José C. Serrano Cuevas.
El periodista Francisco Garfias, publicó en su columna El Arsenal del viernes 25 de marzo, un fragmento del breve encuentro que tuvo con la senadora del Partido Acción Nacional (PAN), Lilly Téllez. Hablamos de lo que, muy sonriente, calificó como «la broma de mi candidatura presidencial».
Pero, agregó que si su postulación fuera en serio, le ganaría a Claudia Sheinbaum y a Beatriz Gutiérrez Müller. El periodista le preguntó, ¿por qué mencionas a la señora Beatriz? «Pienso que podría ser ella la candidata de Morena, porque así el presidente no se tendría que mudar de casa», respondió de bote pronto.
La respuesta de la legisladora Téllez parece descabellada; sin embargo, mediante una rápida consulta hemerográfica es fácil encontrar información relacionada con las aspiraciones presidenciales de esposas, hermanos e hijos de primeros mandatarios.
Un caso muy sonado fue el de la pareja presidencial formada por Vicente Fox Quesada y Marta Sahagún Jiménez en el sexenio 2000-2006: la gran carpa donde se representó una comedia de enredos.
Marta Sahagún quería ser la Evita Perón mexicana. Eso decía a la prensa cuando era primera dama. La esposa del presidente Fox se mostraba obsesionada con la abanderada argentina de los descamisados, la mujer de Juan Domingo Perón que se hizo conocida mundialmente como defensora de los pobres. «Yo tengo que ser Evita», repetía Sahagún en aquel entonces.
Pero esa mujer de clase media que llegó al poder, prometiendo ayuda a los más necesitados acabó envuelta en escándalos y acusaciones de corrupción. «Terminó en el ocaso más oscuro. Todo lo que hizo Marta Sahagún, lo hizo para sí misma», según apunta la periodista argentina Olga Wornat.
Vicente Fox llegó a Los Pinos de la mano de Sahagún, con quien en ese entonces tenía una relación amorosa extramatrimonial. Como buenos beatos originarios de El Bajío, lo negaron rotundamente, pero el amasiato era un secreto a voces.
Una vez iniciado el sexenio del guanajuatense de las botas de charol, la mujer se convirtió en la vocera presidencial. Presumida, coqueta y siempre con una sonrisa en el rostro, la portavoz ganó tanto protagonismo, que mandaba casi a la par del jefe del Ejecutivo.
Con una popularidad mayor a la de Fox, Sahagún empezó a soñar con la presidencia. «Las mujeres humildes estaban contentas, porque decían: Por fin una primera dama que no es sumisa», recuerda la periodista argentina.
Pero el poder se le fue a la cabeza. «Marta cambió. Dejó de ser aquella mujer que parecía que iba a ocuparse de los más vulnerables. Se corrompió, se corrompieron sus hijos, se corrompió el gobierno y ocurrieron cosas terribles en ese sexenio».
Wornat, en La Jefa, libro que se convirtió en best seller, insinuaba tráfico de influencias y el uso de recursos públicos para fines privados, como la compra de la playa El Tamarindillo en la costa michoacana, el ajuar de prendas femeninas de marcas de renombre.
En su obsesión por convertirse en la Evita mexicana, «la jefa» creó una fundación a imagen y semejanza de la creada por la primera dama argentina: Vamos México (es omisa la coma del vocativo). Nació inicialmente para ayudar a los marginados, pero se convirtió en una organización que costeaba los lujos de la élite política del momento.
La asociación terminó el sexenio tal como lo hizo su fundadora, devorada por las acusaciones de lavado de dinero y fraude. Con su espléndida gratitud, los mexicanos han erigido, en su pensamiento, dos enormes monumentos a la estulticia de Vicente y Marta.
La senadora Téllez, cual profetisa moderna, siembra un atisbo en el porvenir político de México: ¿Andrés Manuel y Beatriz?