El gobierno de AMLO es un desastre

0
753

Jorge Arturo Estrada García.

La democracia es el gobierno de las leyes por antonomasia.
En el momento mismo en que un régimen democrático pierde
de vista este su principio inspirador, se transforma rápidamente
en su contrario, en una de las muchas formas de gobierno autocrático.
Norberto Bobbio.

No sabe gobernar ni le interesa hacerlo. De hecho, su gobierno es un desastre. Lo suyo es competir electoralmente y saldar cuentas de sus derrotas anteriores. Ahora, ya lo hace en la mejor de las condiciones: sin escrúpulos y con montañas de dinero. De paso, gestiona los asuntos y las leyes para volverse más poderoso, más competitivo; y, también más amado y temido. Así, Andrés Manuel López Obrador, va seleccionando a sus adversarios, para intentar aplastarlos y ganar la permanencia de su 4T.

Estamos ante un presidente que no respeta el marco jurídico, porque fue hecho antes de su llegada al poder, porque contiene “tufos neoliberales”; y, además, porque le estorba en sus proyectos. Sabemos que la democracia es un grupo de reglas para la solución de los conflictos sin que se recurra a la violencia y al derramamiento de sangre. En el caso de México, existe una larga historia de gobernantes que se sintieron superiores a las leyes y se ha modificado la constitución 707 veces o más desde 1917.

Andrés Manuel López Obrador

El debate permanente entre los estudiosos de la ciencia política ha sido: “¿Qué gobierno es el mejor, el de las leyes o el de los hombres?”. Los marcos legales son obras incompletas e imperfectas de los hombres que han pasado por el poder, no obstante, esas constituciones y demás leyes son las que permiten y regulan la vida democrática de las naciones.

Sin embargo, abundan los presidentes mexicanos que se han sentido superiores a las leyes y fueron reformando lo que les estorbaba para implementar sus estilos personales de gobernar.

Este mundo convulso de la actualidad, y sus crisis, le vienen bien al presidente Andrés Manuel López Obrador. Los apuros económicos y la pobreza de los mexicanos le vienen bien a la base de sus proyectos que es repartir dinero y así enganchar adeptos.

Así, en tres años ha construido una base social más sólida, pero más compacta, pues ya ha perdido a más de la tercera parte de la que tuvo en un inicio.  En este estilo obradorista de gobernar, su gestión parece más interesada en ganar debates políticos y convertirlos en propaganda, que en generar mejor calidad de vida para las nuevas generaciones y para las actuales.

Sus proyectos sociales se basan en el reparto de dinero, el proyecto económico. En su particular versión respecto del mundo se trata de “Renacionalizar Pemex y la Comisión Federal de Electricidad”, y erradicar el neoliberalismo. En lo político, ya vimos que es acerca de ganar elecciones, destruir a los opositores y trascender

Por lo pronto, AMLO ya perdió la aureola de incorruptible y ha quedado evidenciado como encubridor. La clase política de México no ha cambiado. Es la misma serpiente emplumada que mudó de piel. Los hombres del presidente tienen un pasado cuestionable, y también un presente similar. López Obrador resultó malo para escoger a su gente y premió a sus aliados con cargos de alto nivel. Es evidente que son puestos para los que no son capaces ni de desempeñarlos ni de resistir las tentaciones.

México, es un gran país y también es un gran negocio. El presidente de la república y los gobernadores tienen un poder enorme y grandes presupuestos; lo mismo sucede con los magistrados, jueces, funcionarios y diputados que siguen traficando influencias, negocios y moches. México es un país de tramposos.

Desde la posrevolución hemos visto desfilar a políticos corruptos a todos los niveles. Actualmente, hay una camada de gobernadores acusados, encarcelados y fugitivos, también hay varios negociando y entregando entidades a cambio de impunidad.

Andrés Manuel, no es el peor de los presidentes que hemos tenido. Pero, su gestión está lejos de ser brillante. Aunque, su mayor defecto sería que no quiere irse. Él quiere permanecer en Palacio o por lo menos construir un Maximato.

Él sabe que su partido no sirve por sí solo y que las tribus terminarán peleándose. También, está consciente de que su lista de corcholatas está integrada por mediocres, y que ni Sheinbaum ni Marcelo levantan pasiones. El joven Luis Donaldo Colosio, alcalde de Monterrey ya los alcanzó.

López Obrador, quiere regresar al viejo régimen del PRI presidencialista, pero no ha conseguido el control de los medios. Se siente un personaje sobresaliente y ya decidió gobernar por encima de las leyes y al borde del autoritarismo. No hay que perder de vista que, en los 22 años recientes, en nuestro país, se han registrado tres alternancias en la presidencia; ya ganó el PAN dos veces, el PRI una y Morena otra. Nadie es dueño de los votos.

También, le molesta mucho que ya no seduce a los clasemedieros y que el Instituto Nacional Electoral no se le somete. Para él, es indispensable irles despejando el camino a sus delfines. Actualmente, al presidente le enfurece todo aquello que no controla; y lo enoja cualquier desafío. Pese al papel mediocre de su gestión, nunca se había sentido tan poderoso ni tan capaz de dominar a un país y tan cerca de inscribirse en la historia. Veremos.