Rigoberto Losoya Reyes.
Desde que se fundó la Villa de Herrera surgieron personajes que fueron forjando el destino de nuestra ciudad fronteriza: Piedras Negras.
A estos hombres que tuvieron el valor de tomar la decisión de correr el riesgo por abrirse paso en un lugar inhóspito y cruel, donde se tenía que arriesgar la vida ante el acecho de los indios lipanes y que, a pesar de ello, decidieron quedarse en este lugar para forjarse un futuro.
El coronel Juan Manuel Maldonado, subinspector de las Colonias Militares de Oriente, quien asumió su responsabilidad de firmar con los fundadores del primer asentamiento poblacional el acta de fundación el 15 de junio de 1850, junto al primer alcalde electo Luciano de la Cerda, ambos junto a los primeros habitantes fueron trazando los primeros solares, el de la parroquia, el cuadro de armas y la primera casa consistorial.
El 26 de agosto del mismo año, otro gran personaje histórico, Santiago Vidaurri, siendo gobernador de Nuevo León y Coahuila, tomó la acertada decisión de definir el destino de Piedras Negras, al ordenar el traslado de la pequeña oficina de la aduana que se ubicaba en la vecina población de Guerrero a Piedras Negras, fue el momento que marco para siempre el progreso de esta pujante ciudad de Piedras Negras, porque ya así con este nombre era conocido este paraje, por encontrar casi en la superficie nuestra riqueza mineral: el carbón. De ahí proviene el nombre de nuestra ciudad; Piedras Negras.
Los primeros meses no fueron placenteros, por una parte, el fuerte contrabando que era difícil de abatir con las pocas fuerzas con las que contaba el coronel Juan Manuel Maldonado y por la otra el poco presupuesto para mantener la tropa, obligaba a pedir al “fiado” al primer comerciante extranjero que se estableció en este lugar y que inclusive fue firmante del acta de fundación, me refiero a Denis Meade, nació en Dublín, Irlanda y falleció en 1865 en Monterrey, Nuevo León a la edad de 61 años.
En agosto de 1850, el presidente de la república José Joaquín de Herrera autorizó al religioso Franciscano Fray Pablo Nava, el empleo de capellán de las colonias con residencia en la de Monclova Viejo, sin embargo, quedó muy alejada para los vecinos de las otras colonias, para efecto atender las necesidades espirituales. Sin embargo, su estadía en esta región fue muy breve, no logró adaptarse al clima de la región.
Don Luciano de la Cerda logró formar una gran amistad con Juan Manuel Maldonado, y durante el mes de julio de 1852, fue nombrado administrador de correos, para hacerse cargo de la correspondencia extranjera y de las colonias militares, por lo que, en este acto, oficialmente nació el servicio de correos en esta Colonia Militar. En 1853, la colonia militar se desintegró y por motivos políticos Juan Manuel Maldonado Ladrón de Guevara huyó a la ciudad de Saltillo, donde falleció posteriormente. En esta ciudad había adquirido algunos solares y tenía un cabaret.
Apenas habían transcurrido cinco años de la fundación, cuando en octubre de 1855, Piedras Negras sufrió una de las más injustas violaciones al derecho internacional al ser invadida, saqueada e incendiada por un grupo de filibusteros procedentes del vecino estado de Texas, el capitán James Hughes Callahan. Este grupo registró dos encuentros con el ejército mexicano que los repelió y al intentar huir rumbo a Eagle Pass, Texas, robaron e incendiaron algunos comercios.
El 23 de octubre de 1882, el presidente municipal, General Ignacio Morelos Zaragoza, con autorización del cabildo firmó un contrato con la compañía norteamericana «Ferrocarril Internacional Mexicano», para ceder a título gratuito los terrenos necesarios que ocuparía la nueva estación del ferrocarril, sus talleres, y almacenes. Esto significó un gran paso para atraer a una cantidad muy importante de comerciantes nacionales y extranjeros, entre ellos a los hermanos Trueba de origen español. El gerente general Lorenzo M. Johnson finalizó las gestiones para acreditar la propiedad y fomentó en la región la explotación minera del carbón.
