AMLO inmune a los pésimos resultados de su gobierno

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Jorge Arturo Estrada García.

“La vieja práctica de los tiranos es usar una parte del pueblo
para tener sometida a la otra parte”.
Thomas Jefferson.

“La política es el camino para que los hombres sin principios
puedan dirigir a los hombres sin memoria”.
Voltaire.

“Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el odio por los demás es lo primero.”.
Charles de Gaulle.

La política actual es tempestuosa. El presidente de la república es un veterano tiburón listo para devorar a sus adversarios, cuando le estorban en sus planes. Además, en la actualidad, es el político más diestro en la escena nacional. Ya lo ha demostrado a lo largo de su estancia en el Palacio Nacional. Tiene la mano pesada, y no le tiembla cuando llega el momento de usarla. También es rencoroso y tiene buena memoria.

Andrés Manuel ya está en campaña. Solamente le importan las victorias y hará de todo para conseguirlas. Para él las leyes no son impedimento para sus acciones. Él va tras más poder para sus proyectos. Él quiere construir una leyenda, su pase a la historia ya lo tiene en la bolsa. Aún no sabemos si tendrá estatura para acompañar a sus próceres, pero sin duda, hace más de un cuarto de siglo que no veíamos a un animal político de estas dimensiones.

Su gobierno fracasó, pero su proyecto político y sus juegos de poder van viento en popa. Actualmente parece imparable y hasta temible. No es invencible y eso lo sabe; en junio del 2021 la alianza opositora despojó al mandatario de su mayoría calificada y ahora se ve forzado a gobernar mediante decretazos. Sin embargo, la debilidad opositora es enorme, sin gobernadores propios desaparecerán las maquinarias.

Los proyectos estratégicos de López Obrador avanzan a tropezones, cada día se les disparan los presupuestos y surgen más retrasos. Así, seguramente serán inaugurados sin estar terminados. Estas obras fueron mal planeadas y peor ejecutados, parecen más surgidas de caprichos que verdaderamente coyunturales para impulsar el desarrollo del país. Aunque, tal vez, para el deprimido sureste resulten como polos de desarrollo, pero a nivel muy local no global.

En contraste, el progreso para el resto del país está atorado entre la pandemia, la inflación, la amenaza de estanflación; y las ocurrencias y posturas pseudo ideológicas presidenciales que empeoran y envenenan los temas.

Sin embargo, las mejores obras serán los macroproyectos para solucionar los problemas del agua en las zonas metropolitanas de La Laguna y en Monterrey, ambos son destacados polos de desarrollo norteños. Tiene razón el presidente en quejarse de la forma en que se ha explotado, por más de 100 años, el agua en esas regiones del país. Ha sido en forma criminal y abusiva.

En La Laguna, las agroindustrias privadas agotaron los acuíferos y los llevaron a contaminarse con arsénico. Los algodoneros se volvieron lecheros en los años cincuenta del siglo pasado cuando la bonanza del oro blanco se agotó. Entonces, el gobierno federal los apoyó con créditos y apoyos financieros para mejorar los hatos, adquirir ordeñadoras modernas, estímulos fiscales, mercado cerrado, refrigeradores, pipas y plantas pasteurizadoras. Simultáneamente, Peñoles se convirtió en casi un monopolio de la refinación de plata y el comercio de plomo. Al mismo tiempo, surgieron enormes fortunas entre empresarios y políticos a expensas de los recursos de todos.

Los laguneros, sus empresarios, sus élites políticas y sus ciudadanos volvieron un desierto a su oasis de vergel. Ellos respiran y llevan plomo en la sangre; también, viven envueltos en tolvaneras y beben arsénico. Aún, así, siguen reverenciando a Lala y a Peñoles. Ellos, siempre tan independientes, tan orgullosos y regionalistas podrían ser salvados por el presidente Andrés Manuel y sus miles de millones federales.

Por otra parte, en Monterrey emergieron unas clases medias y obreras politizadas, a veces enfrentadas, pero generalmente unidas por los empleos y prestaciones que se disfrutaban, como casi en ningún otro lugar del país. Tenían acceso a viviendas, escuelas, servicio médico, comedores, despensas y reparto de utilidades. Casi siempre apoyados en sindicatos blancos y alejados de las grillas cetemistas e izquierdistas que aparecían cíclicamente.

El panismo creció a finales del siglo XX en el vecino estado y finalmente el empresario, Fernando Canales Clariond, se convirtió en Gobernador en 1997. Los regios entraron de lleno a la alternancia política y prosiguieron su desarrollo económico acelerado. Luego, llegaron más priistas, panistas, un independiente y ahora un personaje extravagante como Samuel García a su Palacio de Gobierno. También, llegaron a un momento en el que se quedaron sin agua para sustentar a los millones de habitantes de su mega zona metropolitana.

Todo ese experimento democrático los dejó en manos de tipos que fallaron en lo más importante: darle sustentabilidad a su polo de desarrollo. Al parecer, el presidente López Obrador, enfrentado con su clase empresarial, entrará a rescatarlos al igual que a los laguneros. En esos lugares, hay millones de votantes que AMLO quiere para el 2023 y 2024 y actualmente, él es el único con dinero suficiente para arreglar esos problemotas.

En Coahuila, la alternancia podría estar, cada vez más cerca. Así, de inmediato surgen las interrogantes: ¿Los coahuilenses estamos listos para vivir sin un PRI hegemónico?, ¿el tricolor está condenado a perder en Coahuila? ¿El grupo priista en el poder desde hace 17 años, está preparado para ser derrotado, y tal vez perseguido penalmente, como ha pasado en otros estados? ¿Sus dirigentes entregarán la plaza sin defenderla, como ha sucedido en otras entidades?

