Zitarrosa

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Lic. Simón Alvarez Franco.

Apodado “El Cantor”, nació en el barrio de Belvedere de Montevideo, Uruguay, el 10 de marzo de 1936 con el nombre de Alfredo Iribarne, apellido de su madre, Jesusa Blanca Nieve Iribarne pues careció de padre reconocido, aunque su madre contrajo nupcias más tarde con su padre biológico, el argentino Alfredo Nicolás Zitarrosa, de donde el cantante tomaría su apellido como nombre artístico.

            A poco de nacer, en circunstancias no muy claras, su madre lo dio a criar al matrimonio compuesto por Carlos Durán y Doraisella Carbajal pasó así a ser conocido como Alfredo “Pocho” Durán. Con este matrimonio vivió en varios barrios de la capital uruguaya, luego se trasladaron a vivir al departamento de Flores de donde era oriunda su madre adoptiva, estas experiencias infantiles marcaron su sentido musical con la inclusión de ritmos y canciones campiranos, especialmente milongas, Zambas, Candombes con raíces africanas, chamarritas etc.

            Ya adolescente regresó a vivir con sus padres biológicos para cursar estudios medios en el Liceo de Montevideo, ocupando la buhardilla frente a la plaza que actualmente lleva su nombre y con la vista al Cementerio Central. Trabajó en diversas actividades, desde vendedor de muebles domésticos, vendedor de suscripciones para una revista médica y se inició en 1954 como locutor, presentador y animador de radio, también como actor de teatro, poeta, escritor y periodista en el semanario Marcha.

Alfredo Zitarrosa

            Aunque cantaba desde pequeño y había realizado ya algunas grabaciones informales que trascendieron con los años, debutó fortuitamente como cantor el 20 de febrero de 1964 en Perú, participando en un programa por el Canal 13 de Panamericana de Televisión, comenzando así una carrera que habría de durar toda su vida, hasta su muerte el 17 de enero de 1989 a los 52 años, después de haber fumado tres cajetillas de cigarrillo diarios. Zitarrosa relató así su experiencia: “No tenía ni un peso, pero sí muchos amigos. Uno de ellos, César Durand, regenteaba una agencia de publicidad y por sorpresa me incluyó en un programa de televisión, y me obligó a cantar. Canté dos temas y cobré 50 dólares. Fue una sorpresa para mí, que me permitió reunir algunos pesos”.

            Al pasar por Bolivia de regreso a Uruguay, realizó varios programas en Radio Altiplano de la ciudad de La Paz. Ya en Montevideo actuó en el Auditorio del SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica) Estas actuaciones fueron un peldaño para ser invitado al Festival de Cosquín en Argentina.

            Desde el principio se estableció como una de las grandes voces del canto popular latinoamericano, con raigambre folclórica y clara ideología de izquierda. Cultivaba un estilo contenido, serio y varonil, y su voz grave y un acompañamiento de guitarras le dieron su sello característico.

 Zitarrosa, me fue presentado por Raúl Otto Legnani Niemann quien llegó a mi vida familiar cuando se exilió desde Uruguay en mi casa del Distrito Federal, para acompañar a sus padres y ayudarlos a sobrevivir, habiendo alquilado un departamento antiguo en una casa de  estilo afrancesado en la calle de Berlín No. 9 en plena Zona Rosa donde frecuentemente los visitábamos, y como tanto Raúl como Zitarrosa  y yo habíamos nacido entre 1935 y 1936, surgió una espontánea amistad plagada de cariño y compañerismo. Ya en ocasiones anteriores he relatado la relación establecida con esta familia. En su casa intentaron que mi esposa y yo nos acostumbráramos a tomar “mate”, bebida típica de Uruguay -inútilmente- era como beber cerveza caliente en una matera de guaje de calabaza con unas boquillas de plata, que aún conservamos.

