Jorge Arturo Estrada García.
Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia.
Theodore Roosevelt.
La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo.
Montesquieu.
El presidente avanza implacable. Va aplastando lo que se le opone. Intenta vencer a la realidad, doblarla. Mantiene una narrativa poderosa para un público cautivo amplio, convenenciero, pero fiel. Domina territorios y recursos como nunca antes. Otra vez competirá por la presidencia, pero él ya no será el candidato. No le preocupa fracturar al país, tampoco romper la democracia. Simplemente, no quiere que le arrebaten el poder.
De esta forma, la tormenta política de grandes proporciones se va generando. Los elementos van acumulándose, el presidente parece estar dispuesto a desatarla si se necesita. Por lo pronto, la alimenta cotidianamente. Estamos ante algo nunca visto, en tiempos recientes. Un presidente furioso señalando, acusando públicamente, cotidianamente, a los ciudadanos que lo critican, mediante cadenas nacionales y de medios oficiales. Pareciera que pretende acabar con los opositores de todos los sectores, incluidos candidatos.
Vamos rumbo a una gran tormenta política. El futuro del país estará en juego. Todos seremos puestos a prueba, tanto las instituciones como los ciudadanos que las construimos durante décadas. El presidente no parece dispuesto a cumplir la serie de leyes y resoluciones electorales que le impiden hacer proselitismo para sus candidatos. Él va con todo. Si los resultados resultan cerrados, hay quien dice que no los reconocería fácilmente.
El poder del presidente mexicano es enorme, AMLO ya lo probó, lo usa, lo disfruta y no lo quiere soltar. Por eso arremete con todo, lo que tiene a mano, a quien percibe como una amenaza. Incluso, si se trata de gente de su mismo partido. Tanto Ricardo Monreal como Marcelo Ebrard han sentido la mano dura del tabasqueño. Ambos bajaron el tono de sus desafíos.
De esta forma, el mandatario fustiga sistemáticamente a los medios de comunicación y a los opinadores, busca desprestigiarlos y neutralizarlos. La realidad ya lo alcanzó luego de cinco años de gobierno. La suya ha sido una gestión con limitados aciertos y enormes fracasos. La historia de este sexenio de la Cuarta Transformación estará erigida sobre las tumbas de 800 mil muertos en la pandemia mal atendida, los 160 mil homicidios de la delincuencia que ocupa tres cuartas partes del territorio nacional impunemente. De los 40 mil desaparecidos. De los fallecidos por la escasez de medicinas y recursos en los centros de salud públicos. Es una tragedia enorme.
Deteriorado el magnetismo del Andrés Manuel del 2018, e identificados los obstáculos, el reto de AMLO es transformar a sus beneficiarios en acarreables. Al mismo tiempo, que sus gobernadores y sus Servidores de la Nación se conviertan en diestros operadores políticos, al estilo viejo PRI, ahora que dominan 23 entidades federativas. Las instrucciones ya están dadas.
Por lo pronto, los escenarios se alteraron. El presidente y sus corcholatas deben compartir reflectores. Los resultados electorales del 2021 y 2023, sumados a la irrupción de Xóchitl Gálvez a la escena política de primer nivel, han puesto furioso al presidente. Reacciona con ataques personales a la senadora hidalguense, sus gatilleros en redes y medios, le disputan que si es indígena, que si era pobre, que si vendía gelatinas y finalmente, la acusan de ser una multimillonaria corrupta. Que hizo sus millones con contratos con el gobierno. Las denuncias ya están interpuestas, pero el fenómeno crece cada día.
Las cartas están echadas. Xóchitl le rompe la narrativa a AMLO, con su historia de vida. Claudia Sheinbaum tomaba clases de ballet mientras Gálvez vendía gelatinas en un pueblito. Entonces, les urge meter a Gálvez en el grupo de élites malas contra el pueblo bueno.
Así, la tormenta política de grandes proporciones se va generando. Los elementos van acumulándose, el presidente parece estar dispuesto a desatarla si se necesita. En este sentido, es importante tomar nota que la elección del 2024 será el proceso electoral más grande que se realice en la historia de nuestro país. Por supuesto, el plato principal será que, a nivel federal, se renovará la Presidencia de la República, 128 senadurías y 500 diputaciones federales. En tanto, a nivel local, en ocho entidades federativas se disputarán las gubernaturas: Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán.
También, habrá elecciones en la CDMX para elegir a la jefatura de gobierno. El mismo día, se disputarán las diputaciones de los congresos locales en 31 de las 32 entidades federativas y en 25 estados se renovarán ayuntamientos y las alcaldías en la Ciudad de México.
