Rafael Del Río Rodríguez (2)

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Lic. Simón Álvarez Franco.

Vieja y nueva imagen de López Velarde

En 1971 presentó en el homenaje nacional por el cincuentenario del fallecimiento del bardo jerezano esta semblanza, que por mucho sobresale como la mejor de las hasta entonces y creo que de todas las escritas hasta la fecha sobre este poeta, en la que nos da luz sobre muchas de las crípticas sentencias que López Velarde utilizó en sus versos y prosas, mi abundante colección sobre este nuestro primer poeta nacional que se han forjado, aunque reconozco que aún me falta de leer El Don de Febrero, difícil de conseguir a pesar de tanto esfuerzo que he puesto por hacerlo. No resisto la tentación de analizar esta prosa que nos regala Rafael del Río.

“. . . las páginas culturales y entre ellas deben señalarse particularmente las del periódico Excélsior, han enriquecido considerablemente el anecdotario y la información biográfica de nuestro autor, al publicarse entrevistas con personas que tuvieron alguna relación con el poeta durante su vida.”

Nos dice don Rafael del Río: “¿Cuál será, entonces, la razón que justifique como el que hago de dar forma un nuevo acercamiento al admirado y querido poeta?”

Rafael Del Río Rodríguez

“Razones de variado orden, pero sobre todo el deseo de que la Universidad de Coahuila, bajo cuya promoción se publica este ensayo, esté presente en el magno acontecimiento que ocupa la atención de escritores y aficionados a las letras , y que en una u otra forma son afectos a la obra de Ramón, no obstante su filiación ideológica o de tendencias estéticas: cualidad esta que se suma a la rara categoría de su propia obra, que como se sabe, fue materia de polémica desde la aparición de sus primeros trabajos”.

Leer, razonar la fuente de las palabras y oraciones, en fin, la escritura de Ramón, no es cosa fácil, nos embruja el ritmo de sus versos y la sonoridad de sus rimas, leerlo se convierte en fácil, razonarlo es lo más difícil, es engañoso y al interpretarlo caemos en la trampa que musicaliza nuestro oído, pero que se niega a ser comprendida a cabalidad, hasta que nuestro espíritu comprende las razones -variadas y múltiples- que el poeta tuvo para elegirlas y conformarlas en cientos de versos y prosas.

El Dr. Horacio Gutiérrez Crespo (f) quien fuera Cronista de Torreón y Presidente en la Laguna del Seminario Mexicano de Cultura, me determinó para que aceptara escribir este mínimo homenaje al poeta, que se convirtió en el largo libro que el lector tiene en sus manos.”

Por mi parte y la de mi hermano mayor, no olvidamos la gentileza del Prof. Emilio Hernández quien durante su encargo de construir la Biblioteca (no recuerdo el nombre que se le dio al edificio, quizá Melchor Múzquiz Blanco), ubicada en la Alameda Zaragoza, junto al Lago de la República, allá por 1950, nos enseñaba las colecciones el Profesor Emilio, hablando elogiosamente de cada autor y cada obra, a él le debemos nuestro amor a  la  lectura y ahí recuerdo haber visto por primera vez el nombre de Rafael del Río en la portada de un libro, y eso que han  transcurrido más de 73 años.

Volviendo al escritor que nos ocupa hoy, este encargo fue el que me proporcionó la idea de internarme en el mundo personal de una de las más complejas figuras de la literatura mexicana, de las más discutidas y examinadas, pero al mismo tiempo de las más cargadas de seducción y encanto; mas el viaje ha de ser sin otros afanes que no sean con un sano empeño de acercarse a su obra para detectar puntos de interés que produzcan mejores aspectos de la trilogía, que como a cualquier otro ser mortal, lo define, a cuyo redor gira su obra y que se resume en esta polaridad:

Intelecto, Espíritu y Corporeidad.  

Páginas innúmeras se han escrito sobre Ramón por las mejores y más cotizadas plumas nacionales y extranjeras, desde Xavier Villaurrutia hasta el más modesto jornalista de provincia, por lo tanto, nos proponemos difundir, procurando no desgastar ni hacer cargante su nombre y apellidos.

