Ecos de la revocación

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Samuel Cepeda Tovar.

Más allá de los propósitos subrepticios y de las teorías conspirativas; la revocación de mandato es un mecanismo de participación ciudadana. Tal vez difícil de entender para algunos, quizá por la falta de costumbre, pero se trata de un precedente magnífico que si bien no alcanzó el porcentaje esperando para su legalidad, deja un mensaje claro de que el instrumento debería replicarse en Estados y municipios, porque es absurdo padecer malos gobiernos cuando existen mecanismos que nos pueden ayudar a echar fuera pésimas administraciones.

Que, si el gobierno la orquestó para legitimar al presidente, que si se trata de un preludio absurdo para la reelección, que no se trata de una revocación, sino de una ratificación, al final participaron más de 16 millones de mexicanos. Con una votación de 15 millones 159 mil 323 votos a favor de que el presidente siga en su puesto, y 1 millón 063 mil 209 votos para que le revocara el mandato. En términos porcentuales, 91.8% a favor contra 6.4 en contra y el resto nulos.

En comparación con el ejercicio democrático anterior, la consulta popular, en que votaron 6.6 millones de ciudadanos, la revocación fue un buen ejercicio de participación, que no obstante, refleja nuevamente la apatía del ciudadano en cuanto a su participación cívica, a pesar de que la participación fue más del doble en esta ocasión.

Más allá de los llamados a votar y no votar, celebro en lo personal que estos mecanismos por vez primera en toda la historia de México se estén llevando a cabo, pues en toda nuestra historia solo hemos estado acostumbrados a votar en elecciones que muchas veces fueron cuestionables, como la de 1988 y 2006, que nos acostumbraron a dudar de la veracidad de los resultados y la imparcialidad del árbitro electoral.

Me parece que estos mecanismos aplicados en esta administración son el preludio de más mecanismos que los ciudadanos necesitamos para cogobernar, y estos pueden ser las iniciativas ciudadanas, el plebiscito y el referendo, porque también seguro estoy que, a pesar de la representatividad personificada en nuestros políticos, algunas decisiones deben ser consultadas con toda la ciudadanía, como las decisiones del ejecutivo o del legislativo, porque como bien lo señalara Arthur C. Clarke, la tarea de gobernar es tan difícil y complicada, que por ello no debemos dejársela solo al gobierno.

En el proceso de democratización, los mecanismos de participación son importantes, pero la otra cara de la moneda es la participación de los ciudadanos, y es aquí en donde el sistema educativo y las autoridades electorales, que por mandato les corresponde la educación cívica, deben hacer sinergia real para comenzar a formar a los nuevos ciudadanos que hagan funcionar los mecanismos de participación ciudadana.

Vamos bien, por fin empezamos, pero el periplo apenas comienza y ha de valer la pena hasta que ciudadanos y mecanismos hagan conexión y el ciclo democratizador se cierre en beneficio de nuestro país.

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