A finales de 1888, un grupo de notables políticos y empresarios, incluyendo el gobernador del estado de Coahuila, José María Garza Galán, acudieron a la ciudad de México, para solicitar al presidente de la república, general don Porfirio Díaz Mori, su apoyo para elevar al rango de ciudad la Villa de Piedras Negras, en virtud de que aún no cumplía con los requisitos establecidos por la ley para dicha categoría. Dicha solicitud fue aceptada con agrado por el caudillo y héroe del 5 de mayo. El motivo de su aprobación, fue que nuestra población cambiara de nombre a “Ciudad Porfirio Díaz”, un detalle que agrado mucho al general y la comitiva regresó muy contenta y con muchos proyectos a cuestas.
El 30 de noviembre de 1888, mediante un decreto aprobado por el Congreso del Estado de Coahuila, la villa de Piedras Negras se elevó al rango de ciudad con su nuevo nombre: Ciudad Porfirio Díaz. Al año siguiente, inmediatamente se apreció el beneplácito del presidente autorizando el proyecto de construcción de la aduana fronteriza y los juzgados federales. Un edificio cuyo diseño francés estaba muy en boga en esos años en México.
Otro gran proyecto que vino a colocar a la ciudad de Piedras Negras en una de las principales de Coahuila, fue la introducción de tubería de cuatro pulgadas para garantizar el abasto de agua potable en la ciudad. El 30 de septiembre de 1890 se aprobó por parte del Senado de los Estados Unidos de Norteamérica, la interconexión entre la compañía Eagle Pass Water Supply Company y la Compañía Proveedora de Aguas de Ciudad Porfirio Díaz. Ambas empresas se conectaron a través de una tubería que cruzaba el Río Bravo. Al año siguiente, El 21 de julio de 1891, el alcalde Pedro Garza Ramos, informó que terminaron los trabajos de introducción de tubería en el primer cuadro de la ciudad.
La Ciudad de Porfirio Diaz llegó a registrar una intensa actividad comercial a finales del siglo XIX, en 1899, se destacaba la presencia de varios comerciantes extranjeros entre ellos, los españoles Domingo, Ricardo y Antonio Trueba, agentes Comerciales e importadores de Europa. José Goodman, con su establecimiento: “El Puerto De Liverpool” un gran cajón de ropa, que también operaba en Eagle Pass, Texas. S. Kranzthor, importador de mercería y ferretería. Don Rafael Múzquiz, un comerciante de vehículos americanos y otros giros, la Carrocería Francesa, que vendía herramienta, artículos de ferretería propiedad de un francés, Auguste F. Fretelliere.
En 1907 surge la gran figura del Doctor Lorenzo Cantú quien impulsó el mejoramiento de Piedras Negras y promovió la construcción del Teatro Acuña. Don Hilario delgado tenía establecida una compañía telefónica y don Fructuoso García se dedicaba a la agricultura.
En 1924, don Lucas Villarreal, originario de Nava, Coahuila funda la Casa Villarreal en las calles de Padre de las Casas y Mina, originando toda una dinastía de grandes comerciantes.
Durante la gestión administrativa del licenciado Cesar Augusto Valdés Hernández, presidente municipal durante el trienio 1943-1945, se caracterizó por promover una nueva “identidad urbana”. En esta gestión se auxilió de grandes personajes que tuvieron la visión de progreso de nuestra ciudad como lo fueron, Santiago E. Treviño Francisco N. García, Generoso Montemayor, Santiago E. Treviño, Ramón Purón, Isidro Viguera, Santiago Riddle y Proceso Barrera, todos ellos inversionistas en diferentes ramos que impulsaron fuentes de empleo y el desarrollo económico en la década de 1940. Don Santiago V. González, aparte de ser un gran empresario en varios giros comerciales, también se destacó como un gran filántropo que apoyó y contribuyó a la construcción de escuelas, la casa de la cultura y el auditorio. Piedras Negras le guarda un recuerdo muy especial a este gran hombre.
En la década de los sesenta, llegó a nuestra ciudad, Antonio J. Bermúdez, director del Programa Nacional Fronterizo y dio a conocer que, en Piedras Negras, se llevaría una serie de inversiones para cambiar la imagen urbana del centro que supuestamente provocaba una mala impresión en los turistas, por lo que lamentablemente, se autorizó la demolición de edificios históricos como la antigua presidencia municipal, el casino nacional, y algunas construcciones del siglo XIX.
Resulta ilógico pensar que el progreso de Piedras Negras ocurrió por si solo, es una gran verdad que sin el apoyo de esos personajes que tuvieron la confianza en nuestra gente honesta y de trabajo, nuestra ciudad salió adelante.