Jorge Arturo Estrada García.
“He aprendido que la gente olvidará lo que has dicho, olvidarán lo que hiciste, pero no olvidará nunca lo que les hiciste sentir”.
Maya Angelou.
“No todas las verdades son para todos los oídos”.
Umberto Eco.
“Es nostalgia. Es cómo una droga. Impide que veas las cosas de la forma que están”.
Jon Bernthal.
El presidente se recupera rápidamente de las turbulencias de los meses anteriores. Al parecer su minigira por Centroamérica y Cuba, y los elogios que le prodigaron, le inyectaron más poder a su soberbia. Adicionalmente, las encuestas de las seis elecciones del próximo 5 de junio marcan que sus gallos podrían ganar cinco gobernaturas. Andrés Manuel López Obrador, gobierna para ganar elecciones y preparar las condiciones para la presidencial del 2024. Lo demás es lo de menos, en su agenda.
Si el país está emproblemado y su gobierno no aporta soluciones ni resultados, eso no le importa. Él tiene un amplio repertorio de excusas que insiste en repetirlas, machacándolas, para alimentar a sus bases y evadirse. Es un tipo de dogmas y votaciones. Se concentra en conquistar mentes y votos. Así, vive y respira midiendo su popularidad y lo que se publica respecto a él. Su México gira en torno a él; aunque su México solamente existe en su cabeza. De esta forma, gobierna desde la nostalgia de un país que ya no existe.
Las circunstancias y su tesón lo hicieron presidente y así espera conservar el poder por seis años más. Él siente que está construyendo un momento estelar en la historia del país. Sin embargo, también tiene temor de quedar, solamente, como símbolo de un pasaje anecdótico de la historia, uno gobernado por otro presidente peculiar.
López Obrador es la cabeza de un enorme movimiento social que aspira a transformar al país. Para ello, debe destruir las estructuras existentes y luego construir unas nuevas que las sustituyan. Sin embargo, su proyecto carece de personajes competentes, además no hay ideología sino visiones entrecortadas dictadas desde la nostalgia.
El mundo neoliberal en el que México ha progresado y subsiste, desde hace más de tres décadas no admite cambios estructurales, a lo más ajustes simbólicos, que AMLO ya ha logrado: aumentos al mini salario, la eliminación de los outsourcing, reformas fiscales, reordenación del gasto, vida sindical más libre, por mencionar los destacados. Pero eso no significa, de ninguna manera, que está construyendo un Estado de Bienestar sustentado por una socialdemocracia. Son acciones dispersas y aun no consolidadas.
Andrés Manuel, representó la esperanza de mejorar la calidad de vida de 30 millones de votantes. Ya perdió a la mitad, solamente los más fieles, o más necesitados de sus repartos de efectivo, responden a sus llamados sin chistar, son los acarreables. La otra mitad, clasemedieros en su mayoría, ya desertaron se desencantaron al descubrir el verdadero rostro del mesías, una cara de un político mexicano tan común y corriente, obsesionado por el poder inmenso que otorga la Silla del Águila.
Él sabe que sus potenciales sucesores son de perfil mediocre y de un pasado cuestionable, pero los considera leales y los apoyará mientras crea posible que ganen en el 2024. Mientras, cada día se regocija contemplando la incapacidad de sus adversarios de conseguir a un personaje electoralmente poderoso que le haga frente. Sabe que indudablemente será recordado como quien dejó al PRI con una o dos gubernaturas, o tal vez ninguna. Incluso, cabe la posibilidad que termine por aplastarlo.
En tanto, los partidos opositores se diluyen y fracasan cada vez que van a las urnas. El presidente ya gana con los gobernadores entregando la plaza desde antes de la competencia. Y son los mandatarios estatales y sus maquinarias los que ganan las elecciones locales; aunque, también, son los que las pierden. Salvo el caso de Aguascalientes, en Oaxaca, Alejandro Murat; en Quintana Roo, Carlos Joaquín; en Hidalgo, Omar Fayad; en Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca; y en Durango, José Rosas Aispuro parecen listos para rendirse y entregar la plaza.
Es cierto que aún falta la recta final y que los golpes se recrudecerán. En Tamaulipas las noticias de Estados Unidos podrían descarrilar a Américo Villarreal y darle viabilidad al Truco Verástegui, habrá que ver si afecta.
El presidente dice que estamos viviendo en un momento estelar. Son “tiempos interesantes”, agrega. Sin embargo, no son tiempos prósperos, atravesamos tormentas y crisis con un piloto desinteresado en los ciudadanos, que conduce enfocado en sus planes para conservar el poder.