Francisco Monterde descubrió una cuarteta grabada por el poeta en la parte posterior de su casa cuando a los 12 años se edad tuvo que cambiar de residencia al moverse toda la familia, poniendo por nombre a sus sencillos versos El Autógrafo consiguiendo así fechar que esta cuarteta es su primer poema en verso y no así Imposible que siempre se había considerado como la primicia de su iniciación poética y a la vez descubriendo que, su intelecto había trabajado desde su infancia en la rima que lo acompañó hasta su muerte, la que nutrió con su formación religiosa y con la educación familiar  de intensa admiración por el lenguaje del catolicismo familiar. Su intelecto por los rituales y vestuarios de la iglesia que nunca lo abandonó y formó parte de sus versos y su vida, de ahí que este lenguaje, sus ritos y vestuarios estén presentes en toda su obra.

Su educación formal en Aguascalientes y San Luis Potosí formaron parte importante con sus estudios de latín, griego e inglés a grado tal que pudo utilizar estos idiomas además del español a grado tal que don Francisco I. Madero le encargó la tarea de redactar el Plan de San Luis con que abanderó su lucha contra el porfirismo para darnos democracia en lugar de una dictadura.

Podemos sí hablar de  un Ramón a partir de 1904 , y otro que adquiere nueva fisonomía desde 1945 aproximadamente, aquél será el que empieza a escribir sus primeros versos, el segundo será aquél en que logra dibujarse con una nueva personalidad, al sobrevenir una serie de poemas inéditos y trabajos desconocidos, hasta que culmina con la Suave Patria, ya muy cerca de su deceso, esta visión sólo será válida para quienes conocimos su obra en los años anteriores a 1945, pues la perspectiva para el lector de la segunda, será una visión sin posible escisión.

Toda la publicidad y las investigaciones hechas después de su  muerte han favorecido que se le conozca y estudie, loable por todos conceptos, pues aún nos falta mucho por ahondar en este intelecto que se nutrió con los avatares de la patria y que supo narrar las tragedias y eventos de una revolución que cambió no sólo la imagen del país, sino las múltiples personalidades que dieron origen a nuestra actual literatura. Ya que puede afirmarse que no hay hombre de pluma mexicano, de cualquier categoría, tendencia o escuela que haya escapado a la tentación de echar su cuarto a espadas sobre obra tan incitante.

Descuellan los ensayos de Xavier Villaurrutia y José Luis Martínez, así como los de Pedro de Alba, su íntimo amigo y compañero de estudios, quien habló exhaustivamente sobre la personalidad de Ramón, ya que tuvo la suerte de acompañarlo durante casi toda su vida.

El Saltillense Federico Berrueto Ramón, ilustre velardista publicó Voz y entraña de López Velarde, que ha sido el mejor compendio sobre el poeta, su intelecto y pulcritud en sus decires.

Espíritu: es decir el alma que atormentada por los deliquios de la carne, enfrentó fieras batallas para mantener su religión y su inocencia, ante los embates de un siglo terrenal y tentador. Llegaron a llamarle como el poeta de la provincia, del amor y de la muerte, todo lo cual es cierto, para él nutrido en tierra adentro, frecuentemente se encaraba al amor, desdichado en este aspecto, no pudo jamás olvidar su amor juvenil, prematuro a Fuensanta, prefirió escoger el camino del celibato para vencer al “tigre” de la lujuria y no propiciar el nacimiento y crecimiento de hijos que poblaran las miserias del mundo. Un sacrificio, sí, pero acorde con sus creencias y oraciones.

