La ENAH, institución vilipendiada

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José C. Serrano Cuevas.

El doctor Gilberto López y Rivas ha difundido en algunos medios informativos, su convicción de lo que ha sido la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) a lo largo de 84 años.

Afirma que en sus inicios era el Departamento de Antropología de la Escuela de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en 1938, y posteriormente integrada al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en 1946, es la institución de educación superior, pública y gratuita, considerada el alma mater de generaciones de especialistas mexicanos y latinoamericanos en diversas disciplinas: antropología social, antropología física, arqueología, etnología, historia, etnohistoria y lingüística.

El doctor López y Rivas nació en la ciudad de México hace 78 años. Es licenciado en antropología por la ENAH, maestro en la misma disciplina por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y doctor en la materia por la Universidad de Utah, Estados Unidos. Es investigador del INAH, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), investigador titular C del Centro Regional INAH-Morelos en Cuernavaca; fue profesor de la ENAH y de la UNAM, profesor visitante de la Universidad de la Habana, Cuba; de la Universidad de San Carlos, Guatemala, director de la ENAH (1980-1983). Ha publicado una quincena de libros enfocados a las ciencias sociales.

Para este investigador, la ENAH en sus 84 años de existencia ha sido el principal espacio formativo del personal académico de organismos del Estado mexicano como el propio INAH, y también de quienes formaron nuevos departamentos de antropología y universidades y centros de investigación social, dentro y fuera de México.

Con una perspectiva integral de las ciencias antropológicas e históricas, poco frecuentes en latitudes del ámbito educativo estadunidense y europeo, la ENAH ganó reconocimiento nacional e internacional por su capacidad de mantenerse en su diversidad intelectual, ideológica y política, como un recinto de producción científica de alta calidad, a la par que de reflexión y pensamiento crítico que no pocas veces concitó los ataques de la derecha ilustrada, que llegó al extremo, como en el caso de Octavio Paz, en enero de 1987, de demandar su clausura por ser «un centro de ideología seudomarxista de dudosa calidad académica», y no obstante que Claude Lévi-Strauss, en una ocasión, comentó al laureado poeta que la ENAH «era una de las mejores escuelas del mundo». 

Esta es la ENAH que las políticas neoliberales de los gobiernos anteriores y del actual han llevado al borde de la inoperancia, al acortar el presupuesto para el cumplimiento de sus funciones académicas, administrativas y de mantenimiento mínimo de sus instalaciones.

Hoy, como ayer, la comunidad de la ENAH, organizada en Asamblea General de profesores, estudiantes y trabajadores, se ha movilizado, proponiendo una ruta de trabajo para solucionar sus demandas estructurales que ya son históricas, a través de mesas de negociación interinstitucionales, integradas por autoridades con capacidad resolutiva.

Existen otros espacios a los que los egresados de la ENAH pueden incorporarse, particularmente los antropólogos físicos, que tienen un horizonte amplio en interacción con criminólogos, criminalistas y peritos forenses. Su presencia, por ejemplo, en la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNBP) desincentivaría la arraigada costumbre de contratar jefes de oficina, jefes de departamento, subdirectores que resultan caros e improductivos en un ámbito que necesita con urgencia especialistas en la identificación de cuerpos y restos humanos de personas desaparecidas: ¡La nómina para pagar una burocracia obesa es un gran desatino en tiempos de austeridad!