Guerra por invasión de Rusia a Ucrania y guerra en México del narcotráfico y violencia organizada

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  • El dictador Vladimir Putin detenta el poder presidencial de Rusia desde el año 2000
  • Por la frontera norte entran a México miles de armas de diversos calibres cada año.

Pascacio Taboada Cortina.

Mientras que Ucrania y Rusia se han enfrascado en una guerra declarada por Vladimir Putin, que mantiene al mundo a las puertas de un conflicto nuclear, con crecientes cantidades de muertos, heridos y familias ucranianas que huyen de su país con la esperanza de que en el seno de la ONU se pacte “un alto el fuego”, en México también ocurre una “guerra interna no declarada”, a causa del narcotráfico y violencia organizada creciente, con saldo rojo de 115 mil muertos en los primeros tres años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

En Ucrania la guerra se inició por una sorpresiva invasión de Rusia, acreditada al carácter dictatorial de su presidente, Vladimir Putin, con pretensiones de extender su poderío militar y político, y también para adjudicarse territorios ucranianos. Adicionalmente intenta imponer criterios a la iniciativa de Ucrania de incorporarse a la Unión Europea y, al mismo tiempo, ser parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la cual también pertenecen los Estados Unidos.

La guerra entre rusos y ucranianos es un acontecimiento que interesa a ciudadanos y gobiernos de prácticamente todo el mundo. Es calificada como injusta y con graves consecuencias adversas no sólo para los países en conflicto, sino para aquellas naciones con quienes mantienen relaciones comerciales, financieras y de movimientos de capitales.

Por donde se le busque, el dictador Putin –detenta el poder presidencial de Rusia desde el año 2000—no tiene ningún derecho como dirigente de un país de ordenar la muerte de cientos o miles de ciudadanos de ninguna otra nación, y menos de sus vecinos; de provocar el pánico de familias enteras, con niños, adultos mayores y enfermos que buscan refugio en otras naciones; amenazar al mundo con sus bombas atómicas, como si fueran juguetes infantiles.  

Las primeras cifras de muertos rusos que manejan las agencias informativas, en los primeros 15 días del conflicto a partir del 22 de febrero, en marzo indican la muerte de casi 500 soldados rusos que cayeron en combate, mientras que en Ucrania habían fallecido 2,870 militares y “nacionalistas”, y 3,700 personas civiles han resultado heridas.

Relaciones comerciales con México

Las relaciones comerciales y de intercambio tecnológico entre México y Rusia son relativamente pequeñas, obviamente no comparables con las que mantienen México y Estados Unidos, las cuales ascienden a 80 por ciento de exportaciones y de igual porcentaje en sus importaciones entre ambos lados de la frontera. Manejan valores de intercambio por 500 mil millones de dólares anuales.

Con relación a Rusia y Ucrania, si acaso México les compra fertilizantes nitrogenados desde hace muchos años, y estos países compran productos derivados de la industria automotriz, todo ello por un promedio de 3 mil millones de dólares. En los últimos años han vendido a México derivados de las industrias del acero y aluminio.

La guerra en México

En México, la violencia organizada y el narcotráfico tampoco se justifican de ninguna manera. Conocedores políticos, administradores y analistas, acreditan estos factores a la muy baja capacidad de gobernar, desde el Presidente López Obrador, todo su gabinete, los gobernadores de los estados y presidentes municipales, en su gran mayoría, correligionarios del mismo partido, cortados “por la misma tijera”.

La impunidad y la corrupción permea por todos lados. Se estima que el 95 por ciento de los crímenes, de un total cercano a 115 mil personas asesinadas, en tres años de gobierno, “está en proceso de investigación”, sin la perspectiva de que estos hechos se aclaren y se castigue a los culpables.

El supuesto de tanta violencia y el desenfreno del narcotráfico, se fundamenta en frases obvias, como: “donde hay armas y drogas, hay violencia”. Son elementos consustanciales. Nadie mata a nadie a cachetadas.

Se estima que, por la frontera norte, entran a México miles de armas de diversos calibres cada año, desde simples escuadras hasta “cuernos de chivo”, metralletas y otras de grueso calibre. Todo ello, con la anuencia y permisibilidad de los gobiernos del país emisor y del receptor. Esto ocurre desde hace más años de los que se declaran.

Este movimiento transfronterizo de armas de EU a México, requiere que entre gobiernos vecinos y sobre todo amigos, debería haber, al menos, un acuerdo para que en ambos lados de la frontera cada aduana vigile y evite el tráfico de armas de contrabando. Y también una vigilancia estricta y control de estupefacientes, que son la causa y origen de miles de casos delincuenciales.

Tal parece que, en materia de tráfico de armas del país del norte al nuestro, se trata de un juego “entre el gato y el ratón”. Se sabe que el gobierno de Estados Unidos es proclive al armamentismo. Cuentan con una organización muy poderosa, no sólo por las armas que maneja, sino porque, a través de la “Asociación Nacional del Rifle”, todo ciudadano tiene autorización de poseer y portar armas.

Recientemente el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, hizo el intento de presentar un escrito dirigido al gobierno de EU, para que “sugiriera” a los fabricantes, comerciantes y distribuidores de armas ser rígidos con los compradores de armas y que no sean para su importación a México. La contestación fue muy “diplomática”. Simplemente la autoridad norteamericana movió la cabeza de un lado para el otro. Y nada.

Un país con una población mayoritaria en condiciones de pobreza y pobreza extrema, está expuesto a sufrir constante asedio de factores como el narcotráfico. Si se considera que el 57 por ciento de la población enfrenta problemas de pobreza, desnutrición, un sistema escolar que no acaba de alcanzar el equilibrio, y un gobierno que piensa primero en alcanzar obras faraónicas “que ni en el país de Obama imaginan”, está condenado a permanecer en el subdesarrollo.

La situación es muy grave. Hay problemas de producción y productividad de alimentos, en la industria y los servicios. El campo no responde en la medida de las necesidades nacionales. Falta infraestructura rural. Antes, para trabajar la tierra, había bueyes. Pasó el tiempo y surgió el trabajo de caballos, mulas y burros, pero ya casi se acaban. La maquinaria ya está en desuso, se hizo chatarra. Queda el recurso de la importación, especialmente de maíz, el cual es transgénico. ¿Y el presidente? ¡Bien, gracias!

Todos los días por las mañanas, dicen que analiza, discute, pelea, defiende. La gran mayoría de los mexicanos, queremos un cambio. Hablar y escuchar temas que realmente interesan al pueblo, que somos todos. No más críticas agresivas a empresarios, a periodistas, a escritores, a dueños de medios de comunicación, ataques a instituciones educativas, a científicos y educadores, referencias intrascendentes con el “Penacho de Moctezuma”. ¡Ya chole!