Corporeidad: Su aspecto físico que más de una vez llegado a la Capital se le conoció en forma un tanto peyorativa como “payo”. ¿Cuál es el origen de este “payismo”? Que si bien ha tenido siempre tintes peyorativos para el habitante de la gran ciudad, tratándose de este personaje adquiría cierta dignidad y prestancia, amén de colorido. El interior del país, la “tierra adentro”, como la llama repetidamente el gran poeta, la provincia zacatecana, la Villa (entonces) de su Jerez, lugar de su nacimiento. En efecto, Ramón llega al mundo en aquél sitio el día 15 de junio de 1888, para cumplir su tránsito en otro día de junio, el 19 de junio de 1921, en la “ojerosa y pintada” al decir suyo, Capital. Jerez pertenece al frío y desolado paisaje de la Mesa Central: “un cielo cruel y una tierra colorada”

          ¿Y qué, el medio tono de su poesía no nos parece bebido de ese paisaje precisamente? Jerez todavía nos recuerda la ortodoxia confesional del fin del siglo; esencia católica donde la población se entrega al silencio, a la soledad y a una añorante religiosidad, y esto, esto es precisamente, lo que define su esencia espiritual, es decir, su liga con la tierra, su psicología hacia adentro. Donde habría de desarrollarse su espíritu. No en balde su semejanza con el boticario de Lagos, Francisco González León, no se conocieron en particular, pero abrevaron casi simultáneamente con la misma admiración por lo eclesial y provinciano, por las flores, por los aromas desleídos y la filosofía profunda en ambos.

            En el caso de López Velarde, un hombre fornido, siempre vertical, bien vestido y acostumbrado a usar sombrero, no por la moda, sino como complemento de su vestir atildado, un poco taciturno, fácil de hacer y conquistar amigos, frecuentando a artistas y letrados. El café lo tomaba al anochecer en el jardín del Hotel Palacio, por San Juan de Letrán, a la vuelta de la Avenida 16 de septiembre, donde se juntaba con escasos amigos a comentar las noticias del momento, con el pintor Saturnino Herrán, el más nacionalista del arte nacional, frecuentemente se les juntaban algunos paisanos o amigos de provincia que se hospedaban en tan céntrico hotel, entre ellos Mardoqueo Ramos, de Monclova, Cupertino Dávila de Saltillo y algún otro de bizarro nombre, (a estos dos nombrados antes, sí los conocí , al primero en Monclova y al segundo en Saltillo) lo que dio lugar a la broma de sus amigos capitalinos de “el grupo de amigos de nombres raros de que se rodea Ramón López Velarde. Desde ese lugar se desplazaba ya noche a pie, desdeñando el uso de carros de sitio hasta su domicilio en lo que ahora es la Avenida Álvaro Obregón. Precisamente de ahí salió enfrentando al clima casi invernal la noche del 12 de junio, lluviosa noche en que pescó la pulmonía que pocos días después le causara la muerte.

               El Lic. Rafael del Río tuvo amistad cercana con el doctor Jesús López Velarde hermano del poeta que hoy nos ocupa, lo que le permitió abrevar información valiosa y fidedigna sobre Ramón, ya que este profesionista ejerció su carrera varios años en Torreón, teniendo su consultorio por la céntrica Avenida Morelos durante la década de los 40, varias veces lo acompañó a estas entrevistas Enrique Fernández Ledezma, reconocido escritor.

Sensual y devoto, místico y carnal

            Una de las fórmulas paradojales utilizada por Carlos Monsiváis para definir el ser y estar de Ramón en el mundo, se refiere a uno de los capítulos centrales  de su drama, de ese drama espiritual que consumió buena parte de su vida, por breve que haya sido, y que se cifra en aquella tendencia de su conducta a proyectar con igual énfasis las inclinaciones de su espíritu hacia el disfrute de los sentidos, en su gama más amplia, que hacia las inclinaciones del alma en la contemplación de los valores religiosos y concretamente de la imaginería cristiana. Esta doble actitud adquiere plena conciencia al llegar la madurez del poeta y en cierta forma es determinante del título del segundo de sus libros, Zozobra; pues es durante el período que abarca la producción de los poemas que lo integran de 1916 a 1919, cuando el conflicto alcanza su mayor vigencia, son también las más elaboradas muestras de la perfección formal alcanzada en la plenitud de sus recursos y del material utilizado.

¿Amor a las mujeres? Apenas rememoro
que tuve no sé cuáles sensaciones arcanas
en las misas solemnes cuando brillaba oro
de casullas y mitras, en aquellas mañanas
en que vi muchas bellas colegialas; el coro
que a la iglesia traían las monjas Teresianas.

