Oliverio Ascascius.
De antemano pido disculpas a los
cerdos por haber hecho tan injusta
comparación con los hombres.
Los desperdiciadores,
los grandes y pequeños desperdiciadores
que no supieron aquilatar
el valor sagrado del alimento;
algún día reencarnarán convertidos en cerdos.
Todo lo que tiraron y menospreciaron
lo habrán de buscar afanosamente
entre el lodo y el excremento de los humanos.
Será tanta su hambruna
que también tendrán que comer excrementos,
y se pelearán por ellos.
Lo que hoy no les es apetecible
mañana les sabrá a gloria,
aunque sea despreciable y maloliente.
Tendrán que comerlo porque serán cerdos,
cerdos gordos y apestosos,
hocicones y grotescos, peludos y sarnosos.
En la basura
reconocerán aquellos alimentos a medio comer
que se dieron el lujo de tirar y les sabrán a gloria,
porque serán cerdos,
serán cerdos.
Los que hoy desprecian un pedazo de pan,
los eternos indiferentes que no saben
lo que es padecer hambre,
los que solo pellizcan la comida y la tiran o la dejan,
serán cerdos,
serán cerdos.
Pero también serán cerdos
aquellos que ahora se portan vilmente
con sus semejantes.
Aquellos que en vez de hablar hociquean,
y babean y gruñen y vociferan
como lo que ya casi son:
unos cerdos gordos y grotescos.