Mis sexenios (77). El secuestro de Luis Horacio Salinas Aguilera

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

         El 28 de octubre de 2002, Luis Horacio Salinas Aguilera fue secuestrado supuestamente por un grupo de la delincuencia organizada que lo privó de su libertad, por la cual sus captores exigieron un rescate, y de acuerdo a la información, los familiares pagaron cerca de cuatro millones de pesos. Estuvo secuestrado 19 días.

Lo cierto es que Luis Horacio Salinas no era un candidato idóneo para secuestrarlo, debido a su destacado perfil político y empresarial, aun cuando las notas periodísticas que informaron su secuestro lo mencionaron exclusivamente como empresario.

Sin embargo, dos fueron los roles que dibujaban la imagen de Luis Horacio, como político y como funcionario público. Por aquel tiempo, incluso, era señalado como el jefe del mítico grupo florestapista.

Luis Horacio Salinas Aguilera

Salinas Aguilera siempre pudo conciliar sus negocios con sus cargos públicos, pero desde la renuncia de Flores Tapia al gobierno de Coahuila, se ha dedicado exclusivamente a los negocios, bienes y raíces, ferretera, constructora, hotelería, fraccionamientos, medios de comunicación, etc.

         Pero su principal negocio es “El Diario de Coahuila”, periódico que le sirve como protector y facilitador de los negocios con el gobierno del Estado, con los ayuntamientos y dependencias públicas.

Cuando Salinas Aguilera fue secuestrado, hubo quienes especularon que su secuestro era un ajuste de cuentas, una factura por cobrar o un auto secuestro.

El secuestro de Luis Horacio mostró la incapacidad de asombro de los grupos relacionados con las cúpulas de la entidad, los comentarios que se difundieron sobre el particular fueron tranquilos, simplistas, que más que hablar de un secuestro, parecía que estaban dando una información política.

Durante los 19 días del secuestro y en su liberación, ningún destacado político o empresario, ni organizaciones públicas y privadas se manifestaron su total repudio al secuestro. Esto mismo sucedió cuando se supo de la repentina muerte -para muchos misteriosa- de Armando Castilla Sánchez, propietario del periódico Vanguardia y adversario de Luis Horacio.

Luego de que Luis Horacio Salinas fue liberado, organizó una comida a donde invitó a un grupo de reporteros y columnistas para agradecer las notas dedicadas a su persona cuando estuvo secuestrado. Yo no asistí. Iba a ser -como fue- una reunión política, y no periodística. Un par de meses después, a principios de enero de 2003, Luis Horacio me invitó a desayunar, dicho desayuno se extendió por cuatro días. En esos días platicamos de su secuestro y de política.

Le pedí una entrevista y me la concedió. Por cierto, uno de esos días llevó a su nieto Manolo Jiménez Salinas, a quien me presentó como su nieto más querido, y el cariño entre Manolo y su abuelo se veía claramente. Tiempo después conocí al padre de este muchacho, Manolo Jiménez, con quien guardo una respetuosa y fraternal amistad.

En esa ocasión, recordamos la primera entrevista periodística que le hice a Luis Horacio Salinas para el periódico “El Sol del Norte” en 1983, a la que titulé “Luis Horacio Salinas Rompe el silencio”. En esos días el florestapismo era un tema tabú, 16 meses antes habían obligado a Flores Tapia a firmar su renuncia a la gubernatura de Coahuila, y Luis Horacio era un político en desgracia. De esos a los que todo el mundo le sacaba la vuelta.

Luego de que se publicó la entrevista en 1983, Luis Horacio me invitó a comer “para agradecerle su entrevista”. Insistió en que yo dijera a qué restaurante iríamos. Le respondí que al que él quisiera, pero siguió preguntando. Por curiosidad interrogué por qué insistía en que decidiera algo intrascendente

Su respuesta no dejó dudas “Nadie quiere que lo vean con nosotros, por eso le pregunto a qué restaurante quiere ir, para que usted se sienta cómodo”. Así estaban las cosas políticas en Coahuila.

En la entrevista hablamos de su secuestro. Luego de horas de plática, Luis Horacio Salinas aseguró que “Mientras viva no quitaré el dedo del renglón”. Según su información, hasta ese momento estaban siete secuestradores presos, pero cinco más andaban prófugos, entre ellos el jefe de la banda, y se creía que eran de otro estado.

