Carlos Loret de Mola
La número dos de la embajada de Canadá en México fue enviada de embajadora a Líbano. El nuncio en Líbano ahora es nuncio en México
¿Qué tendrán en la mente los que comparan a México con Líbano? ¿Qué estarán viendo en Canadá que la número dos de su embajada en México fue enviada de embajadora a Líbano? ¿Qué leerán de la realidad política de nuestro país en el Vaticano que decidieron mover al nuncio apostólico en Líbano para nombrarlo nuncio apostólico en México?
Líbano vive una brutal crisis económica: el tipo de cambio oficial es de 1,500 libras por dólar, pero en la calle es de 30,000. La gente no puede sacar sus ahorros del banco y los precios de la comida han subido como en ningún otro lugar del mundo.
Líbano vive una atroz crisis política: tras veinte años de guerra civil el gobierno quedó en manos de un grupo que Estados Unidos cataloga como terrorista y que ha demostrado ser profundamente corrupto y aferrado al poder.
Líbano vive una crisis de credibilidad internacional: en una gira por Arabia Saudita, a su primer ministro lo retuvo el controversial príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán, y lo obligó a renunciar a distancia; tuvo que intervenir Francia para revertir el golpe.
Líbano vive una crisis turística: el centro histórico de su capital, Beirut, apodada “París de Oriente” es como el pueblo fantasma más caro del mundo: lo que no está cerrado está cercado por las fuerzas de seguridad, y sólo sobreviven los desvencijados letreros de lo que alguna vez fueron Louis Vuitton, Audemars Piguet… las tiendas están tapiadas con puertas de acero para evitar los saqueos. La mayoría de los hoteles siguen cerrados, al igual que los restaurantes y los cafés que le dieron hasta hace poco una personalidad mágica. Por sus inempatables zonas arqueológicas y palacios ya no se forman los tumultos de visitantes que solían inyectar al país dólares, euros y ánimo.
Líbano acaba de vivir un triple drama: a fines de 2019 estallaron manifestaciones callejeras a consecuencia de los malos manejos económicos del gobierno, a inicios de 2020 les cayó la pandemia y a mediados de ese mismo año, una gigantesca explosión en el puerto de Beirut asombró al mundo y terminó por empujar al país al despeñadero.
En cambio, Líbano no tiene problemas graves de seguridad pública y delincuencia común. Sobre esa base, sumado a lo barata que resulta la libra libanesa por tanta desgracia, están tratando de aprovechar el boom turístico post-pandemia para ir reabriendo el país y detonar de nuevo lo que fueron sus principales fuentes de ingresos.
¿Qué estarán viendo en Canadá —nuestro gran socio comercial en el TMEC— que a Chantal Chasteney la movieron de jefa de Cancillería y Ministra Consejera en México, a ser su embajadora en Líbano? ¿Qué estarán viendo en el Vaticano que a monseñor Joseph Spiteri lo pasaron de ser nuncio apostólico en Líbano a serlo en México?
Les digo mejor algo que no están viendo: las mañaneras.