            Zitarrosa sufrió los embates y discriminaciones artísticas en su país por su tendencia izquierdista y la denuncia contra el militarismo de la dictadura en la letra de sus canciones. Al igual que la familia Niemann. Quizá esta situación no sea muy comprendida por nosotros los mexicanos, que muy pocas veces hemos sufrido por nuestras creencias políticas o religiosas. A poco de nacer, en circunstancias especiales, su madre (de apenas 19 años) lo dio a criar al matrimonio compuesto por Carlos Durán, hombre de varios oficios y Doraisella Carbajal, empleada en el Consejo del Niño. Pasó entonces a ser Alfredo “Pocho” Durán. Con esa pareja vivió en diversos barrios de la capital uruguaya y luego, entre 1944 y 1947, se trasladó al pueblo de Santiago Vázquez, con frecuentes viajes a la campiña de Trinidad, de donde era oriunda su madre adoptiva. Se ha señalado que esta experiencia infantil lo marcó para siempre, dado que en su repertorio resalta la inclusión mayoritaria de ritmos y canciones de origen campesino como las milongas, chamarritas y el candombe de origen africano.

            En su temprana juventud regresó con su familia original para estudiar en el Liceo de Montevideo, viviendo en una pequeña buhardilla frente a la plaza que ahora lleva su nombre a la vista del Cementerio Central. Trabajó en distintos oficios, desde vendedor de muebles, vendedor de suscripciones de una revista médica y oficinista en una imprenta. Se inició en 1954 como locutor de radio, incursionando como presentador libretista, e incluso como actor de teatro, llegando a ser reportero del semanario Marcha.

            Desde pequeño cantaba, y muchas veces se decía que era nativo de Tacuarembó, una pequeña villa del interior uruguayo, no era cierto, lo que sucedía es que esa Villa es un mítico lugar donde se dice nació Carlos Gardel, y que nos propusimos visitar Raúl Legnani, Alfredo Zitarrosa y yo, admiradores de Gardel y su música, lamentablemente, nunca cumplimos nuestro sueño. Poco después, al pasar por Bolivia de regreso a Uruguay, realizó varios programas en Radio Altiplano de la ciudad de La Paz. Debutó posteriormente en Montevideo, en 1965, ya con casi 29 años de edad. En una meteórica carrera ascendente hasta el primer plano mundial durante 23 años. Únicamente lo detuvo la muerte el 17 de enero de 1989, falleciendo de 52 años después de haber fumado 60 cigarrillos diarios y de haber saboreado el triunfo en México, España, toda Europa y Latinoamérica.

            Desde el principio, se estableció como una de las grandes voces del canto popular latinoamericano, con raigambre folclórica y clara ideología de izquierda. Cultivaba un estilo contenido y varonil, y su voz grave y un típico acompañamiento de guitarras le dieron su sello característico. Par lo cual formó dos grupos de 4 guitarristas, mitad argentinos y mitad uruguayos, Zitarrosa actuaba con su guitarra y ocasionalmente tocando un cello o un contrabajo.

            En la década de 1960 fue votante y militante del Frente de Izquierda de Liberación (FIDEL), en el seno del Movimiento Popular Unitario que integraba aquella coalición. Luego siguió militando en el Partido Comunista de Uruguay hasta su muerte. Participó en innumerables actos artísticos en partidos de izquierda donde quiera que se encontraba.       

Sus actividades políticas que nunca escondió más el contenido ideológico de sus cantares le valieron el ostracismo y finalmente el exilio, durante los años de la dictadura (1973-1985). Sus canciones estuvieron prohibidas durante ese período en Uruguay y más tarde en Argentina y Chile. Vivió entonces, sucesivamente en Argentina, España y México, regresando a Argentina al terminar el exilio. Tengo un video de cuando mis amigos uruguayos se asilaron en la Embajada de México en Montevideo para conseguir salvoconductos para venir a nuestro país y en el cual queda asentado que la canción de despedida en sus salones fue Jacinto Cenobio de un jalisciense, Francisco (Pancho) Madrigal, que Zitarrosa puso de moda en Sudamérica en 1973 y que actualmente aún se escucha en nuestra radio y televisión interpretada por grandes voces como Guadalupe Pineda o Tania Libertad. 

