Jorge Arturo Estrada García.
“El mejor argumento en contra de la democracia es
una conversación de cinco minutos con el votante medio.”
Winston Churchill.
“El elector goza del sagrado privilegio de votar
por un candidato que eligieron otros.”
Ambrose Gwinet Bierce.
El país demandaba cambios. La clase política prianista, se había desprestigiado al extremo. Su corrupción, era legendaria. La alternancia, se logró apenas hace 23 años acompañando a una democracia precaria. La llegada de López Obrador al Palacio Nacional parecía algo natural. Sin embargo, el gobierno de Andrés Manuel ya es un desastre, en muchos sentidos. Ya perdió el respaldo de los clasemedieros y muchas familias están agobiadas por la violencia y la carestía.
Pareciera, que a estas alturas del sexenio, ya quedó claro que México no necesita a Andrés Manuel, ni a lo que llama su Cuarta Transformación. El país atraviesa por turbulencias económicas, sociales y políticas; y el gobierno federal está lejos de obtener buenos resultados. Con rollos matutinos el presidente pretende hacer creer que vamos bien. De la posverdad, ya pasaron a la mentira descarada y al cinismo. El presidente, pierde adeptos y genera rechazo cada día.
La fuerza de AMLO ya radica en la base social que construye y sostiene con los miles de millones de pesos que entrega con sus programas de bienestar y en la incapacidad de sus opositores para generar liderazgos sólidos. Mientras el presidente construye el camino a su sucesor, los aliancistas navegan a la deriva en sus mediocridades. Y de la sociedad civil, solamente la impresionante erupción en las marchas de defensa del Instituto Nacional Electoral, lograron hacerse notar y meter miedo al morenismo.
Para sacar al obradorismo del poder, hace falta que los mexicanos se conviertan en ciudadanos que se empoderen. Que se enteren, que opinen y que se hagan escuchar políticamente. Debemos comprender que no basta hacerse presente ante las urnas el día de la elección, es indispensable hacer saber a la clase política que no se mandan solos y que no se equivoquen porque serían echados del poder. En 100 años de postrevolución no hemos aprendido mucho como ciudadanos políticamente activos, rehuimos hablar de esos temas, así nos enseñaron, así nos adiestraron. El candidato opositor del 2024 deberá ser impulsado por los ciudadanos y no escogido por las nefastas cúpulas partidistas.
Nos convirtieron en fatalistas. En una sociedad incapaz de modificar su propio destino. La clase política se comporta como una aristocracia en la cual se heredan y reparten los cargos entre grupos y familiares, y a nadie rinden cuentas ni de sus decisiones ni de sus pillerías. Son una partidocracia decadente, que daña a las familias con sus decisiones, por décadas. Nos mantienen agobiados luchando contra la pobreza y la violencia, sin poder sacar la cabeza.
En 2022, el gobierno de Morena acumuló 30 mil homicidios, los asesinatos durante la 4T superan los 130 mil y ya se proyecta para acumular más casos de feminicidio y homicidio doloso que los de Felipe Calderón y el de Enrique Peña Nieto. Ya se extendió la presencia del ejército en las calles, militarizando al país y debilitando a las policías civiles, casi irremediablemente.
Los abrazos no trajeron menos muertos. Solamente dejaron inermes a los ciudadanos de grandes territorios del país, quienes quedaron a merced de las balas delincuenciales, de sus hegemonías y extorsiones. Decenas de miles de mexicanos, han sido desplazados de sus lugares de origen, y la emigración se disparó, incluso, hacia los Estados Unidos. Somos ya un país de tumbas clandestinas y mucho dolor. Solamente el fatalismo del mexicano parece resistir tanto sufrimiento sin rebelarse. Casi todo lo interiorizamos como irremediable, inmutable.
Los principales proyectos del presidente resultaron caros, mal presupuestados y desordenados. Él necesita mucho dinero para terminarlos. Pareciera que se le salieron de las manos. Lo mismo sucede con los apoyos sociales. De esta forma, los otros programas y sus presupuestos fueron cancelados o mutilados. Incluso para las vacunas y la atención a la pandemia se regatearon los fondos y el discurso presidencial raya en el descaro y la mentira. Como resultado de esas acciones, nos convertimos en uno de los cuatro países del mundo con mayor número de muertos en ese rubro.
