Mis sexenios (84). Mariano López Mercado

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José Guadalupe Robledo Guerrero.

El 19 de julio de 2004 murió a los 66 años Mariano López Mercado, personaje culto, bien informado, muy relacionado, con gran conocimiento político, pero sobre todo ecuánime y caballeroso.

La última vez que platiqué con Mariano, a principios de 2004, el tema de conversación fue su amor por la vida, pero también su aceptación de la muerte, él sabía que estaba cerca la desembocadura, pero no le angustiaba: “Ya me andaba yendo en diciembre, dijo, pero Dios me permitió disfrutar lo hermoso de la vida el tiempo que me resta”, nos confesaba con gran ánimo al periodista Arturo Rodríguez García y a mí.

En su vida política, Mariano ocupó importantes cargos públicos. Fue Senador, Diputado, Alcalde de Múzquiz y de Torreón, etc. “Sólo me falta ser gobernador”, decía.

López Mercado tenía talento y vocación para el servicio público, y era uno de esos raros políticos con cultura, ameno conversador, siempre con sus inseparables puros que eran sus compañeros, testigos y confidentes.

Mariano López Mercado

Conocí a Mariano López en 1983, cuando escribía para El Sol del Norte. En cierta ocasión, siendo Alcalde de Múzquiz, me habló para agradecerme un comentario que hice sobre su padre, el exgobernador Raúl López Sánchez, el último coahuilense con verdaderas posibilidades presidenciales.

Le dije que parte de las ideas que esbocé en mi escrito sobre su padre, me las había compartido Óscar Flores Tapia, quien lo admiraba y respetaba. Desde entonces cultivamos una sincera amistad, que como los buenos vinos fue incrementado su calidad con los años.

Desde entonces, López Mercado y yo cultivamos la confianza, por eso conocí de su voz la intromisión política de Lucrecia Solano, la protagónica esposa de Rogelio Montemayor, quien al comienzo de la campaña de Mariano en pos de la Presidencia Municipal de Torreón, le dijo amenazante: “Usted sabe que Rogelio (entonces candidato a gobernador) es el que decide quién será Alcalde, y aun así usted la buscó por otro lado”.

Durante todo el tiempo, Mariano buscó conciliarse con Montemayor y con su esposa, pero no lo logró, por eso lo hicieron renunciar a la alcaldía antes de terminar su gestión, creándole un problema con los panistas de Torreón, esos que no quisieron pagar el predial que adeudaban desde hacía décadas.

Para quitarle a Mariano la Presidencia Municipal de Torreón que había ganado con votos, Lucrecia y Rogelio alquilaron los servicios del entonces magistrado “enriquista” Germán Froto Madariaga y de María del Carmen Fernández “Carmiña”, madre del panista Luis Fernando Salazar Fernández, y la que inventó “Mujeres por Torreón” que le sirvió de pretexto a la “pareja gubernamental” para deshacerse de Mariano.

Mariano fue cercano a Jesús María Ramón Valdés, era su asesor de confianza y se decía que le coordinaba su precampaña a gobernador, en la competencia con Rogelio Montemayor.

En alguna ocasión, durante la precampaña por la gubernatura de Coahuila, López Mercado me invitó a conocer a Jesús María Ramón, “sólo quiere conocerlo”, me dijo. La plática de los tres en las lujosas oficinas del entonces precandidato, fue cordial y amistosa. Hablamos de historia y política, y nos relacionamos respetuosamente. Nunca me pidió sumarme a su aspiración, ni trató de convencerme de sus planes gubernamentales.

Jesús María Ramón Valdés

Jesús María Ramón murió el 7 de enero de 2016. Nunca tuve un acercamiento más con él, pero un mes antes de su fallecimiento me habló para felicitarme por mi objetividad en Mis sexenios, pues había leído alguno de los capítulos que hablaba del proceso electoral de 1999 cuando compitió por la gubernatura con Enrique Martínez. Ese día me invitó a vernos pronto, para que probara el vino que estaba produciendo. “Le va gustar, y nos vamos a poner alegres festejando”. Ya no hubo tiempo de vernos.

Los otros precandidatos al gobierno de Coahuila

          Para septiembre de 2004, Javier Guerrero García y Miguel Arizpe Jiménez se habían incorporado a la carrera por la gubernatura de Coahuila a petición del gobernador Enrique Martínez. Humberto Moreira fue el afectado con la aparición en la contienda de estos dos nuevos precandidatos.

En su compra de voluntades y en aceitar la maquinaria electoral, Humberto Moreira gastaba mucho, y aunque tenía el dinero de la presidencia municipal de Saltillo a su servicio, no era suficiente, por eso los lenones se incorporaron a su campaña como patrocinadores.

Por esos días, el escándalo de “El Gran Chaparral”, un conocido burdel de Saltillo, seguía dando de qué hablar. Allí fue donde se realizó una reunión de “La Estructura” y hubo de todo, su organización fue encomendada a Samuel Rodríguez Martínez, pero según Humberto Moreira: “fue cortesía de un amigo”. Lo cierto es que el propietario del antro era Jesús Contreras, el Zar del Giro Negro.

