Jesús M. Moreno Mejía
Nada gana, quien
Nada tiene…
Anónimo.
El 13 del presente mes colapsó el sistema del Banco del Bienestar, dejando en el desamparo económico a miles de adultos mayores, quienes desde muy temprana hora acudieron a retirar efectivo de su pensión en las instalaciones de esa institución.
El caso ocurrió en las más de 2,500 sucursales distribuidas por todo el país, donde inicialmente pudieron entregarse las cantidades solicitadas por los primeros adultos mayores que ahí acudieron, pero poco más tarde al ocurrir la falla en el sistema ya no pudo operarse la expedición de billetes en las ventanillas de esa institución, ni en los cajeros automáticos de la banca privada, como tampoco las compras en los centros comerciales donde se acepta la Tarjeta Bienestar.
Cintia Cuevas, coordinadora regional de Bienestar, informó ese día, que a los bancos les llega determinada cantidad de efectivo para cubrir las pensiones solicitadas por los adultos mayores y cuando se les termina el dinero tienen que esperar a que les llegue un nuevo suministro.
Sin embargo, el problema no sólo fue la falta del recurso necesario, sino el colapso del sistema bancario, pues en todos los cajeros automáticos hubo rechazo de la Tarjeta Bienestar, tal como personalmente lo vimos en el área destinada a los cajeros automáticos de un centro comercial de esta ciudad, donde personas de la tercera edad experimentaban el rechazo de su correspondiente tarjeta oficial.
A lo anterior agregamos que un minuto antes, quien esto escribe, le fue rechazado el pago de mercancía por no estar aceptando la mencionada tarjeta de débito.
El periódico “El Sol de La Laguna” dio cuenta en su edición del viernes 14 de este mes, que el colapso en el Banco del Bienestar fue generalizado: “En al menos 22 ciudades del país…” Así comienza la nota fechada en la CDMX, resaltando que la espera de cientos de adultos mayores duró varias horas bajo el intenso sol, cuya temperatura alcanzó hasta 40 °C en algunos lugares, como fue el caso en Torreón, Coahuila.
En dicho reportaje se da cuenta de algunas sucursales capitalinas, entre ellas la ubicada en calles Antonio Caso e Ignacio Ramírez, de la colonia Tabacalera, donde se entrevistó a una persona cuyo nombre se identificó como José, quien afirmó que cada bimestre ocurre lo mismo (largas filas de espera), “pero ahora sí que fue peor”.
Otro caso significativo fue el de una señora que cada vez que acude al Banco del Bienestar siempre tiene que esperar turno, “pero en esta ocasión la espera fue mayor, pues los cajeros dejan de funcionar en ocasiones.”
Se hace referencia a situaciones similares ocurridas en Culiacán, Sin., Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; Juárez, Chih., Torreón, Zacatecas, Tampico, Puebla, Celaya, Tulancingo, Cuernavaca y Hermosillo.
Los encargados en las sucursales se justifican con que hay fallas en el sistema o en los bancos privados y por ello las largas esperas, y corroboran las opiniones que les han dado algunos usuarios, al negarles sacar dinero en cajeros de la banca privada.
Por otra parte, existen personas que han pedido una explicación por teléfono, pero ahí sólo les piden que deben checar su saldo en la App de Bienestar, donde aparece la cantidad de la que disponen; sin embargo, al momento de pagar lo que consumen les aseguran que no tiene fondos.
“Total (cuestionan algunos adultos mayores), ya no sabemos a quienes acudir para poder tener la pensión a la que se nos asegura tenemos derecho por disposición constitucional, pues solo se vuelve palabrería, tal como ocurre con todos los políticos”, nos comentó un adulto mayor que pidió omitir su nombre.
La situación se ha vuelto un caos por las fallas en el sistema del Banco del Bienestar, al cambiar el depósito de la pensión en las cuentas bancarias de los beneficiarios o bien mediante la entrega de cantidades en efectivo.
El hecho es que cientos (y tal vez miles) de personas mayores que insisten en acudir a las sucursales del Banco del Bienestar a retirar su pensión, tienen que soportar las inclemencias del terrible sol en largas filas, donde ya se reportaron personas desmayadas.
La pregunta obligada es: ¿Hasta cuándo seguirá esta problemática?
¡Hasta la próxima!