Así, durante este sexenio la esperanza de vida pasó de 75 años a 71 años, la vacunación infantil cayó del 78% de cobertura al 27. Las citas en el Seguro Social, las consultas, se redujeron a la mitad mientras que el gasto familiar, en salud, creció un 40 por ciento.
De esta forma, en los hogares, la molestia por la carestía ya se refleja en las encuestas y el 54 por ciento de los ciudadanos ve con pesimismo el desempeño de la economía nacional. Adicionalmente, la deuda pública en México se ha incrementado con AMLO. El monto, en 2018, era de 10 billones (millones de millones) de pesos, ahora al terminar 2022 será superior a los 13 billones de pesos, lo que significa un aumento del 30 por ciento.
Actualmente, ya quedó establecido que la popularidad del presidente no es histórica y que es similar a la de Felipe Calderón, Vicente Fox y Ernesto Zedillo. Sin embargo, su partido sigue ganando elecciones y gobernaturas ante la debilidad de los partidos opositores, de sus candidatos y las traiciones de los exgobernadores.
El PRI está secuestrado por Alejandro Moreno, luego de casi 20 derrotas en serie está al borde de la extinción. Moreno, se aferra a la dirigencia para poder negociar su libertad ante el presidente, para ejercer los cientos de millones de dinero que les entrega el INE y para gestionar las candidaturas tricolores del 2024, de todos los tamaños, lo que también significarían muchos millones de pesos. Los liderazgos de este partido, ni siquiera tienen fuerza para expulsarlo pese a estar apoyado por comités estatales y consejeros derrotados y desprestigiados en todas las entidades del país.
Coahuila y el estado de México son los últimos bastiones del partido al que López Obrador quiere convertir en su satélite. En el Edomex, las cosas parecen más complicadas para la alianza opositora PRI-PAN-PRD, Alejandra del Moral sigue rezagada en las encuestas ante la morenista, Delfina Gómez, por casi seis puntos. El gobernador Alfredo del Mazo y Alito Moreno parecen más interesados en entregar a la Joya de la Corona a Andrés Manuel que en ganar la elección. Es temporada de elecciones y traiciones.
En Coahuila, los dos bandos ya definieron candidatos. Manolo Jiménez Salinas va por el PRI, que marcha unido y organizado. En tanto, los guindas están inmersos en purgas internas, descabezados y sin apoyar plenamente a Armando Guadiana que ganó las encuestas internas para la selección del candidato. Ricardo Mejía y sus aliados no se resignan y agitan más las aguas todavía. Los estudios demoscópicos muestran un empate técnico entre morenistas y tricolores. Si manolo hace una campaña perfecta alcanzará la victoria, pero no debe equivocarse ni enviar mensajes poco acertados.
El voto anti-PRI está a flor de piel, hace seis años, ese fenómeno casi derrota a Miguel Riquelme, la diferencia fue de menos de tres puntos porcentuales y un litigio de meses en los tribunales electorales. Solamente la dispersión de los votos entre Guadiana, Javier Guerrero, Mary Thelma y Luis Horacio Salinas, quienes actuaron como esquiroles sin posibilidades reales de victoria, lograron impedir el triunfo al panista Guillermo Anaya. Ahora ya se habla de pactos en las alturas.
En suma, el 2023 será un año difícil para las familias mexicanas. Los problemas se acumulan, es un mal gobierno que no está interesado en mejorar sino en mantenerse en el poder. Sus programas sociales llevarán alivio y justicia social en algunos sectores víctimas del neoliberalismo salvaje, pero luego de cuatro años es más que evidente que la calidad de vida va en picada y la molestia en aumento.
AMLO, fracasó como gobernante, pero brilla como político en un país de mediocres y resignados. Ni siquiera arregló la corrupción. La colección de personajes que reclutó resultó peor que el Prian al que desplazaron. Pensamos que algo más nefasto que el tricolor no podría existir, pero nos equivocamos. El líder la justifica, protege a sus funcionarios y les otorga impunidad. Él mismo ha quedado como un recolector de Cash, durante casi 20 años de sus campañas, algo que ni siquiera intentó desmentir. Para él, eso no es delito ni corrupción, “son aportaciones al movimiento”. Aunque se trate de dinero público desviado por sus aliados para entregárselo en sobres y maletines.
Así, pasmados, azorados y desorganizados transitamos por este país de calamidades. Así, divididos y con millones de encabronados, presenciamos cómo el presidente consolida su proyecto de poder y está en campaña. Veremos, lo que viene será intenso e interesante.