José Guadalupe Robledo Guerrero.
El 27 de noviembre se celebró la megamarcha convocada por López Obrador, quien desde el pasado 13 de los corrientes, públicamente y sin ninguna duda dejó de ser el presidente de todos los mexicanos, para convertirse en el caudillo de Morena y salir a la calle encabezando a los suyos, cuya inmensa mayoría serán acarreados con recursos públicos o por dinero ilegal.
En dicha concentración, López Obrador no tendrá límites para informar sobre su cuarto año de “gobierno” a los que reciben pensión de la federación y que se harán presentes en el Zócalo capitalino, de tal manera que AMLO no desaprovechará la ocasión organizada por él, para repetir lo que diariamente nos vomita desde su mañanera.
Por tal motivo, el Peje que de nuevo volvió a las calles, dirá su visión parcial y fantasiosa de lo que ha logrado en el poder con su raquítica e ineficiente acción gubernamental, a pesar de que las evidencias insisten en el fracaso de la Cuarta Transformación y del “gobierno” obradorista.
El inquilino de palacio nacional dirá ante el lleno del Zócalo que ya terminó la corrupción en México; que la estrategia de seguridad de abrazos no balazos ha disminuido la violencia y los homicidios dolosos; que se han frenado las desapariciones y que nuestro país vive los mejores años con su “gobierno”, dedicado a repartir el dinero proveniente de los causantes y legitimando las dádivas que no sacan de la miseria a los pobres de México, al contrario, los han incrementado.
Obviamente, el caudillo tabasqueño nada dirá sobre los 130 mil asesinados en su “gobierno”, tampoco se referirá a las 13 mil mujeres que han sido muertas por los feminicidas, a razón de 11 diarias. Ni hablará sobre la imparable corrupción que priva a su alrededor, y a la infinidad de violaciones a las leyes a que se han acostumbrado los morenistas.
De ninguna manera, López Obrador señalará que en su “gobierno” el crimen organizado se ha apoderado de grandes extensiones del territorio nacional, en donde hay estados completos dominado por los facinerosos, ni abordará el tema de la deplorable situación en que se encuentran las instituciones de salud, de la educación pública, de la pésima condición en que se encuentra la infraestructura carretera, la justicia, la división y autonomía de los poderes de la Unión.
En pocas palabras, el Peje le dibujará a sus fanáticos -unos por necesidad, otros por conveniencia- el México que ve desde la comodidad y lujos del palacio que habita. Menos aún dedicará algunas palabras para referirse a su pacto con el crimen organizado, que ya para estas fechas nadie con dos dedos de frente puede desmentir, pues las evidencias lo delatan, más ahora que se han filtrado datos del hackeo que hizo el grupo Guacamaya a los archivos del ejército.
En síntesis, Andrés Manuel repetirá en su informe del Zócalo, lo mismo que en las mañaneras, pero aún así, ningún beneficiario de las dádivas gubernamentales tendrá la libertad de no acudir a la “fiesta popular” que habrá de encabezar, como en los viejos tiempo, el ahora presidente de México, que ha decidido ser únicamente presidente de Morena, pues al resto de los mexicanos los considera traidores, facciosos, conservadores, fifis, clasistas, y un largo etcétera. Todo por tener opiniones distintas.
Tampoco presumirá que el peso es una moneda fuerte, pues en los últimos días se ha devaluado un par de pesos frente al dólar, pero seguirá prometiendo un régimen de salud semejante al de Dinamarca, y les dirá a los que no tienen voz para preguntar o inconformarse, que el AIFA es el mejor aeropuerto del mundo, y que la refinería de Dos Bocas pronto comenzará a producir los combustibles que nuestro país requiere para su autosuficiencia, y por último, externará que el Tren Maya habrá de detonar el progreso en el sureste mexicano.
En fin, López Obrador dirá lo mismo -con palabrería sin sustancia, sin sustento y sin utilidad- que México es distinto al que recibió, y en esto tal vez tenga razón, pues nuestro país atraviesa hoy por sus peores días. Y todavía faltan dos años de un “gobierno” que ya queremos que llegue a su fin, y AMLO cumpla su promesa de irse a la chingada.
Política aldeana
Luego de infinidad de vergonzosas huidas por no enfrentar al crimen organizado ni cumplir con sus labores policiacas y de seguridad nacional, el ejército ya escaló en las agresiones de la delincuencia organizada, al ser asesinado -el pasado jueves 24 de noviembre- el general José Silvestre Urzúa Padilla en el municipio de Pinos, Zacatecas. Frente a este lamentable suceso, López Obrador externó en la mañanera: “Lamentamos mucho este hecho. Le mandamos un abrazo solidario, fraterno a su esposa y sus tres hijos”. Nada más. Pero nos preguntamos: ¿Hasta cuando los militares estarán de acuerdo que por una estrategia de seguridad fallida sus compañeros sigan cayendo abatidos por las balas de los delincuentes?
Pregunta huérfana
¿Sabía usted que los duros que alimentan la locura radicalizada de AMLO son, entre otros: Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum, Martí Batres, Pablo Gómez, el caricaturista “El Fisgón” y Epigmenio Ibarra?