Entre los secuestradores había dos militares en activo, un teniente y un cabo que estaban adscritos al área de inteligencia de la Sexta Zona Militar, ubicada en Saltillo, Coahuila.

También le contestó a sus malquerientes dedicándoles una frase “Son enfermos mentales los que crean que me auto secuestré”. Sobre su participación política señaló “No sé todavía si volveré a participar en política electoral”. Ante el silencio que se dio durante su secuestro dijo “A cualquiera, por más poderoso que sea, puede ocurrirle”.

Al final de la entrevista pregunté: ¿Cómo ve ahora lo que pasó, como pesadilla? Respondió “No, lo veo como una experiencia de vida.”

Final del trienio de Óscar Pimentel

          Mientras se acercaba la fecha del tercero y último informe del alcalde saltillense, cuando Óscar Pimentel ya no tenía poder, los que callaron durante todo el trienio comenzaron a señalar los ilícitos cometidos por Pimentel para su enriquecimiento personal.

Se decía que Pimentel -con la complicidad de su “equipo de gobierno”- hizo negocios con todo, palmeras, semáforos, concesiones de taxis, permisos para expendios de vinos, licencia para gaseras y fraccionamientos, privilegio para lenones, privatización del Simas, impuesto predial, ediciones de libros, espectáculos, etc.

Aquellos que estuvieron cerca de la privatización del Simas, insisten que en el negocio del agua “hubo mucho dinero de por medio, y el principal beneficiado fue el Presidente Municipal de Saltillo, Óscar Pimentel González”. También se incluía entre los beneficiados al gobernador Enrique Martínez.

Oscar Pimentel González

Para darnos una idea sobre la corrupción con que se privatizó Simas, basta recordar lo que se decía, que hasta uno de los funcionarios del organismo, Carlos Flores Viscaíno, disfrutó -con toda su familia- de un viaje de placer a España con todos los gastos pagados, y no fue el único, se afirmaba lo mismo de Óscar Pimentel y su familia.

En el negocio de la privatización del agua de los saltillenses, se repartió dinero entre los corruptos regidores, principalmente a los de la “oposición”, los que además viajaron a cuerpo de rey a otros países como Colombia, con el pretexto de ir a conocer la magia empresarial de Aguas de Barcelona en Sudamérica.

Lo verdaderamente cierto es que hasta ahora no se conocen a ciencia cierta todos los latrocinios que Pimentel y sus incondicionales cometieron durante el trienio pimentelista, pero con lo conocido se puede concluir que con la Presidencia Municipal de Saltillo, Óscar Pimentel hizo el mejor negocio de su vida.

De todos modos, debemos admitir que en el sexenio de Enrique Martínez, muchos de sus funcionarios hicieron lo que quisieron, cabe recordar los privilegios que gozaban los favoritos del gobernador Martínez, entre ellos Humberto Moreira, Raúl Sifuentes Guerrero y Óscar Pimentel González. Éstos hacían lo que querían, hasta parecía que no había gobernador o que estaba “pintado” o en la polla.

Para muchos, el trienio municipal de Pimentel fue un fracaso, porque la seguridad y la prevención de la delincuencia cayó al más bajo nivel. La policía municipal se dedicó a la extorsión, a agredir ciudadanos y a realizar multas y operativos recaudatorios.

Basta recordar que luego de muchos abusos policiacos denunciados por los ciudadanos, el director de la policía pimentelista, Iván Bermea, fue destituido de su cargo, precisamente por una agresión que los hampones disfrazados de gendarmes hicieron en contra de un comerciante.

En la “administración” de Pimentel aumentó y proliferó la prostitución de todo tipo, infantil, de hombres, mujeres y homosexuales. Pero Pimentel responsabilizó a su mecenas y jefe Enrique Martínez, del fracaso de su “gestión”.

Al final de su trienio, Óscar Pimentel dejó claro a sus incondicionales que su verdadero amigo no era Enrique Martínez, sino Rogelio Montemayor.

