En el país de los tramposos

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Jorge Arturo Estrada García.

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.
Nicolás Maquiavelo.

La política es más peligrosa que la guerra,
porque en la guerra sólo se muere una vez.
Winston Churchill.

No se debe confundir la verdad, con la opinión de la mayoría.
Jean Cocteau.

En el país de los tramposos, el presidente demostró que es el campeón. A estas alturas del sexenio, miente sin pudor. También, agrede con ferocidad a quien critica sus acciones y sus narrativas. Él sabe que fracasó en su promesa de mejorar la calidad de vida de los mexicanos y, por lo tanto, lo único que le queda, y que deberá hacer a la perfección, es ganar las elecciones del 2024. Él ya se reveló como un personaje que, también, compite por el “Haiga sido como haiga sido”.

Es evidente que sus principales obstáculos para mantener en el poder a la 4T serán: el INE, las clases medias y la opinión pública. El país ya está polarizado y hasta ha sido “encuestado” con precisión mediante un ejercicio de Revocación de Mandato. Acudieron 15 millones a votar por él, algunos seguidores fervorosos y otros ciudadanos acarreables. Los clasemedieros se ausentaron de las urnas, son más difíciles de pastorear, no les atrajo la forma en que se generó esta votación y a muchos no les gusta votar. Fue la más cara investigación de mercado hecha en la historia de México.

Durante este proceso revocatorio, AMLO terminó de destruir su delgada pátina de calidad moral superior. La Revocación de Mandato fue la fiesta del presidente en la que todos los mexicanos perdimos. En estos días vimos a un presidente desesperado por los votos, al que la democracia no le interesa y a quien ya no le importa guardar las formas. Así, pasó por encima de las leyes, dejando constancia plena, ya registrada en la historia, de que se siente superior a los marcos jurídicos mostrando su lado autoritario sin recato.

Él ya descubrió que la oposición, aun aplastada y desprestigiada, es del tamaño suficiente para estorbar sus planes. El año anterior, el electorado le dio una lección que no se olvida: le quitó la mayoría calificada y ya no podrá cambiar la constitución por proyectos, ocurrencias o caprichos del “líder”. 

En este año, también se percató de que no es invencible, de que no arrastra las masas como él suponía y que su partido es malo para el acarreo, aun con casi 20 gobiernos estatales, 25 millones de beneficiarios de programas sociales y cientos de millones de pesos para aceitar la estructura del acarreo. 

Andrés Manuel, sigue atravesando una mala racha, las encuestas lo muestran en declive. ¿Acaso ya perdió su aura de santón incorruptible y su carisma? Lo cierto es que ya no seduce como antes y ahora tiene que acarrear votantes. Se volvió mortal y se cayó del olimpo. Ahora deberá pelear en las trincheras, en el lodo para conseguir cada voto. Ya entramos a la etapa más sucia de la vida política mexicana y así llegaremos a las elecciones del 2024. Ya sin máscaras estaremos inmersos en la lucha por el poder entre rudos y super rudos. Los ciudadanos quedaremos envueltos en esa vorágine.

Sin seguidores de la clase media Andrés Manuel ya no parece un político progresista, se asemeja más a un veterano priista anclado en el pasado, en un mundo que ya no existe; en un personaje tan poderoso que se siente capaz de cambiar la realidad. En un populista que miente por sistema y cuyos partidarios desean creer fielmente esas mentiras.

Al gran comunicador le falló la estrategia de comunicación. Las benditas redes sociales, y sus granjas de bots, no bastaron para ocultar la cruda realidad. Ellas y las Mañaneras no lograron imponer una narrativa única. Así, uno de cada seis mexicanos no atendió sus llamados a la consulta. Deberá hacer ajustes urgentemente. El presidente, sabe más de derrotas que de victorias.

La estructura morenista solamente alcanzó para conseguir alrededor de 15 millones de votos, de un universo de 92 millones. Aun con AMLO en la propaganda y en la boleta, Morena, demostró que es incompetente, pero en tierra de ciegos el tuerto es rey, y los adversarios ni siquiera se atrevieron a convocar por el no. Se sintieron derrotados de antemano.

La gente no se volcó en las urnas. Sin embargo, fue un buen simulacro para los morenistas y sus estructuras. Ya saben que tendrán que hacer ajustes en cada estado porque las metas quedaron lejos y los bonos de muchos calefactos bajaron drásticamente. Ni siquiera alcanzaron a convencer, y llevar a votar, a los 25 millones de beneficiarios de los programas del Bienestar.

 En casi cuatro años, el presidente perdió la confianza del electorado, aunque conserva una base social importante. Pero, ya ha descubierto que casi nadie quiere volver a ser pobre y vivir en vecindades. En 2022, son muy pocos los que comparten la visión de un país nostálgico, rezagado y poco competitivo, con oportunidades malas y escasas, rediseñado para un mundo que ya no existe. El gobierno no se puede convertir en el gran empleador de los años setenta, cuando Luis Echeverría lo intentó y fracasó; ya solamente le ajusta para repartir dinero. Tampoco regresaremos a ser la quinta potencia exportadora de petróleo en el mundo. En la actualidad, hasta las transferencias de los paisanos nos generan más divisas que el oro negro.

Estos son tiempos de cólera, en los que ya no se distingue entre los malos y los peores. Las decisiones de los gobernantes, y el desinterés de los mexicanos, nos han arruinado muchas veces. Es cierto, que será muy difícil vencer al obradorismo; también, veremos que será casi imposible que el presidente cumpla con las leyes electorales. Será difícil salvar al INE de los ataques del palacio nacional. Será extremadamente complicado salvar la democracia mexicana. AMLO es un tipo de cuidado. Y, en un juego por el poder los escrúpulos salen sobrando.