José Guadalupe Robledo Guerrero.
Para deslindarse de los datos divulgados por el grupo Guacamaya provenientes del hackeo a los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional, el presidente López Obrador organizó un teatro, con personajes importantes y escenarios adecuados, utilizando los servicios del ex panista y ahora morenista Manuel Espino Barrientos, ex presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN y Comisionado de Protección Federal, en mancuerna con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.
Los datos hackeados por Guacamaya, convalidan el secreto a voces que se suponía: que entre el gobierno de AMLO y el crimen organizado hay un pacto; que gobernadores, presidentes municipales y funcionarios de Morena tienen nexos con la delincuencia organizada y la omisión de la Sedena, Semar y Guardia Nacional en la persecución de criminales.
Al día siguiente de que el periodista Carlos Loret de Mola dio a conocer el hackeo de los archivos de Sedena, López Obrador reconoció la veracidad de lo informado, incluso aceptó estar enfermo de lo que se dijo “y de otros achaques más”, al mismo tiempo que se mofaba del ataque cibernético, y para curarse en salud repitió una de sus frases favoritas: “El que nada debe, nada teme”.
Sin embargo, esa soberbia presidencial, no ha sido suficiente para invalidar el enorme desgaste que le ha acarreado a su gobierno la publicidad de los datos del hackeo proporcionados por el grupo Guacamaya, que según dijo AMLO era un grupo externo, incluso algunos creyeron que se trataba de un hackeo realizado desde Estados Unidos, ¿de dónde más?
Pero esa explicación tampoco tuvo buenos resultados, pues desde el inicio del escándalo, comenzó a correr el rumor entre la clase política, de que el hackeo fue realizado desde el interior de la Sedena, operado por generales y oficiales de alto rango, que se muestran inconformes por el papel que le ha ordenado AMLO a las fuerzas armadas, dándoles funciones que nada tienen que ver con sus obligaciones militares, mismas que le han acarreado desprestigio. Lo que indicaría que el pundonor militar prevalece entre la milicia.
Frente a estas circunstancias, López Obrador organizó el teatro, mandando a su incondicional Manuel Espino a notificarle a los senadores su propuesta de entablar un diálogo con el crimen organizado con miras a pactar con ellos, para abatir la violencia extrema en que se encuentra en una buena parte del territorio nacional, que según las autoridades estadunidenses, el crimen organizado ejerce su dominio en una tercera parte del país.
Según Manuel Espino, su propuesta es para “que lo grupos criminales no nombren ni sobornen a funcionarios” y para proponerles “que haya absoluto respeto: yo no te infiltro, no me meto en tu estructura, tú no te metas en este lado, y en lugar que tu dinero se los des en maletas a funcionarios, vemos qué hacer con el dinero”.
Según se ha informado, la propuesta de Manuel Espino la hizo un día después que se reunió con AMLO, pero según él y López Obrador, “no le expuso su propuesta”, lo cual nadie cree, pues en México ningún morenista se va por la libre, si no tiene el permiso, la aprobación o la orden del presidente López Obrador.
Posteriormente, el otro actor de la comedia presidencial, Adán Augusto López, señaló que hacía meses Manuel Espino le había dicho su propuesta, pero no dijo si se la había comunicado a AMLO. Luego que la propuesta levantó infinidad de comentarios en los corrillos políticos, en los medios de comunicación y en las redes sociales del Internet, apareció López Obrador rechazando cualquier pacto con la delincuencia organizada y la delincuencia de cuello blanco, pues según él: “Está bien pintada la raya”, además insistió en que “No somos iguales”.
Con este nuevo teatro, AMLO cree que el asunto de su supuesto pacto con el crimen organizado ya quedó resuelto, y que ya está exento de todo cuanto lo acusan los documentos hackeados por Guacamaya y que se han dado a conocer en forma dosificada.
Lo cierto, es que esta comedia no frenará la publicidad de los millones de datos que tiene Guacamaya en su poder y que inculpan a López Obrador y a su pacto inconfesable con el crimen organizado, sintetizado en la frase “Abrazos, no balazos”, en que ha fincado su “estrategia de seguridad”.
También es verdad, que AMLO tiene ante sí otro escandaloso suceso, la publicación del libro “El Rey del Cash” de Elena Chávez, el que destapó la forma en que López Obrador logró financiar su larga campaña electorera de 12 años con dinero de procedencia ilícita, lo cual igual que el hackeo a los archivos de Sedena, solo vino a convalidar lo que se suponía.
Política aldeana
Según el hackeo que el grupo Guacamaya hizo de los archivos de la Sedena, las fuerzas armadas de la Sedena y Semar no son capaces de realizar, planificar y ejecutar operaciones de fuerzas especiales con Estados Unidos, y el ejército plantea concesiones por tiempo indefinido en aeropuertos y vías ferroviarias. Asimismo, Guacamaya filtró el mensaje F.C.A. (Formato Cifrado Arcano) sobre la detección de una imagen que circula a través de la aplicación de telefonía celular Telegram en la que, supuestamente, el Cártel de Sinaloa realiza el reclutamiento de personas para trabajar como sicarios, buscando incrementar sus células delictivas con personal militar”.
Preguntas huérfanas
¿Sabía usted que los informados dicen que los datos reservados sobre la megadeuda que dejó a Coahuila Humberto Moreira se harán públicos en mayo de 2024?
¿Por qué Ricardo Mejía Berdeja no menciona a Humberto Moreira entre sus corruptos enemigos o amigos?
¿Terminará AMLO su sexenio con una deuda externa 50% más grande que la que recibió en 2018?
¿Cuántos militares y policías se han ido al crimen organizado en los últimos 15 años?
¿Será cierto que el secretario de Gobernación quiere adoptar en México el programa social y musical que implementó Hugo Chávez en Venezuela?
¿Qué hará el gobierno mexicano con los 77 mil migrantes venezolanos que se quedaron en México? ¿los hará votar por la 4T, los pensionará o los empleará en la 4T como organizadores políticos?