¿A dónde va la guerra?

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Alfredo Velázquez Valle.

Actualmente, las acciones de guerra que se están sucediendo en el este europeo que confrontan a dos naciones con un origen común (la Rus de Kiev), pero hoy opuestas en el plano geopolítico mundial, ha polarizado posturas dentro de la izquierda internacional.

Hay quienes apoyan a Ucrania ya que consideran la entrada de tropas rusas en las repúblicas del Donbass una agresión injustificada propia del imperialismo gran ruso.

Los que han aprobado, por otra parte, las acciones de Rusia porque ven en ello un movimiento táctico de exclusiva defensa propia ante el avance de la OTAN hacia la frontera inmediata de su territorio, consideran a Ucrania (su gobierno) como testaferro del imperialismo norteamericano como de la propia UE

En ello hay razón; a decir verdad, parcialidades de esa realidad.

Detrás de este posicionamiento de las distintas izquierdas cabrían algunas consideraciones que quizá puedan coadyuvar a “considerar todos los fenómenos en su desarrollo, en su paso de un estado a otro, es decir, dialécticamente” (Trotsky dixit).

Obviamente, el estimar la confrontación bélica de esa manera (Rusia vs. Ucrania), resulta una manera demasiado simple de presentar la realidad que de por sí ya es compleja.

Resulta de hecho un posicionamiento nada marxista.

Es decir, apoyar a Rusia, per se, será como desestimar el régimen de gobierno que ha impuesto la dictadura del capital con el apoyo de las fuerzas armadas y con ello la reglamentación de la vida ciudadana que desestima no solo derechos laborales y principios de democracia formal, sino aquellos que se ha denominado como “derechos humanos”, etc.

Lo mismo sucederá si el apoyo a Ucrania deviene por el solo hecho de que ha resultado ser “víctima” de algo que supuestamente no se provocó de antemano. De su régimen interno, de la proscripción de derechos tanto político y civiles a partir del euromaidán en 2014-15, y su instrumentalización por parte de Occidente para debilitar a Rusia hay bastante que decir.

En efecto, es una lucha bélica que esconde intereses focalizados de reducidos grupos que lucrando al amparo de la matanza se enriquecen a costa de ella.

Tanto los grandes explotadores oligarcas rusos y ucranianos, los Zelenskys y los Putins, las grandes trasnacionales de armamentos y, en última instancia, el capital en su proceso de acumulación y reproducción a través de los mercados confrontados (EEUU-UE vs China Rusia) están detrás de esta tragedia en que se ha convertido la guerra ruso-ucraniana.

“La burguesía opera por abstracción (“nación”, “patria”, “democracia”) para camuflar la explotación que está en la base de la dominación.” (TROTSKY, 1975)

El posicionamiento con respecto a este evento bélico, donde las armas no se han cubierto de gloria, pero sí de sangre obrera, campesina y civil (porque quien aporta los muertos –porque dinero no tiene para zafarse de terrible destino- es quien no se lleva las ganancias), deberá considerar para un justo posicionamiento marxista lo que renglones arriba se escribe: dialécticamente.

Es aquí, llegados a este punto, donde quizá se nos presente más compleja y con menor lucidez el hecho de tomar partido ya que para ello tendremos que despojarnos de un sinnúmero de ideas preconcebidas que, como rémoras, se han adherido a nuestra conciencia sin percatarnos de su presencia provocando con ello relativizar, confundir y neutralizar nuestra percepción de esa realidad en movimiento y transición.

Quizá no tenga desperdicio preguntarnos:

¿En qué momento los medios de difusión (que no de comunicación) así como electrónicos, han podido influir en nuestra percepción del conflicto?

¿Tenemos información de primera mano y confiable, a su vez, de lo que “realmente sucede” en el frente de batalla y en la retaguardia de las negociaciones y/o acuerdos de los que mandan y ganan en el festín de la sangre derramada?

Es obvio que los medios de difusión han diversificado opciones para estar informado y, con ello, hacernos un juicio algo racional de lo que sucede y a donde va dicho suceso. Esto último si y solo sí nos hemos dado a la tarea de pasar por filtros de confiabilidad el mar de información contradictoria y cruzada que nos llega a través de los distintos dispositivos electrónicos.