Años después; hasta las complejidades barrocas de El Son del Corazón, una atmósfera cargada de sensualidad y erotismo circula por la obra de Ramón; sensualidad y erotismo ciertamente mezclados y enlazados con los más profundos sentimientos de religiosidad, como que ahí tienen sus raíces. No será posible pues, separar en su obra uno de otros de esos elementos consustantivos que tienen, además, otra implicación: el sentimiento de la muerte, que ya se insinuaba en La última odalisca:

Mi alma pesa y se acongoja
porque su peso es el arcano
sabor de haber conocido
la Cruz y la floresta roja
y el cuchillo del cirujano.
No obstante ser
La rechifla de los demonios sobre
mis bancarrotas chuscas de pecador vulgar

Su dualidad religiosa y erótica, se explican claramente por su preparación de seminarista y las tentaciones del mundo carnal que lo hicieron abandonar sus estudios religiosos a temprana edad, sus reflexiones sobre una muerte que intuía cercana, no longeva, tema recurrente en Zozobra. 

Bajo el imperio de la plástica

Si acudimos al diccionario de la RAE encontramos definiciones claras de “Magia” como: “arte fingido de producir por medio de operaciones extraordinarias y ocultas, efectos contrarios a las leyes naturales”. Por su parte “mito”: “cosa fabulosa”.  Qué precisa nos queda la primera definición para aplicar Ramón, pues él, más que nadie en nuestras letras, ha sido capaz de lograr químicas tan inauditas y soberbias como las que ha realizado con los sustantivos, para obtener con ellos el más sorprendente efecto. ¡Arte fingido!, ¡claro!, si él mismo lo dice:

                       La vida mágica se vive entera
                       en la mano viril que gesticula
                       al evocar el seno o la cadera.

             Una de las cualidades más relevantes de Ramón y que explica el secreto de su éxito y a la vez es la causa eficiente de su éxito es la virtud mágica que le confirió a su poesía y que lo convirtió en “mito”, su prestigio que ahora goza, que no le permitió dejar seguidores, sí estudiosos que siguen escarbando su obra, pero no una escuela, pues Ramón, puede decirse, agotó el lenguaje y el adjetivo tan nuestro, que no permite ya a otros utilizarlo, pues con excepción realizó sonetos, algunas liras y dípticos clásicos en su métrica, la inmensa mayoría está realizada en “verso libre”.

              Nos hemos extendido en la mejor semblanza sobre la personalidad y la obra Lopezvelardiana, realizada por Rafael del Río, sugiriendo a nuestros lectores a conseguir sus libros, en especial Prosas olvidadas en el que losamantes de Saltillo -que somos muchos- encontraremos entre otras; El Calvario, Fortín Carlota, Cerro del Pueblo, etc. etc.

                A fuerza de costumbre y todavía conmovido por las menciones de Ramón en labios de don Rafael del Río, permítanme despedirme con unrecuerdo de un librito titulado “Suave Patria” (5) que una tarde adquirí en la Habana allá por 1960, en nuestro primer viaje (acompañado por mi esposa), editado por el gobierno popular con un extenso estudio sobre esa obra cumbre de la poesía mexicana. ¡Ah!, olvidaba mencionar que me costó 50 centavos cubanos. Aún lo conservo en mi breve biblioteca.

                  Otro recuerdo; de José Juan Tablada orientalista poeta mexicano:

J A C U L A T O R I A (4)

Un gran cirio en la sombra llora y arde
por él. . . y entre murmullos feligreses
de llantos, suspiros y de preces,
dice una voz al ánimo cobarde:
¡Qué triste será la tarde
cuando a México regreses
sin ver a López Velarde! . . .

Notas:

  1. Los Nuestros, Emilio Herrera Muñoz. Inédito (sólo virtual)
  2. Prosas y Poemas, Rafael del Río Rodríguez:  UAdeC. 1980
  3. Secretaría de Educación, La Habana, Cuba
  4. Poesías Completas y el Minutero Edit. Porrúa, S.A. México D.F. 1953
  5. Suave Patria, SEC, La Habana 1968