David Guillén Patiño.
Por el gusto de aprovechar la valiosa oportunidad que se me concede de plasmarlas en este prestigioso medio, pero también porque siento la inexplicable necesidad de liberarlas, incluso de dejarlas viajar por el ciberespacio, me permito compartir las siguientes tres composiciones de mi humilde autoría:
A pesar de todo
El predicador volvía a llegar temprano
Abrió la puerta y penetró en el templo
Faltaban unos minutos para iniciar el culto
Sentose en uno de los primeros asientos
Revisó sus apuntes
Echó un vistazo más a su reloj
Pronto se cumplió la hora
No había llegado ninguno de los músicos
Sus hijos, en el hospital, cuidando de su madre
Ese día, a su auxiliar le había tocado trabajar tiempo extra
Finalmente, se puso de pie y fue al púlpito
Abrió parsimoniosamente su Biblia
Localizó el primer pasaje
Antes de leer, levantó su mirada
En eso, gruesas lágrimas descendieron por sus mejillas
Sintió sus piernas flaquear
A pesar de todo, anunció el título de su sermón:
“Hoy hablaré de ´La comunión en amor´”
Su voz resonó en todos los rincones del recinto
También retumbó en cada una de las bancas…
…completamente vacías.
(Agosto 21 de 2018).
Érase una vez que era…
Un pueblo esforzado, pero pobre y agobiado
Que vivía en una sociedad de leyes torcidas y jueces injustos
Que debía pagar exagerados y numerosos impuestos
Que tenía que soportar a gobiernos corrompidos
Que debía aceptar el “empoderamiento” de las mujeres
Que le había tomado por sorpresa el movimiento gay
Que era víctima del crimen organizado y de malos policías
Que no se explicaba la existencia de sacerdotes pederastas
Que lo habían hecho adicto al balompié y a las telenovelas
Que conmemoraba una Revolución que sirvió de muy poco
Que nunca le inculcaban el hábito de la lectura
Que escuchaba hablar de Santoclós, más que de Dios
Que le ofrecían resolver su vida con el “divorcio exprés”
Que veía cómo la industria acababa con la naturaleza
Que era impulsado a ejercer derechos sin obligaciones
Que le habían hecho creer que el embriagarse era una virtud
Que a diario lo persuadían de que no podía prosperar
Que la TV le abría programas inmorales y ensangrentados
Que le inducían a gastar mal su tiempo y su dinero
Que le despertaban el gusto por corridos de narcotraficantes
Que le decían que el aborto era un derecho ciudadano
Que era engañado y explotado por religiosos sin escrúpulos
Que era sometido sutilmente a empleos esclavizantes
Que consumía películas que desbordaban placer desenfrenado
Que presenciaba ataques al modelo convencional de familia
Que formaba parte del dominio de países poderosos
Que celebraba una independencia nacional ya perdida
Y que, al final de cada 31 de diciembre, gritaba:
“¡Feliz año nuevo!” …sin saber cómo lograrlo.
(Diciembre 31 de 2018).
Fantásticas siluetas danzarinas
Ahí estaban…
No supo cómo reaparecieron en su habitación.
Veinte años habían pasado desde la última vez que subió con ellas a un escenario.
Extraño, pero aún conservaban su tono rosado.
Las colocó tiernamente contra su pecho… una lágrima bajó por su mejilla.
Era indescriptible el caudal de sensaciones que ese simple acto despertó en ella.
Afortunado fue el reencuentro, ciertamente no planeado.
Recordó cuando, juntas, dibujaban fantásticas siluetas en la nada.
Giraban, giraban, giraban incansablemente, bañadas por la plata de la Luna.
Ella, loca de alegría, parecía colgarse de las notas musicales que impregnaban el ambiente.
Hasta que un día… “¡Levántenla! ¡Llévenla a revisión!”.
Luego, el médico sentenciaría: “Eso ha sido todo; no deberá volver a intentarlo”.
Fue ahí donde la separación hizo su arribo.
Desde entonces, su madre evitó hablarle de ellas.
Pero ahora estaban de vuelta.
“¿Empezar otra vez?”, les preguntó, mirándolas atentamente.
“¡Por supuesto!”, se respondió a sí misma.
Enseguida, se desplazó lentamente en su silla de ruedas, hasta alcanzar la orilla de su cama.
Ahí se apoyó y, como pudo, tomó en sus manos sus lánguidos pies, otrora resistentes.
Logró ajustar en ellos el par de viejas zapatillas.
Cerrando los ojos, de súbito se transportó a un mundo paralelo.
Sí, en un abrir y cerrar de ojos se vio puesta de pie, como si el tiempo no hubiera pasado.
Sus graciosos y elegantes movimientos surgieron de entre quiméricas bambalinas.
Decidió dejarse llevar por una enigmática melodía que enervaba sus sentidos.
Su corazón se aceleró; le había invadido un incontrolable llanto de felicidad.
Ella y las recién llegadas, ya en sus pies, volvieron a girar, girar y girar incansablemente.
Locas de alegría, de nuevo se colgaron de las notas musicales que impregnaron el ambiente.
Y dibujaron, como nunca, fantásticas siluetas en la nada.
En su nuevo escenario: un debut que nadie aplaudió.
Música, giros, vuelos, estampas, un espíritu indomable.
¿Empezar otra vez? ¡Por supuesto!
Debido a ello… no pudo despertar.
Tampoco vio más el rosado tono de sus zapatillas en sus lánguidos pies.
(Marzo 02 de 2015).
davidguillenp@gmail.com