En el caso que nos ocupa, la posición de principio y que no depende de la información captada e interpretada por los medios electrónicos, estriba en colocarnos de parte de los intereses del proletariado ruso como ucraniano. Reconocer, en esta postura, que su lucha es doblemente difícil en la medida que tienen ante sí no una disyuntiva, una opción (es), sino un destino inmediato: la muerte por la guerra, o la muerte por sus efectos colaterales.

Esta realidad querrá decir que al no contar con una organización política que represente de forma efectiva (presencia sindical, de organización y agitación, cuadros militantes, incluso armamento) sus intereses económicos como políticos, quedan a merced del imperio de fuerzas extrañas a su propio provecho.

Quiero decir, sin un movimiento sindical genuino (comités y/o soviets de fábricas/centros de trabajo) que les agrupe, organice y les movilice en torno al control de la producción, sin garantías económicas frente a sus explotadores y sin presencia política de un partido u organización revolucionaria (marxista-leninista) que los agrupe (también) en torno a un proyecto alternativo a la guerra que hoy les presentan sus respectivos gobiernos de oligarcas y  que todo ello  lo sufren en primera persona, el apoyo ha de decantarse por aquella de las naciones  beligerantes donde la salida a un movimiento de masas tenga más opciones de desarrollarse y, eventualmente, provocar las condiciones necesarias para una salida-incursión a las acciones encaminadas para su emancipación como clase y con ella la de toda la población explotada.

¿Cuál de estas dos naciones ofrece tales “condiciones” mínimas indispensables para el rescate/permanencia/desarrollo del movimiento obrero revolucionario?

A decir verdad, Ucrania hoy representa el papel de adalid de la reacción (numerosas pruebas dan testimonio de ello; de entre ellas, la proscripción del Partido Comunista de Ucrania) pero no se pasa por alto que la oligarquía rusa ha debilitado el campo de la revolución al someter el movimiento obrero a los requerimientos del aparato de Estado.

Sin embargo, al interior de Rusia – y con un PCR fuerte, sólidamente formado en la estrategia y táctica de la revolución- aún existen posibilidades de reagrupamiento, organización y eventual movilización que posibilite cambios más inclinados a la lucha revolucionaria (incluso el pasado histórico de la república exsoviética y las glorias del Octubre rojo y la Gran guerra patria contra el enemigo nazi cuentan a favor de dicha emancipación proletaria) que el triunfo de una Ucrania dominada desde el exterior por las potencias europeas y bajo una ideología neonazi que ha permeado por sobre la población y que de triunfar no sería más que el triunfo de la OTAN y con ella de la oligarquía de EEUU sobre la faz de la tierra; dando con ello, una oportunidad más al capitalismo de auto-regeneración por sobre los escombros del proletariado.

Parafraseando al profeta de la revolución bien podríamos suscribir que en Rusia: “…el fascismo todavía no ha vencido. Obstáculos y fuerzas gigantescas quedan en su camino hacia la dictadura.” (Trotsky, 1973)

Hoy, el Partido Comunista de Rusia tiene, otra vez, una responsabilidad histórica para, como en 1917, marchar al frente de una insurrección porque las posibilidades están en aumento en la medida en que el gobierno Putin ha mostrado no tener la fuerza suficiente para someter a la camarilla de delincuentes fascistas que gobiernan en Ucrania.

Por último, de entrar en crisis el gobierno Putin se vislumbra una realidad paralela a la insurrección: el fantasma de la reacción oligárquica, que no vacilará en tomar el poder e inaugurar una época tanto o más terrible que la actual dictadura de los explotadores sobre los explotados.

El requisito, la condición única y aliada del partido de la revolución es: hablar con la verdad al pueblo ruso; la verdad sobre la guerra y sus consecuencias sobre el proletariado y las clases subalternas, es el mejor aliado de la revolución.

Una pregunta ha quedado en el aire:

¿Podremos decir que en Ucrania el fascismo no se ha hecho del poder?

Suscribo, la tesis central del Programa de Transición que hoy vuelve a tocar la puerta de las conciencias de quienes nos reclamamos marxistas-leninistas:

“La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis histórica de la dirección revolucionaria.” (Trotsky, La era de la revolución permanente, 1973)

Referencias

Trotsky, L. (1975). ¿A dónde va Francia? México, D.F.: Juan Pablos Editor.

Trotsky, L. (1973). Alemania, la revolución y el fascismo. México, D.F.:JUAN PABLOS EDITOR.

 Trotsky, L. (1973). La era de la revolución permanente. México, D.F.: Juan Pablos Editor.