Samuel Cepeda Tovar.
Por más que lo analizo no logro entender la correlación entre dos conceptos o términos totalmente disímbolos. Reelección y Revocación distan mucho de tener elementos que los hilvanen o que uno presuponga la existencia del otro. Entiendo las posturas de las personas que apoyan las imágenes en redes sociales que piden la reelección del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, pero solo son deseos basados en emociones como aquéllos que desean el retorno del antiguo régimen; es decir, desear no es sinónimo tampoco de reforma constitucional.
Para aquéllos que no lo sabían, en marzo de 2019, el presidente firmó una carta en donde se comprometió a no buscar la reelección en 2024; es decir, no tenía NI UN SOLO AÑO EN EL PODER cuando ya se rumoraba o se sospechaba sobre su posible reelección; nada más absurdo que aquel escenario y peor aún que el presidente se prestara al juego de firmar una carta compromiso.
Ahora, tres años después, en vísperas de estrenar por vez primera un magnifico mecanismo de participación ciudadana llamado revocación de mandato, la oposición argumenta que es una estrategia para invocar la reelección. La revocación es un refrendo al buen desempeño de un presidente o el castigo a un mal gobierno; esto no tiene pretensiones de reelección, solo legitiman a un presidente y se sienta el positivo precedente para posteriormente replicarlo en estados y municipios.
En nuestro sistema constitucional la reelección presidencial está prohibida dentro del artículo 83 que dice que un presidente electo o interino “en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”. Ahora bien, se puede argumentar que el presidente puede reformar la constitución con la mayoría en ambas cámaras, sin embargo, el proceso no es tan simple, pues requeriría además de 17 legislaturas que respaldaran al congreso y, finalmente, el visto bueno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que definitivamente declararía anticonstitucional la intención de reelección.
Podemos pensar en un escenario de reforma política al estilo norteamericano, con periodos de cuatro años y una reelección; sin embargo, nuestro sistema de seis años necesita un proceso de revocación para enmendar el camino en caso de malos gobiernos, tal cual sucedió en California cuando Gray Davis perdió la revocación y Arnold Schwarzenegger llegó a la gubernatura gracias a este mecanismo de participación.
En lo personal, creo que más allá de intensiones disparatadas de posible reelección, existe un gran temor en la clase política al caber la posibilidad de que la revocación se apruebe en Estados y municipios y con ello la posibilidad de perder el poder anticipadamente.
La lógica es simple, si las personas que temen a la posible reelección lo piensan detenidamente, es mejor salir todos a votar para que el presidente se vaya de una vez y así eliminar por completo la supuesta posibilidad de una reelección, pero algo no cuadra en sus sospechas, pues invitan a no votar por miedo a la reelección cuando se les presenta la oportunidad de cortar de tajo un gobierno que sin duda les quita el sueño constantemente.