Fernando Rangel de León.
Así como al movimiento popular de 1810, se le denomina Independencia; al de los años de 1857 a 1867, se le llama Reforma; y al de 1910, se le nombra Revolución; así también al estudiantil de 1968, se le conoce ya como “2 de octubre no se olvida”.
Se cumplen 54 años de ese movimiento iniciado por los estudiantes el 22 de julio, tomando forma el día 26 de ese mes con motivo de un aniversario más de la Revolución Cubana; pero llevado a cabo sin violencia, como sí la hubo, y grande, en los tres primeros mencionados movimientos; y aplastado el movimiento estudiantil por el gobierno con armamento militar en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.
Las armas que utilizaron los estudiantes fueron su idealismo, sus sueños, las marchas, mítines, volanteo, perifoneo y asambleas, todo ello pacíficamente; derechos esos garantizados en la Constitución, para manifestarse en contra de la represión policiaca y el autoritarismo del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (GDO) (1964-1970), que coartaban las libertades de expresión, reunión, libre tránsito y otras; participando en algunos de esos hechos el que esto escribe, como estudiante de la UNAM.
Lo que más se quería con ese movimiento era hacer realidad la democracia garantizada en la Constitución, dándole mayor participación a la ciudadanía en la cosa pública, en la toma de decisiones de las políticas públicas que le atañían, y el respeto al ejercicio de los derechos sociales y políticos; pues a quienes intentaron hacerlo en 1958 y en 1959, el gobierno los reprimió y encarceló.
Por eso una de las peticiones del 2 de octubre, fueron la libertad del maestro Othón Salazar, y la de los ferrocarrileros Valentín Campa y Demetrio Vallejo, entre otros, presos políticos desde hacía alrededor de 10 años; acusados del delito de disolución social tipificado en los artículos 145 y 145 Bis del Código Penal, cuya derogación era otra de las peticiones; todo lo cual se logró con el movimiento estudiantil del 68.
El delito de disolución social lo utilizó el gobierno en contra de cualquier disidente del régimen que realizara cualquier movimiento en su contra y llevara a cabo algún paro o una huelga no autorizada por él, como fueron las de los maestros y ferrocarrileros.
El movimiento del 68, estuvo inspirado en lo que acababa de ocurrir en Checoslovaquia con la Primavera de Praga, y el Mayo Francés, movimientos estudiantiles-populares, en contra de la represión autoritaria en esos países; y fue manipulado por el Secretario de Gobernación Luis Echeverría Álvarez LEA, para ser postulado por GDO, candidato en las elecciones del 5 de julio de 1970, en lugar del Secretario de la Presidencia Emilio Martínez Manautou y de Alfonso Corona del Rosal, Jefe o Regente del Departamento del Distrito Federal.
Fue LEA, quien maniobró con líderes estudiantiles para que el mitin del 2 de octubre fuera en la Plaza de Tlatelolco, en lugar del Zócalo; porque allá no era un escaparate para la prensa y el turismo internacionales como sí lo es éste; para que no se fotografiara la masacre; porque GDO y LEA decidieron terminar a toda costa con el movimiento 10 días antes de la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos, la primera Olimpiada en Latinoamérica, en la historia, el 12 de octubre; llevada a cabo en el Estadio Olímpico Universitario de la Ciudad Universitaria de la UNAM.
Gracias a ese 2 de octubre, México vive hoy en un clima de respeto a todas las libertades individuales, sociales, políticas y democráticas; pues no hay absolutamente en todo el país un solo preso político, aunque sí hay políticos presos por delitos comunes; y tiene hoy como nunca un ejército de pueblo uniformado, que nada tiene que ver con el sanguinario de GDO, en 1968.