Andrés Manuel decidió gobernar con los peores. Y es así, que salimos de la larga noche de la dictablanda priista, en los que el país se movía dos pasitos adelante y uno para atrás y el desarrollo nunca llegó y las crisis arrasaban con todo periódicamente.
Luego, finalmente, llegamos a la alternancia y a la cleptocracia. Es entonces, que la corrupción indigna a los clasemedieros y los votos le llenan las urnas a un personaje que presumía honestidad y que se promovió como diferente. Y quien, finalmente, derivó en un tipo pragmático y poco sensible que resultó un encubridor de sus fieles colaboradores. Los fue recolectando en todos los rincones del país, prófugos del Prianprd. Muchos de ellos son impresentables, con fortunas concretadas al amparo de sus carreras políticas.
Al gobernar con los peores, y desde la nostalgia, los resultados de este gobierno de la 4T han sido malos, en general. Es un sexenio de muertos y tumbas clandestinas. De desaparecidas y de madres y padres buscándolas sin cesar con palas en mano. Con una conferencia matutina en las que solamente se maquillan burdamente las cifras, se niega la realidad y se gobierna desde la nostalgia.
El presidente está empeñado en destruir lo que le estorba, para quedarse con el poder otros seis años. Presume ser uno de los mandatarios mejor calificados del mundo. Aunque la realidad es que, en el país de los apáticos, sus calificaciones son similares a las de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón, rondando los 60 puntos. Solamente Peña, a estas alturas de su sexenio, mes 41, iba en picada con 31 por ciento de aprobación.
Los partidos políticos actualmente son franquicias desprestigiadas, sin ideología y con grupúsculos apoderados de ellos, repartiendo candidaturas y viviendo de los millones que el INE les entrega. Según estudios de Transparencia Internacional, el 91% de los mexicanos los percibe como instituciones corruptas. Y, aun así, esos organismos son casi los únicos que abanderarían los deseos de cambio o de ratificación para el Palacio Nacional el 2024.
En los últimos cinco lustros pasamos a conocer la democracia y fuimos de la alternancia a la cleptocracia. También a presenciar la corrupción extrema que indigna a los ciudadanos y que llenó las urnas de votos en favor de un personaje que presumía honestidad; pero, que resultó un encubridor de sus compañeros de partido. Millones de mexicanos buscan alternativas, ni siquiera quieren que el Prianismo regrese, quieren tener seguridad y calidad de vida. Pero al parecer siempre nos equivocamos.
Así, entramos a un sexenio de gobierno fallido, de cientos de miles de muertos y de tumbas clandestinas. Son miles de desaparecidas y desaparecidos, con madres y padres buscándolas sin cesar con palas en mano, sin que nadie las coloque como prioridades a atender. Se trata de un gobierno insensible.
Aun así, hace unos días, el diario Reforma publicó una encuesta nacional en vivienda y el partido mejor posicionado en México, con la mejor imagen, atributos e intenciones de voto es Morena: Si hoy hubiera elecciones para presidente, el 47% de los mexicanos votaría por Morena, el 19% por el PAN, el 18% por el PRI, el 6% por MC y 10% por otros. El 65% piensa que lo mejor es que gane un candidato que le dé continuidad al proyecto de López Obrador. Adicionalmente, solamente el 25% menciona que lo mejor es que ya no siga.
Dos morenistas van arriba en las preferencias para la presidencial del 2024. El 34% dice que votaría por Marcelo Ebrard, el 33% por Claudia Sheinbaum, luego está Luis Donaldo Colosio Riojas, alcalde de Monterrey, con el 26%. Rezagados siguen; Margarita Zavala (14%), Ricardo Anaya (13%), Ricardo Monreal (11%), Samuel García (8%), Alfredo del Mazo (7%), Enrique Alfaro (6%) y Adán Augusto López (6%). El joven Colosio, les pisa los talones a los veteranos morenistas, es una cara nueva con una marca fuerte. Cabe mencionar que los mexicanos nos volvimos tan desconfiados que no aceptamos contestar encuestas y cuando lo hacemos mentimos.
El presidente ya no escucha. A su paso destruye mucho y construye poco. Sus decisiones ante el convulso entorno global agravan las cosas. Apenas habíamos encontrado algo de movilidad social, con base en la educación, el aspiracionismo y los empleos formales. Fueron 100 años desde la post revolución los que han tenido que pasar para que finalmente México se convirtiera en un país con identidad, con ciudadanos que buscaban progreso, en los que se consolidaron algunas instituciones más o menos funcionales. Pero entre los tecnócratas, los populistas, los morenistas y los ciudadanos apáticos estamos generando un país rezagado y polarizado, un pozo de odios y crisis. Veremos.