El ánimo de los ciudadanos, no ideologizados, dependerá de lo bien o mal que le esté yendo a su familia y a sus oportunidades de progreso. De esta forma, aunque se presuma al Super Peso, que debe su fortaleza a factores macroeconómicos, muchos indicadores muestran que los mexicanos la pasamos mal en muchos rubros. Es más, algunos consideran que los cinco años de AMLO han sido un retroceso en la calidad de vida, lo que podría afectar en forma importante, el estado de ánimo del electorado para el super domingo de junio del 2024. El presidente ya anuncia aumentos a 3 mil pesos mensuales a las Becas del Bienestar para adultos mayores.
Sin embargo, hay temas que destacan como el número de personas, que no tienen acceso a servicios de salud, que pasó de 20 millones a 50.3 millones, del 2018 al 2022, con la destrucción del Seguro Popular y el fracaso del Insabi. En lo laboral, actualmente, en el país, cinco de cada 10 trabajadores tienen remuneraciones laborales equivalentes a un salario mínimo o menos. Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi. Solamente, menos del uno por ciento de los trabajadores gana más de cinco salarios mínimos al mes.
Durante el primer semestre de este año, el mercado laboral sumó a 726,884 empleados a la población ocupada, sin embargo, este relevante tema se concentró exclusivamente en la economía informal lo que significa un deterioro en la calidad del trabajo. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en ese lapso se crearon 741,592 plazas informales y se perdieron 14,708 trabajos en el sector formal. La tasa de informalidad es de 55.5 por ciento. Vamos para atrás.
El propio INEGI manifiesta que hay un crecimiento, del ingreso corriente de las familias a lo largo de esta administración, de un 4.6 por ciento, respecto al nivel que se registraba en el 2018. Lo cual, contrasta con la inflación de más del 6 por ciento anual y el alza en alimentos que supera el 10 por ciento. Aunque, es cierto, que los programas sociales han ayudado a este ingreso familiar indudablemente.
A nivel nacional, los hogares beneficiarios de programas sociales ascendieron al 34 por ciento, estimó el Instituto de Estudios sobre Desigualdad (Indesig). En 2016, el 68 por ciento de los hogares más pobres eran beneficiarios de programas sociales. En 2022 sólo 49 por ciento lo eran, una caída de casi 20 por ciento. Por el contrario, entre 2018 y 2022 se triplicó el porcentaje de beneficiarios entre los hogares más ricos: pasó de 6 a 20 por ciento, agregó el Indesig en el reporte.
Entonces, la movilización electoral será el arma más poderosa de Morena en el 2024. El Partido Revolucionario Institucional ha perdido la capacidad para hacerla. Solamente en Coahuila, Durango, parte del Edomex, y algunos municipios, tendrá capacidad para hacerlo. Por eso, la necesidad de la alianza de contar con un personaje atractivo como candidato presidencial, que jale votos. Un personaje disruptivo que se convierta en un fenómeno político, como en su tiempo fue Vicente Fox.
Ese hecho, generaría una nueva dinámica política en el 2024. Será complicado para López Obrador, y para cualquier candidato oficialista, enfrentar a una candidata con posibilidades reales de ganar. De ahí la intención de hundir a Xóchitl desde ahora, antes de que vaya a ser imposible detenerla, en unos cuantos meses.
Por lo pronto, López Obrador está inquieto, molesto, sabe que sus corcholatas no son competitivas sin maquinaria electoral, ya que carecen de carisma. Tiene que decidirse por la que más le conviene en lo personal para intentar trascender, que sería con la doctora Sheinbaum; o de plano aceptar pactar con Marcelo Ebrard. Al parecer, eso dependerá de la fortaleza que alcance la Alianza opositora. La cargada dentro de su partido ya tomó nota del mensaje inicial, es Claudia. Pero Marcelo pelea palmo a palmo: Según el tracking de Consulta Mitofsky, que publica el Economista, diariamente, van 31 para Claudia y 24 para Ebrard.
Sin embargo, con las anticipaciones en las campañas fake de los aspirantes, se está generando un riesgo de que se vayan a configurar las condiciones que impliquen aplicar sanciones para los partidos políticos, como serían las restricciones al registro de algún candidato o en un caso extremo, se determine la anulación del proceso electoral.
El resultado del 2024, puede tener graves consecuencias para la estabilidad política del país. La actual autoridad electoral carece de fuerza, es timorata y está dividida, y difícilmente actuará seriamente contra López Obrador.
Las instituciones serán puestas a prueba. Los ciudadanos también. A López Obrador nunca le ha gustado reconocer sus derrotas. La lucha será contra AMLO, aunque sea su corcholata quien va en la boleta. El reto principal será generar confianza en los resultados y confiar en un gobernante que respete estos resultados. Se avizora inestabilidad. Así vamos. Las cosas están interesantes. Veremos.