Por estos días, a pesar de los múltiples enemigos que se había ganado, Raúl Sifuentes inició un pleito con Jaime Martínez Veloz. Acostumbrado a agredir desde el anonimato, Raúl alquiló algunos mercenarios para que a través de los medios calumniaran a Jaime, quien no estaba en Coahuila, ni jugaba en la política aldeana de nuestro estado.

El pleito comenzó por una declaración que Martínez Veloz le dio a la prensa, en donde destacó el trabajo de su amigo Javier Guerrero García entonces secretario de Finanzas, y se regocijó de que se mencionara como precandidato gubernamental.

Javier Guerrero García

Jaime acusó a su agresor, pero nada sucedió. Por alguna razón, Enrique Martínez no terminaba con la actitud rijosa de su subalterno.

A finales de octubre, el hecho más comentado en la política y el periodismo, fue la aclaración-acusación pública que Raúl Sifuentes le hizo al periodista Arturo Rodríguez García por señalar sus nefastas prácticas policiacas.

No era la primera vez que Arturo recibía una nota “aclaratoria”, meses antes Vanguardia había publicado otra belicosa carta que envió un empleado de Raúl Sifuentes en la Secretaría de Gobierno, Luis Efrén Ríos Vega, conocido en el mundo periodístico como “Fingetalento 10”.

En su carta aclaratoria, Raúl Sifuentes señala que Arturo lo había calumniado y difamado “con la notoria intención de causarle daño a mi imagen pública y a mi honor, expresando falsedades sin sustento ni pruebas”, pero Raúl nada dijo sobre las acusaciones que Arturo le había publicado.

Arturo había acusado a Raúl Sifuentes de haber estado atrás del escándalo de que hicieron objeto a la directora del Icocult, Rosa del Tepeyac Flores. También lo acusó de estar usando mercenarios disfrazados de periodistas para agredir a Martínez Veloz, lo cual él mismo había denunciado en un par de radiodifusoras.

En lugar de amedrentarse, Arturo Rodríguez volvió a sus andadas “difamatorias”, y días después le dedicó a Sifuentes su columna en Vanguardia, dando a conocer algunas denuncias judiciales que el secretario de Gobierno tenía por algunos delitos, entre ellos, el robo de gasolina de los ductos de Pemex.

En ese momento que la intriga palaciega, los golpes bajos y el “fuego amigo” del Palacio Rosa, era el modus operandi del secretario de Gobierno, recordé una anécdota que me confió Óscar Flores Tapia y que tienen que ver con la intriga palaciega.

Según contó Flores Tapia, había un sujeto que cobraba como “asesor” o “lamepatas” como él llamaba a los cortesanos, que cada que había alguna crítica para su gobierno se la daba a conocer personalmente a primera hora.

“Me hacía encabronar, para que contestara. Hasta que un día que amanecí encabronado, cansado de sus lambisconerías le dije: Óyeme cabrón, no hay nadie que hable bien de mi gobierno”. -Si jefe -me contestó- el 99.9 por ciento habla muy bien de usted y su gobierno. Pues no parece, le contesté, siempre vienes con intrigas, me haces encabronar y me pones de malas. Por eso he decidido mandarte mucho a chingar a tu madre. Y se acabó”.

Esas enseñanzas de Flores Tapia no las aprendió Enrique Martínez, pues nunca las puso en práctica con sus cortesanos “lamepatas”.

Para hacernos reír, el 12 de septiembre, el periódico Vanguardia le hizo una entrevista pagada a Manuel López Villarreal, entonces diputado federal.

Según Manuel se daba tiempo para trabajar como diputado, atender a su familia, jugar fútbol y practicar su fe católica “no sólo de palabra”, pero también se definió como un hombre tranquilo, conciliador, equilibrado y muy religioso, y de paso pontificó que los sacerdotes son el elemento fundamental para esparcir los valores.

En esa entrevista, Manuel López amenazó con ir en el 2005 por la gubernatura de Coahuila, y presumió que en su partido, el PAN, lo destacaban por presidir la Comisión de Economía en la Cámara de Diputados, pero aclaró que este nombramiento no era producto de la casualidad, pues el grupo parlamentario del PAN había valorado su preparación, trayectoria y capacidad. ¡Ah qué Manuel!, tan fantasioso como siempre.

En octubre de 2004, Enrique Martínez inició el proceso de la sucesión. Pero no fue el Quinto Informe de su gobierno el que marcó el evento, sino los cambios que hizo en el CDE del PRI y en el Instituto Estatal de Educación para Adultos (IEEA) sin que nadie se enterara y sin filtraciones.

Samuel Rodríguez Martínez

A Raúl Sifuentes le quitó la dirigencia priista nombrando a Miguel Arizpe presidente del PRI estatal en lugar del “sifuentista” José Luis Flores Méndez “El Chapo”, personaje corrupto, servil y “lamepatas”. Y a Humberto Moreira le restó fuerza en el Instituto Estatal de Educación para Adultos (IEEA), el bastión más importante de su campaña, nombrando como directora a María del Carmen Ruiz Esparza, y retirando de ese cargo al humbertista Samuel Rodríguez Martínez…

(Continuará).

La sucesión gubernamental en marcha…