Samuel Cepeda Tovar.
¿Se trata de genética? ¿De algún trauma derivado de experiencias insuperables? ¿Acasos será una mala estrategia? ¿Será la tradicional corrupción que nos da siempre los mismos resultados? Más allá de las tertulias deportivas de aficionados y expertos, la cíclica historia del desempeño de nuestra selección nacional de fútbol requiere un análisis sociológico, pues no es una coincidencia que siempre sean los mismos rivales nuestras némesis insuperables y los resultados en competencia mundiales sean extrañamente encuadrados en un ciclo pernicioso que parece siempre condenarnos a los mismos resultados.
Tan acostumbrados estamos a los mediocres resultados que son vaticinados hasta por el más inexperto en un entorno de patéticas esperanzas renovadas basadas en una fe ciega que nos hace conformarnos con la misma historia. La mediocridad se ha metido hasta los huesos de miles que lamentan la humillación cuatri anual, pero festejan las “copitas” o torneos de los más malos en los que definitivamente somos los mejores, tal cual supone ser la copa oro.
Nuestra selección carece de competitividad en todos los sentidos, siempre cambiando de técnicos con sueldos millonarios y con el mismo destino al final del camino. La selección de fútbol es un fiel reflejo de la política tradicional de nuestro país, en donde al obtener los resultados magros de siempre, se opta por cambiar al dirigente y el nuevo termina haciendo exactamente lo mismo.
No me parece que los argentinos tengan una especie de gen que los vuelve más competitivos y mejores deportistas, en lo personal he visto en canchas tierrosas magníficos jugadores que carecen de un buen patrocinador para llegar a ser contemplados como futuros profesionales del balompié, es cierto que existe corrupción dentro de la Federación Mexicana de Fútbol y como buen negocio solo importan las ganancias económicas, sin embargo no es la raíz del problema, se trata de un gran proceso integral que va desde la contratación de un técnico que conozca a profundidad a los jugadores para así armar un cuadro ofensivo eficaz y una defensa sostenible, así como la integración de jugadores alejados de los reflectores y de la propaganda comercial que se dediquen a generar resultados para la afición, no para sus bolsillos y así terminar con la superficialidad que muchos parecen abrazar.
Ahora bien, al señalar similitudes entre la política y el fútbol, hay que recurrir a las políticas públicas que señalan que es viable y recomendable tomar éxitos ajenos e incorporarlos al contexto propio y un caso de éxito que podríamos tomar como ejemplo es Uruguay, un país que no solo ha sido campeón del mundo, sino que siempre entrega buenos resultados en cada competición y exporta al mundo futbolistas de alto rendimiento. En Uruguay cuentan con una sólida estructura enfocada al fútbol infantil que da como resultado que los niños aprendan primero a perfilarse como futuras estrellas antes que a dividir y multiplicar.
No es casualidad que desde 1968 se creó la comisión nacional de baby fútbol que pone a competir a 4 de cada 10 varones de entre 6 y 13 años en campeonatos anuales. Es decir, se trata de una política de Estado que crea jugadores combativos. Por ahí debemos de empezar como parte de un proceso de renovación generacional enfocado a obtener resultados en el deporte más popular de nuestro país si realmente queremos obtener resultados diferentes.