Mis sexenios (81). El futurismo a todo vapor

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

          Antes de que Enrique Martínez rindiera su Cuarto Informe de Gobierno, los enriquistas seguían haciendo de las suyas.

La Contralora del Estado, Inés Garza Orta, hizo filtraciones a la prensa sobre fraudes en la carrera magisterial, y “aviadores” y “comisionados” en la Secretaría de Educación Pública de Coahuila y en el Tecnológico de Saltillo. Estas filtraciones crearon enfrentamientos entre los sectores magisteriales y el gobierno estatal.

Inés Garza tenía poca autoridad para perseguir a los que cobran sin trabajar, pues en algunos casos que filtró se encontraban sus hermanas, ya como “aviadoras”, “comisionadas” o simplemente como fiscales de los casos.

Inés Garza Orta

La Contralora Inés Garza, durante la administración enriquista permitió a los corruptos del sexenio que se llenaran los bolsillos, y simuló ignorar los negocios a la sombra del poder que se habían hecho en el sexenio de Montemayor y en los primeros cuatro años del enriquismo en perjuicio de Coahuila y los coahuilenses.

El magisterio coahuilense no había sufrido persecuciones desde el gobierno de Mendoza Berrueto. Por eso se acusaba a los eliseístas encaramados en el gobierno de Enrique Martínez, de ser los promotores de la persecución magisterial, el principal de ellos era el tortuoso secretario de gobierno Raúl Sifuentes Guerrero.

En el sindicato magisterial no se dudaba que el desprestigio de los profesores de la educación pública, tenía el fin de apoderarse de ese estratégico sector.

         Otro sector que estaba inmerso en el tráfico de influencias, la ineficiencia y la corrupción era la Procuraduría General de Justicia en manos de Óscar Calderón Sánchez; y el Tribunal Superior de Justicia regenteado por otro de sus iguales, Ramiro Flores Arizpe “La Mostaza”.

En esa época, la impartición de la justicia andaba tan mal, que la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Coahuila, Miriam Cárdenas, denunció el ineficiente trabajo de los jueces. Acusó a las instituciones de ser las responsables del retraso de los trámites jurídicos, de la negación a la legalidad, de la impunidad y del enorme burocratismo que prevalecía.

Raúl Sifuentes Guerrero y Enrique Martínez y Martínez

Finalmente, Enrique Martínez llegaría a su Cuarto Informe de Gobierno, y aprovechando la ocasión, declaró “Estamos en el cuarto año y aún hay mucho por hacer”. Además, hizo correr el rumor de que ninguno de los precandidatos contaba con el visto bueno del gobernador.

Con esto, Enrique Martínez les mandaba un mensaje a los “calefactos” priistas de “no se muevan” y los invitaba a reagruparse, porque todos andaban peleando y agitado el ambiente político-electoral de Coahuila, desde meses antes de iniciar el proceso legal para elegir a los candidatos.

Los que iniciaron el alboroto priista fueron el secretario de Educación Pública Óscar Pimentel González, quien inició los adelantados “destapes” y el secretario de Gobierno Raúl Sifuentes Guerrero, haciendo juegos sucios y tenebrosos en contra de sus malqueridos, y tejiendo redes y apoyos para su proyecto que era lanzarse en pos de la gubernatura por un partido de “oposición”.

El verdadero proyecto de Raúl Sifuentes, era negociar su apoyo con el que fuera el candidato priista a cambio de una posición. Sifuentes Guerrero quería repetir lo que cinco años antes había hecho “La Coneja” Alejandro Gutiérrez, declinando su candidatura gubernamental a favor de Enrique Martínez a cambio del puesto de Senador de la República.

El río revuelto debía ser controlado, por eso Enrique Martínez regresó para poner orden. Para ese momento, la situación de los tres precandidatos reales era la siguiente: Jesús María Ramón Valdés no buscaba enfrentamientos. Alejandro Gutiérrez era el que menos posibilidades tenía. Humberto Moreira era el más acelerado e inexperto. El ruido de las últimas semanas era atribuible a él. Humberto estaba presente en todas las disputas, pleitos y debates.

