Renato Leduc

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Lic. Simón Álvarez Franco.

            A don Renato sí tuve el gusto de conocerlo y tratarlo, allá por la década de 1950 cuando con alguna frecuencia venía a La Laguna a atender negocios de mi familia y aprovechaba para ver, pasear y platicar con mi novia que vivía en Cd. Lerdo, en casa de sus padres y trabajaba como maestra en la Escuela José Ramón Valdez en Cd. Lerdo.

A esos encuentros “casualmente” nos agregábamos Lucrecia y yo para

gozar la charla del poeta que salpicaba con gracia de maldiciones, malas palabras y picantes anécdotas; por otro lado, su sapiencia para usar el lenguaje era un aprendizaje para nosotros.

La casa del Prof. José Santos Valdés (quien a partir de 1960 se convertiría en mi padre político) frente a la plazuela Juárez en Cd. Lerdo, Durango, era continuamente visitada por toda clase de personas que se acercaban a él en busca de consejo, comentar noticias del día, exponerle problemas personales o políticos, en fin, el maestro recibía a todos, escuchándoles pacientemente sus quejas, aspiraciones y cualquier comentario, dando siempre su opinión, consejo, ayuda, sin titubear y muchas veces sacrificando su economía para que nadie se fuera sin recibir algo a cambio de su visita.

Renato Leduc

A esa casa y en especial a su abundante biblioteca que tenía al fondo de la huerta, recibía a todo mundo, desde campesinos, ejidatarios, hasta presidentes de la República. Algunas veces, sobre todo después de mi matrimonio con Lucrecia, fui invitado por el profesor Valdés a acompañarlo en las conversaciones que sostenía con algunos de ellos, desde Raúl Velazco hasta el  Lic. López Portillo y Pacheco quien durante su gira como candidato a la  primera magistratura de país (1976-1982), personalmente me pidió que le hiciera favor de conseguirle una cita con el maestro, a lo que mi suegro se negó ya que en esa época no salía de su casa por problemas de salud, ante mi insistencia y con la ayuda del gobernador de Durango, Dr. Héctor Mayagoitia, consintió en invitar a cenar en su casa al candidato, en compañía de sus hijos y cónyuges, a lo cual asintió López Portillo acompañado de su hijo mayor José Ramón y de quien posteriormente sería Secretaria de Turismo durante su gobierno. La organización de este convivio significó para mí algunas dificultades y no poco sinsabores, malquerencias y murmullos, pero al fin, fue un éxito.

            Desde luego existen fotografías de este evento, en las cuales, por política, no figuran los invitados del candidato.

            De 1958 a 1972 mis labores como funcionario de Recursos Humanos en Bancomer, cuya ubicación era la Ave. Venustiano Carranza y Bolívar en el centro de la capital, junto a la fuente del Reloj Otomano, más conocido como “la ranita” contra esquina del Café la Flor de México, a escasos 30 metros del Café (cantina) “Tupinamba”, lugar éste frecuentado por el gremio taurófilo, periodistas y políticos, donde sobresalían las mesas de Luis Spota, rodeado de deportistas, boxeadores y atletas de lucha libre, no en balde era director de estas actividades y en otra, la encabezada por Renato Leduc y su cohorte de aficionados literarios, mesas a las que frecuentemente a la hora de la comida me agregaba, estrechando así la amistad que los principales mencionados antes, me hacían el favor de recibirme y permitirme gozar de sus conversaciones salpicadas de atrevidas anécdotas de su vida y obra.

            Renato en plena madurez, hombre robusto, no muy alto, no era obeso sino más bien fornido, con su eterna sonrisa a flor de labios, con sus ojillos pícaros, brillantes de inteligencia y gracia. Surgió como siempre, que alguna vez se tocó la forma en que había surgido su poema Tiempo, quizáel más conocido y popular de sus sonetos; habiéndonos regalado la siguiente historia; Con deferencia en dichos templos, como si de la visita de un patriarca bíblico se tratara. También era costumbre que el trío bolerístico en turno interpretara en su presencia la versión cantada de su poema musicalizado por Rubén Fuentes en los años sesenta e inmortalizado en las voces de Marco Antonio Muñiz y José José. Entonces Leduc, periodista, poeta, literato, vendedor de a pie, que siempre se mantuvo crítico del poder, despegado de los convencionalismos y formulismos de la sociedad, se convirtió en un referente para los jóvenes poetas de su tiempo.

Otro asistente a la tertulia estaba presente, el tabasqueño Adán Santana, quien retó a todos, especialmente a Renato a que hiciera una cuartilla utilizando como rima a tiempo, en cuatro minutos, lo cual fue imposible, irónico el poeta Santana le dijo a Renato: “yo creí que solamente porque hacías versitos sabías siquiera que la palabra tiempo no tiene rima”.

Maltratado por la inquina, Renato pagó la apuesta, se fue a su casa, consultó el diccionario y comprobó que efectivamente “tiempo” no tiene consonante. Aquella noche caviló y caviló hasta que, jugando con las acepciones de tiempo, finalmente se le ocurrieron aquellos versos que hasta hoy cantamos cada que amamos y añoramos la inicua dicha de perder el tiempo.

TIEMPO

Aquí se habla del tiempo perdido que, como lo dice el dicho, hasta los santos lo lloran.