Definitivamente, hay mucho en juego. Las elecciones del 2023 serán fragorosas y decisivas para la élite política coahuilense. Estamos en una época muy turbulenta, por decir lo menos. Seremos testigos privilegiados de interesantes batallas políticas.

En Coahuila, el año próximo se elegirá gobernador en lo que se percibe como una elección sumamente competida. El PRI, no la tendrá fácil. Basta decir que hace cinco años, la diferencia fueron un par de puntos porcentuales que aportaron los aliados del tricolor, las decisiones del tribunal electoral y la oposición fragmentada con candidaturas perdedoras como las de Armando Guadiana, por Morena; de los independientes, que se comportaron como esquiroles, Javier Guerrero y Luis Horacio Salinas Valdés; quienes, junto a Mary Thelma por el PRD y José Ángel Rodríguez, del Partido del Trabajo pulverizaron el voto opositor.

Así, el tricolor perdió la mayoría parlamentaria y todas las ciudades grandes, a excepción de Saltillo, pero se quedó con el Palacio Rosa. Más del 60 por ciento de los coahuilenses votaron en contra del expartidazo y sus aliados, en esa elección del 2017. Luego perdió la senaduría ante Morena, en 2018 y en el 2020 ganó las elecciones locales.

Sin embargo, a lo largo de este sexenio, el PRI y el PAN de Coahuila han continuado perdiendo votos que han ido a parar a manos de Morena, que ya se proyecta como la principal fuerza política en la entidad, según las encuestas priistas, morenistas e independientes de julio y agosto del presente año.

En tres estudios se coincide que Morena y aliados tienen entre 40 y 44 por ciento de intención de voto. En tanto, la alianza PRI-PAN-PRD consiguen números similares, es un empate técnico. Lo malo del asunto es que ni el PRI ni el PAN ganarían por sí mismos. Cada uno tiene un voto potencial de solamente el 21 por ciento, lo que evidencia la debilidad de ambos. Los indecisos y los que no declaran son menos del 20.

También, de esas encuestas, de Mitofsky, El Financiero y Massive Caller, se desprende que Manolo Jiménez es el candidato más conocido y que es el preferido por los anti morenistas y por los priistas con un 40 por ciento. Memo Anaya le sigue con un 18, luego Jericó con 13.

El otro dato relevante es que, en los cara a cara, Manolo solamente empataría con cualquiera de los tres oponentes morenistas: Armando Guadiana, Luis Fernando Salazar y Ricardo Mejía, el gallo de AMLO. Lo que muestra la dureza del voto guinda en contra del Prian y la fortaleza de ellos. Contra lo que pudiera pensarse, Mitofsky establece que en julio de 2022 el presidente tiene 67 por ciento de aprobación entre los coahuilenses contra el 33 desaprobando y nunca ha bajado del 60 en la entidad. El mandatario permanece inmune a los pésimos resultados de su gobierno. Se trata de emociones, no de razones.

 Actualmente, la potencial alianza del Prian se percibe frágil. Nadie quiere ceder, hay demasiada soberbia del lado del tricolor y de sus jilgueros. Si los escenarios actuales persisten, todo quedará en manos de Manolo Jiménez, a él le tocará enfrentar la Madre de Todas las Batallas, por parte del PRI Coahuila. El joven saltillense deberá comprender que necesitará todo el apoyo que pueda captar, que no son momentos para ser excluyentes. De nada sirve presumir ser el más conocido si el morenismo con cualquiera de sus tres gallos podría derrotarte, aunque sean menos identificables.

Ya es momento de que cambie de estrategia. Ya no compite para presidente municipal de Saltillo en un ambiente cerrado y más controlado. El enorme territorio coahuilense está lleno de votos que no tienen dueños, más del 40 por ciento pertenece a clasemedieros informados y no acarreables. Además, tanto el PRI como el PAN están desgastados por sus errores y abusos cuando han ejercido el poder en cada una de las regiones. A Jiménez Salinas le corresponderá atraerlos a las urnas como simpatizantes.

La gravedad del momento político debe comprenderse a cabalidad. Los adversarios de Manolo ya no están dentro de su partido, ni entre los panistas, entonces ya no debe meterse contra ellos. Él será el candidato de la alianza en Coahuila, si las cosas del Edomex no le estropean la carrera. Por lo tanto, Jiménez deberá madurar rápidamente, asimilar los escenarios tan volátiles e irse ajustando a ellos. Lo que enfrentará no tiene precedentes en la historia política coahuilense, así que no hay expertos válidos que le calienten la oreja, tampoco recetas mágicas.

De esta forma, el candidato y su equipo deberán ir aprendiendo sobre la marcha. Todavía hay cerca de 400 mil electores coahuilenses indefinidos y deberá ganárselos; y al mismo tiempo, no perder las simpatías de quienes podrían apoyarlo. El tricolor solamente le sabe a los votos terrestres, los de la estructura y que estarán muy peleados en cada esquina en cada colonia, el primer domingo de junio del 2023.

Es un hecho que los votos por aire y de anti-PRI fueron los que fabricaron las victorias panistas y las derrotas tricolores. Manolo deberá aprender a no parecer un priista rancio, a no depender del acarreo y a ganarse a los clasemedieros con una presencia y un discurso maduro y sólido.

Este es el momento para Jiménez de convertirse en la mejor opción de los coahuilenses ante el vendaval morenista. Que se le perciba como un tipo serio y capaz. Sus adversarios potenciales, del partido de AMLO, se perciben competitivos. Las deserciones y traiciones se desatarán pronto en el Prian. Las decisiones deberán ser inteligentes, el PRI puede perder. Los escenarios políticos y sociales son interesantes y falta lo mejor. Veremos