José C. Serrano Cuevas.
Jean Meyer nació en Niza, Francia en 1942. Ha ejercido la docencia y la investigación en el Colegio de México, en la Universidad de Perpignan, Francia y en el Colegio de Michoacán, entre otras instituciones. Es autor de más de 30 libros, entre los que destacan: La cristiada (1975), Historia de los cristianos en América Latina (1989), Yo, el francés (2002), El sinarquismo, el cardenismo y la iglesia (2003).
En palabras de Jean Meyer: «La cristiada es el nombre que la voz popular dio a la gran guerra que se desató entre el gobierno del presidente Calles y una buena parte de la cristiandad mexicana… La cristiada o la historia dramática y conmovedora de un pueblo que se siente agraviado en su fe y que, por tanto, desafía a un gobierno de hierro y a un ejército que lo aventaja en todos los terrenos menos en uno: el del sacrificio».
Meyer recuperó el origen, el fragor y las consecuencias de una guerra civil que entre 1926 y 1933 costó la vida de 250 mil personas, de las cuales 90 mil eran soldados de ambos bandos. En los campos de combate resonaba el grito de batalla: ¡Viva Cristo Rey!
En tiempos recientes, José Eduardo Verástegui Córdoba, nacido en Ciudad Mante, Tamaulipas, hace 49 años; con estudios en el Centro de Educación Artística (CEA) de Televisa, irrumpió en el escenario político con la pretensión de sumarse a la lista de 19 aspirantes a la candidatura presidencial de 2024, según lo han difundido en medios informativos.
Eduardo Verástegui, exactor de telenovelas se ha convertido en líder ultraconservador. Actualmente dirige una organización católica que lleva por nombre ¡Viva México! Se trata de una red extendida en, prácticamente, todo el país donde confluyen otras organizaciones como el Frente por la Familia, el Opus Dei, los Legionarios de Cristo, el Movimiento Pro-Vida y empresarios católicos con capacidad financiera.
Al grito de ¡Viva Cristo Rey y muera el socialismo!, Verástegui orquestó en noviembre de 2022 la reunión internacional de la Conferencia de Acción Política Conservadora, la cual cuenta con socios relevantes de otras partes del mundo.
En su discurso, Verástegui arremete con intenso furor en contra de la izquierda. «Han querido destruir nuestra esperanza y ahora quieren destruir nuestra fe», advierte el exactor. Como telón de fondo, atrás suyo, emerge la imagen de la Basílica de Guadalupe.
Verástegui no actúa solo y cuenta con una chequera grande para acrecentar su movimiento. Está convencido de que en México hay espacio para una fuerza electoral ultraconservadora, de corte católico, preferentemente blanca y de clase media; con gente que siente que durante el obradorismo ha sido humillada y despojada de su identidad.
El exactor tamaulipeco tiene experiencia como cineasta, junto con su equipo de trabajo han emprendido la realización de producciones cinematográficas, cuyo propósito es generar conciencia en el espectador sobre temas sociales y familiares, enfocada desde la perspectiva religiosa, católica, específicamente.
Eduardo Verástegui deja de lado los aportes de los estudiosos de las religiones, quienes afirman que las creencias, y con ello seguir una religión, sea cual sea, acorde con sus pensamientos siempre es algo personal y, por tanto, no debería ser un derecho colectivo y mucho menos de obligado cumplimiento pertenecer a una u otra religión.
Pero lo peor viene cuando, utilizando estas creencias personales la religión se utiliza para estigmatizar a unos u otros seres humanos o, más preocupante, cuando con ello se pretende provocar odio, crispación e incluso adoctrinamiento. La práctica religiosa es un derecho individual, abierto a la aconfesionalidad, es decir, no tener religión o creencia concreta.