“El viejo y el desierto” una huella de Higinio Esparza en el periodismo

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Jesús M. Moreno Mejía

“Los recuerdos antiguos
son más poderosos que
la realidad presente”.
Anatole France.

            “El recuerdo es una rebelión contra el olvido, que es una ley” sentenció Amado Nervo, el ilustre poeta y escritor mexicano, así como dijo su análogo francés, Anatole France, sobre las reminiscencias: “Los recuerdos antiguos son más poderosos que la realidad presente”.

¿A qué viene lo anterior? Se preguntará el amable lector. La respuesta y explicación es la siguiente: El 29 de septiembre último, fue presentado el libro “El viejo y el desierto”, “Una huella por el periodismo y la literatura”, de Higinio Esparza Ramírez, insigne comunicador y escritor, quien el 16 de junio del presente año se nos adelantó en el paso por esta vida, dejando una marca imborrable en quienes leyeron sus colaboraciones en medios impresos y electrónicos (incluyendo a esta edición).

Higinio Esparza Ramírez fue un excelente reportero y escritor de la llamada “Vieja Guardia”, durante la segunda mitad del siglo pasado y las dos primeras décadas del presente siglo XXI, dotado de una pluma amena y generosa, calificado como inigualable por su agudeza, ingenio y humor único e insuperable.

Su libro “El viejo y el desierto” es una publicación post mortem, cuya obra fue editada por su hijo, Héctor Alejandro Esparza Nieto, lograda con el apoyo del Instituto de Cultura del Estado de Durango, siendo presentado el jueves 29 del pasado septiembre en las instalaciones del periódico “El Siglo de Torreón”, con los comentarios de Ivonne Escalera Leyva, Irma Bolívar Ayala y quien esto escribe.

En la presentación, también se contó con la participación de familiares y amistades de Higinio Esparza (Emiliano García y Alejandra Esparza), con lectura de fragmentos de las columnas periodísticas contenidas en el libro en referencia. Héctor Alejandro fue conductor y coordinador del programa, intercalándose momentos musicales con el cuarteto “Los Vagos”.

Algunas consideraciones personales de don Higinio

El compañero y entrañable amigo, Higinio Esparza Ramírez, utilizaba frecuentemente como personaje central a su propia persona en sus anécdotas, despojándose del orgullo y vana gloria que por lo regular le imprimimos nosotros, prefiriendo hacer gala de sus defectos o situaciones embarazosas, tales como los frecuentes olvidos o circunstancias en las que se veía envuelto en su azarosa vida.

Desearía referirme a lo que encontrará el lector al inicio de su libro: el Prefacio I, dedicado por su sobrino, Jesús Esparza Bejarano; el enfoque de don Higinio Esparza por el periodista Raúl Muñoz de León, y el Prefacio II del autor de esa obra póstuma, permitiéndome transcribir un párrafo del prólogo de don Higinio Esparza, titulado “No recuerdo mis olvidos”, para darnos cuenta del estilo, la viveza y el humor con que escribía sus artículos:

“Lo mejor que me está pasando en esta etapa de omisiones involuntarias, es que se me olvida pagar las cuentas de cantina, incluyendo la propina. El mesero extiende la mano y lo miro con extrañeza. Ya de salida y a tres cuadras de distancia, me pregunto: ¿Quería una gratificación o solamente despedirse? Tal vez por esa causa ya no me invitan los amigos a sus reuniones. Ha pasado más de un año y no me llaman. Seguramente no se acuerdan, porque también ellos el Alzheimer ya les echó el ojo.”

El resto de sus colaboraciones que aparecen en el libro (46), algunas de ellas aparecidas en este medio impreso, trata temas de lo más diverso, tales como “Alucinaciones en el desierto”, “¡Feliz Navidad!”, “¡Muérete primero, después platicamos”, “¿Y mi gorda de moronga?”, “Verbena en el cementerio”, “Los orates”, “Tacones cercanos”, etc., seleccionadas por su hijo, Héctor Alejandro, para que aparecieran en “El viejo y el desierto”.

Higinio Esparza fue un auténtico precursor del periodismo de la segunda mitad del siglo pasado, al que conocí en 1966, el año en que ingresé a la Redacción del periódico “El Siglo de Torreón”, convirtiéndose no sólo en un compañero de trabajo, sino un maestro o guía a seguir sus pasos como redactor y reportero, al que nunca pude alcanzar, y mucho menos superar, dadas sus características extraordinarias (el más veloz en escribir, cuando sólo existían las máquinas de escribir; con una memoria privilegiada (sin necesidad de una grabadora, que no existían aún), utilizando sólo una libreta en la que anotaba aquello que era esencial, para luego desarrollar su nota informativa o su reportaje; entre otras cualidades únicas en él.

Tan seguro y objetivo era lo que escribía en su cuaderno, que cuando alguien le reclamaba no haber dicho lo que se publicaba, su respuesta era: “¡Cómo que no! Mire, aquí está anotado lo que usted dijo”, con tal seguridad y seriedad se lo mostraba, que el demandante mejor callaba.

Sus reportajes eran extensos y detallados, únicos, los que resultaban tan buenos que los colegas de otros diarios veían no poder competir con él. Seguramente por eso, después de 46 años al servicio de “El Siglo de Torreón” y un par de años como corresponsal para un diario de Durango, se animó a escribir cuentos y anécdotas, que le valieron conquistar el primer lugar, por Durango, en el Certamen Nacional de Cuento convocado por la Secretaría de Marina en 2015, así como una columna que tituló, “Anécdotas”, con gran éxito en varios medios impresos y electrónicos.

Podría seguir recordando el extraordinario trabajo periodístico de mi eterno y entrañable amigo, Higinio Esparza Ramírez, quien siempre estuvo atento a las reuniones a la que era convocado y si alguna duda tenía de no haber sido incluido un servidor, recordaba que su viejo compañero debería estar presente en la tertulia, lo cual me llena de orgullo y satisfacción.

Existe un perenne recuerdo de Higinio Esparza en mi memoria y en mi corazón, esperando que su alma se encuentre en la Mansión Celestial y que allá tengamos la dicha de volver a encontrarnos, cuando nos toque la partida de esta vida.

¡Es cuanto!