                        Sabia virtud de conocer el tiempo;
                        a tiempo amar y desatarse a tiempo;
                        Como dice el refrán: dar tiempo al tiempo.
                        Aquel amor a quien amé a destiempo
                        martirizome tanto y tanto tiempo
                        que no sentí jamás correr el tiempo
tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo
                        –ignoraba yo aun que el tiempo es oro—
                        cuánto tiempo perdí –¡Ay!—cuánto tiempo.
                        Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
                        amor de aquellos tiempos, como añoro
                        la dicha inicua de perder el tiempo.

            Leduc casó con la pintora surrealista inglesa en 1941, trayéndola consigo a su regreso a México, esta unión duró hasta 1943 en que la pintora hizo brillante carrera, uniendo su vida en 1947 con Emérico Weiss, familia que procreó dos hijos. La pintora falleció en el D. F. en mayo de 2011.

            El poeta llevó toda su vida un desapego y desprecio a las reglas y convenciones tanto de la poesía como de la vida civil, siendo totalmente original, sin someterse a la opinión de los demás.

            Enemigo de la solemnidad, de la sobria mesura y del romanticismo de la poesía mexicana, inventando su propio lenguaje donde el juego, la ironía, la burla y la nostalgia se mezclan con el habla popular, espejo como el mismo poeta de los barrios bajos, entre cafés de chinos, cantinas, toreros y políticos, además, estuvo en la revolución, tanto en la mexicana como en la de España y Cuba.

Unos breves ejemplos:

XV fabulillas de animales, niños y espantos
Novia insolvente; por tus medias rotas,
Vertí de llanto las primeras gotas. . .
En mi recuerdo como corcho flotas.
Cuando laxa de amor y complacencia,
en un cuarto de hotel y en mi presencia,
te lavabas el árbol de la ciencia
perdida ya tu condición virgínea.
Perdón si en actitud antiapolínea
besé tus muslos y aflojé la línea.
Llanto que derramaste, amargo llanto,
ira, dolor remordimiento, espanto . . .
Lo que perdiste no era para tanto.
Tiempos en que yo era adolescente
y el señor don Porfirio presidente
y Dios nuestro señor, omnipotente.

Prolífico en grado sumo, publicó decenas de versos, 17 libros, una novela y miles de artículos periodísticos. El corsario beige, una obra dramática, El Prometeo Sifilítico, un relato: Los Banquetes, y un corrido, considerado como el mejor de la Revolución Mexicana:

Tiempos de Pancho Villa y de la guerra de las mentadas y tiros en la sierra, tiempos de fe no en dios sino en la tierra

Por el cerro de la Pila
fueron entrando a Torreón
mi general Pancho Villa
Y atrás la revolución. . .
¡Ay jijos. . .! ya se nos hizo
Cuánto diablo bigotón. . .
Ya viene Torbio Ortega
Subiendo y bajando cerros
Y no te enredes ni engañes
que ahí anda Pablito Seañez
haciendo ladrar los perros
¡Cuánto usurero barbón. . .!
¡Ay jijos. . .como les vuela
de la levita el faldón!
¡Ay jijos. . . ya se nos hizo:
Triunfó la revolución…!
Tenemos camino andando…
No hay que juntarse con rotos
siempre te juegan traición
ya Madero está vengado
ya murió la usurpación.
En su caballo retinto
Llegó Emiliano Zapata
Bonita su silla charra
y sus botones de plata
pero mucho más bonito
su famoso Plan de Ayala. . .
Este gallo es de navaja
y no es gallo de espolón
si quieres tierra, trabaja
trabaja, no seas huevón
Ya llegó don Venustiano
Con sus anteojos oscuros.
Y Villa y Zapata gritan:
No sé qué tengo en los ojos…
Porque ya en Pablo González
se vislumbra la traición
¡Ay reata no te revientes
que es el último jalón. . .!
Ya se están muriendo todos
¡Jesús que desilusión…!
Se está volviendo gobierno
¡Ay dios. . .! La revolución

HIMENOCLASTA

Epitafio para la tumba de José Valenzuela Rodríguez
Tú que con sutileza de geómetra euclideano
Determinaste el radio probable del placer,
Y calculaste, sólo con aplicar la mano,
Cuántas pulgadas mide un sexo de mujer. . .
Tú que pontificaste con gesto sibarita
en los propíleos sacros del poliforme amor;
Y a cincuenta doncellas –palomas de Afrodita—
mostraste los senderos del más grato dolor. . .
Cuando la Ker te ciegue definitivamente,
trasmútese tu carne en una vida potente;
Y que tu lengua sea, ya para siempre muda,
hoja que cubra el sexo de una virgen desnuda. . .

            Tal parece que a nuestro admirado Leduc lo asesinó su propia poesía, pues le pasó lo que a otros grandes escritores mexicanos que la gloria se quedó suspendida en un poema, “Tiempo”, y nos ha impedido leer su obra completa, como al compositor de “Hoja Seca”, Roque Carbajo que tiene docenas de canciones y nos conformamos con una sola, sin buscar las demás que también son formidables, adelante, busquemos más de Renato que tiene en su haber muchísimo más.

            Para terminar, permítanme remitirme a Max Rojas, que en su Antología Poética dijo acerca de Renato: “…él sabe, con su vejez de muchos soles y muchas lunas, que la prédica sirve de poco, y que la puntilla y el descabello son el golpe seco en la sien: con ellos ha estado siempre en Madrid, en Cuba, en Centroamérica, y lo estará -sin ruido, sin alarde, sin solemnidad, si le llega la hora- . . . Y la hora le llegó, pasó a la eternidad el 18 de enero de 1970”.