Lorenzo Martínez Medina y el campo mexicano

En abril de 2003, entrevisté a Lorenzo Martínez Medina, Agrónomo y Doctor en Ciencias Agrícolas, para que nos hablara del campo que tan bien conocía. Lorenzo Martínez falleció el 5 de agosto de 2013, y a los 95 años de edad diariamente llegaba a su empleo en la UAdeC antes del horario de entrada.

En la actualidad dedicaba sus esfuerzos a la comprensión de la actividad agrícola en el noreste de México en relación con el Tratado de Libre Comercio, y en calidad de Maestro- Investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila. Durante su vida profesional, Martínez Medina desempeñó algunos cargos públicos, el de mayor nivel fue el de Subsecretario de Agricultura.

En la entrevista, Lorenzo Martínez fue contundente en sus respuestas. “El gobierno ha abandonado el campo, dejándolo a merced del mercantilismo”, dijo desde el inicio de la plática.

Sobre el Tratado de Libre Comercio de México con Canadá y Estados Unidos (TLC) que había sido firmado por el presidente Carlos Salinas de Gortari en 1992 y comenzó a operar el Primero de enero de 1994, Martínez Medina enfatizó “Antes del TLC México era autosuficiente en maíz, ahora ya no… El TLC desapareció precios de garantía, crédito y aseguramiento”.

Acerca del ejido, el cual desapareció desde que Carlos Salinas modificó la Constitución, para entregarle la propiedad de la tierra ejidal a los campesinos, con el objetivo de que ellos pudieran vender sus tierras, de tal forma que los ejidos volvieran a ser propiedad privada, propiedad de los más ricos.

Para Lorenzo Martínez “La propiedad social (ejido) era una forma estable de producción… Las grandes corporaciones ya casi dominan el mercado.”, decía con un profundo convencimiento y sincera preocupación.

Según el connotado agrónomo, para el campo mexicano la reforma salinista fue la estocada final, por eso aseguró que “Los actuales programas de gobierno son caritativos y paliativos.”

Pese a las deleznables condiciones agrícolas de México, Lorenzo Martínez Medina señalaba que “La agricultura fue la causa social y económica de la Revolución Mexicana.”

¿Existen problemas en la agricultura de Estados Unidos?, pregunté. Su respuesta develó la principal estrategia de las grandes empresas del sector agronómico, “Hace tiempo que la estructura de la agricultura en Estados Unidos está en problemas. Los granjeros han ido vendiendo sus tierras a latifundios bajo el control de corporaciones gigantes. Los mercados competitivos están siendo desplazados por cadenas de oferta con contratos de producción.”

¿Cuáles son esas empresas gigantescas?  pregunté, “Estás corporaciones son de Estados Unidos y Suiza: Continental Grains, Cargill Foods, Monsanto, Nestlé, etc.”

También dio a conocer otra experiencia agronómica con la que él simpatizaba “En Francia, Alemania e Italia hay cooperativas agrícolas muy exitosas que son asociaciones de pequeños productores, cuya propiedad se ve acotada por los intereses de la cooperativa. En Europa se fomenta y promueve el cooperativismo como una forma social de organización económica del campo.”

Señaló que “En México, a partir de Miguel de la Madrid se abandonó a los productores agrícolas, ahora se les ve como limosneros, pero los campesinos son pensantes, desarrolladores y emprendedores, así los debe ver el gobierno mexicano. La atención al campo debería ser para el desarrollo sustentable. Los campesinos poseen el valor moral y social de cuidar el medio ambiente, han sido desde hace siglos los guardianes y preservadores del germoplasma, material genético en plantas y semillas.”

Luego de afirmar su postura sobre el gobierno y el TLC, Martínez Medina habló sobre sus propuestas “No se debe concentrar la propiedad, producción, procesamiento y distribución de alimentos y fibras, estas áreas deben estar bajo el control de emprendedores independientes.”

Lorenzo Martínez propuso “Un cambio en la política agrícola de México, que la haga diferente a la seguida en las últimas décadas y a las recomendadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Es necesario que estos productores tengan opciones competitivas para adquirir insumos y vender sus productos. Con una política consistente de Estado, los agricultores podrán ser capaces de abastecer de alimentos no nocivos a los consumidores, nutricionalmente suficientes y a un costo razonable.”

(Continuará).

El comienzo de la sucesión gubernamental