ERMITAÑA

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Amaranta Madrigal.

El tenue aroma a lirios satura el alma
se unta como manteca con toda calma
derrite su presencia en las entrañas
llenando los vacíos de la ermitaña.
Mientras la verde vida se balancea
llenando las pupilas con su meneo
como niña de palo en un columpio
ondeando eternamente en inocencia.
Nadie sabe de ella, con nadie habla.
La cenobita habita en una cueva
oscura e iluminada, añeja y nueva
donde la muerte ronda cobrando vida
donde el amor no entra, pues no lo invitan
donde las esperanzas no son joviales
y todas las arrugas se han apropiado
de los sabores dulces artificiales
la soledad completa está gobernando
las latas inservibles de la alacena.
Pero Dios se mantiene en un rayito
aferrado en certeza a su existencia
alumbrando los soles de la eremita.