Humberto tenía su estructura construida a la sombra del Instituto Nacional de Educación para Adultos (INEA), pero los empresarios no le tenían confianza. Los recursos económicos de que podía disponer estaban siendo observados con microscopio. Humberto no tenía fortuna ni padrinos adinerados, pero en apoyo popular era el precandidato más fuerte.

Quizás por ello, al arrancar el año 2004, Enrique Martínez señaló que “Los inteligentes no necesitan recomendaciones, y los tarugos no las entienden”. Este lapidario mensaje lo envió el gobernador para que los aspirantes a sucederlo detuvieran sus alocadas carreras y reflexionaran.

Por eso, el periodista Jorge Arturo Estrada García insistía en que sólo había dos formas de llegar al Palacio Rosa: ganarse a Enrique o ganarle al gobernador.

La estulticia de Fox

         La Cumbre Extraordinaria de Monterrey, celebrada del 12 al 13 de enero de 2004, en la que se reunieron los Jefes de Estado y de Gobierno de los países americanos, sería el escenario ideal para que el presidente Fox hiciera de las suyas y mostrara a sus homólogos de América y del mundo, que el México despolitizado, ignorante y sin valores tenía al mandatario que se merece, un servil payaso de George W. Bush.

         Ningún presidente podría presumir haber sido tan lacayo del gobierno estadounidense como el incapaz de Vicente Fox, quien demostró ser el más rastrero con George W. Bush de todos los mandatarios de América.

Vicente Fox y Hugo Chávez

Sobre la estulticia foxiana bastan dos botones: Olvidando la tradicional política exterior mexicana, Vicente Fox criticó al gobierno venezolano del presidente Hugo Chávez, apoyando el referéndum impulsado por el gobierno de Bush para destituir al Presidente de Venezuela.

Al mismo tiempo, Fox se propuso como intermediario para solucionar el conflicto entre Chile y Bolivia, por la salida al mar que solicita el gobierno boliviano desde hacía décadas.

Ya no cabían dudas, a Vicente Fox le estaba haciendo mucho daño el Prozac, pues en su mente enferma ya no existía la realidad, México y el mundo eran parte de un paraíso que sólo existía en su mente, Foxilandia.

Lo que más molestó a los mexicanos fue el despilfarro con cargo al erario público en estas inútiles reuniones, como las calificó Hugo Chávez.

El despilfarro fue constante en el sexenio foxista, toallas de cuatro mil pesos para la residencia presidencial, colchones de 150 mil pesos comprados por un diplomático mexicano en París, la construcción del Consulado de México en Guatemala que costó seis millones de dólares.

También la familia de Fox le entró al despilfarro, su hija Cristina vivía en Madrid en un departamento de lujo. La vestimenta diseñada por los más renombrados modistas para la inmoral y cínica de Marta Sahagún, esposa del entonces presidente.

Marta Sahagún, por cierto, aprovechó la intrascendente Cumbre Extraordinaria de Monterrey no sólo para lucir sus carísimos ropajes, sino para lanzar el mensaje -con publicidad mundial- de que estaba lista para relevar a su marido en la Presidencia de la República en 2006.

Martha Sahagún no conforme con manipular a su mandilón esposo, quería un sexenio para ella sola. A tal grado era su desmedida ambición, que el diputado panista Francisco Barrio, señaló tímidamente que “eso no se vería bien, pues sería la continuación del gobierno de Vicente Fox”. De todos modos, Martha Sahagún continuaría persiguiendo su locura.

Por ese tiempo, algunos “intelectuales”, incluyendo a Porfirio Muñoz Ledo, propusieron quitarle al Himno Nacional las estrofas que hablan de sangre y guerra, lo cual no era una simple ocurrencia, sino porque se ve mal que un pueblo de sometidos tenga un himno de guerra…

(Continuará)

La corrupción de la partidocracia