los partidos, ni entre la clase política ni entre otros sectores sociales, se perciben figuras con la estatura suficiente para encabezar una opción opositora. No obstante, el dinero siempre es el indicador más sensible; ya que siempre es el primero que se alarma y que se escapa. Veremos, sobre aviso no hay engaño. Es una carrera entre la magia de la demagogia y la cruda realidad. Por lo pronto, algunos ya se rindieron.