            En agosto de 1980, recién salido a la venta su disco Adiós Madrid conteniendo también a Cenobio, me lo dedicó con las siguientes palabras: “Para Simón en su cumpleaños, muchas felicidades de Pablo, Alba, Silvia y Raúl agosto 8 de 1980”.  Dice en la contraportada; “He vivido en Madrid exiliado durante casi tres años. Viajé a México el dos de abril, por tercera vez desde que abandoné mi país, y poco antes de abandonar España, supe que esta vez ya no volvería. Allá por marzo y ya desesperado por haber perdido una presunta capacidad creadora que hasta hoy ha suscitado un centenar de canciones, la guitarra le ofreció una primicia, eran dos glisados en dos cuerdas y ambos decían “Adiós Madrid”. En esas dos frases de la más humilde factura está toda la canción que da nombre a este disco. Es una canción de hondo amor y tristeza, una canción de certeza y de culpa, de ternura, de nostalgia y gratitud, quiere decir hasta que la acabé aquí en México, es mi experiencia que implícitamente dice que mi tierra es América y aquí me quedaré. Gracias Madrid ¡Gracias México, por ese agradable viaje que puedo hacer en el corazón de tu Pueblo, del trigo al maíz y del maíz al trigo!

                                               Adaggio en mi país

                                                En mi país qué tristeza.

                                                 La pobreza y el rencor

                                           Dice mi padre que ya llegará

desde el fondo del tiempo, otro tiempo

         y me dice que el sol brillará

        sobre un pueblo que él sueña

          labrando su verde solar.

          Tú no pediste la guerra,

          Madre tierra, yo lo sé.

             Levantada la prohibición de su música en su país, regresó en 1984, donde tuvo una histórica y masiva recepción que él mismo describió como la más importante de su vida. Zitarrosa buscó una canción uruguaya basada en los géneros musicales que identifican a la región, al igual que los Olimareños, conjunto musical de gran producción. En la obra de Alfredo se distingue el folclor rural y el tango en el acompañamiento de dos, tres y hasta cuatro guitarras, así como la influencia africana del candombe y la chamarrita, utilizando como Gardel a veces un guitarrón y violín.

Sobre pájaros y almas

Por sanar de una herida

He gastado mi vida

Pero igual la viví

Y he llegado hasta aquí

Por morir, por vivir,

Porque la muerte es más fuerte que yo

Canté y viví en cada copla

Sangrada, querida, cantada

nacida y me fui. . .

Esta fue la última canción que grabó, como premonición a su muerte sucedida una semana después, por lo que se editó póstumamente. Este cantante desde joven se distinguió por su pulcritud al vestir, se puso anteojos sin necesitarlos para aparentar mayor edad, en las “peñas” de México donde alternaba con otros cantantes nacionales y donde fuera, siempre de riguroso traje obscuro, camisa impecablemente blanca y corbata negra. Eso sí, siempre fumando.

                                    Candombe del olvido

                        Ya no recuerdo el jardín de la casa,

                        Ya nadie me espera en la plaza.

                        Suaves candombes, silencios y nombres

                        de otros; se cambian los rostros.

                        Quién me dará nuevament5e mi voz inocente,

                        Mi cara con lentes

                        Cómo podré recoger las palabras habladas,

                        sus almas heladas.

                        …el candombe es una planta que crece

                        Y hasta el cielo se estremece.

Los homenajes en su memoria van desde estatuas, clubes deportivos, puentes, avenidas, hasta comics.  Conozco por lo menos 49 homenajes y varias reediciones de sus libros de canciones, versos y cuentos. Invito a nuestros lectores a que conozcan sus canciones y su música, que cada día se escucha más en difusoras selectas.

Notas:

  • Alfredo Zitarrosa y sus canciones. Editores Mexicanos Unidos, 1979.
  • Zitarrosa, El hombre del Clavel en la Boca, Luciana Possamay, 1978.
  • Biografía y notas sobre Zitarrosa. Carla Moriana y María Serena, 1982.