Jesús M. Moreno Mejía.
Es mucho más fácil perder
algo que renunciarlo.
George Lyttelton.
Se insiste mucho en la actualidad hablar de la Inteligencia Artificial (AI por sus siglas en inglés), si bien ya existe su aplicación inicial en nuestro mundo moderno, pero aún no de manera oficial ni generalizada.
Surge entonces la pregunta: ¿Se estará preparando al género humano para que seamos controlados por un grupo élite, ya sea del sector privado o gubernamental, con aplicación a una inmensa mayoría de habitantes?
Todavía en la segunda mitad del siglo pasado, habíamos personas que nos interesaba obtener información fuera del común de la gente, para una correcta aplicación no sólo individual sino de grupo social o familiar y para ello ocurríamos a bibliotecas o a instituciones de educación superior.
Pero actualmente ya no se considera necesario tener conocimientos por esos medios, a fin de elevar nuestro nivel cultural e intelectual, pues basta utilizar los servicios de “Mr. Google”, olvidándonos de las ricas enciclopedias que ya han sido “vaciadas” al Internet, para conocer tales o cuales detalles que antes encontrábamos en los libros.
Ah! …y todo lo damos como verdadero lo que aparezca en Internet, pues creemos que todo lo que se “sube” es “como si fuera la Biblia”, sin enterarnos de las mentiras que existen en el ciber-espacio, calificadas con los anglicismos, “Fack News” (Noticias Falsas) y los “Bots” (abreviatura de robot), que consisten en programas informáticos que realizan tareas automáticas con propósitos de toda índole, pero regularmente maliciosos.
Volvamos a la Inteligencia Artificial (IA), cuya definición más aceptada, “Es la habilidad de una máquina que presenta las mismas capacidades que tienen los seres humanos, tales como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de planear.”
Dado lo anterior, la IA permite que los sistemas tecnológicos perciban su entorno, se relacionen con él, resuelvan problemas y actúen con un fin específico; disminuyendo los márgenes de error; optimizar procesos, etc.
De hecho, ya se usa en asistentes de voz, traductores automáticos, sistemas de recomendaciones, reconocimiento facial, vehículos autónomos y otros servicios que se ofrecen en casi todas las naciones del primer mundo, permeando en países satélites.
Y desde luego, implican algunos riesgos, especialmente en lo relativo a filtrar datos personales; vigilancia y manipulación de ciertos sectores, que pueden ejercer los aparatos gubernamentales y organizaciones privadas, con fines muy particulares de quien los operen, a través de cámaras eco o bien mediante filtros burbuja (divulgación de opiniones manejables a favor de quienes ejecutan los programas maliciosos, como ya ocurre con los “bots” perversos).
Es por ello que podemos asegurar que los primeros pasos ya se han dado para la instauración de un Nuevo Orden Mundial, pues basta con ver a infinidad de personas sometidas a toda hora a sus celulares, a quienes les han robado su cerebro con juegos (especialmente a los niños) y todo tipo de atractivos programas para adultos, así como la oportunidad de establecer conversaciones virtuales con otras personas, que la más de las veces ni conocen y a nada efectivo logran, pero que dan la apariencia de mantener una interesante relación inter personal o de grupo.
La gente de otras épocas (no necesariamente la que la gente de edad vivimos, sino de generaciones de siglos atrás), se relacionaban con otras en las que presencialmente sabían quiénes eran y qué deseaban de ellas, por ejemplo, en la antigua Grecia los interesados en el desarrollo social acudían al Ágora; los romanos iban al Senado, los aztecas a las reuniones públicas, mientras que en tiempos más actuales, se acudía a los foros previamente convocados, pero que hoy en día ya son escasos.
A nivel mundial (estamos hablando del común de los seres humanos) vemos a todo tipo de personas con su celular en la vía pública, en su trabajo y en su hogar, interesados en las aplicaciones de su gusto personal, pero sin prestar atención a lo que ocurra en su entorno, así implique un peligro.
Y debemos reconocer que dichos artilugios electrónicos son útiles en nuestra vida, pero no al grado de esclavizarnos a ellos, y sobre todo dejando que influyan en nuestro razonamiento, en nuestras decisiones personales y criterios, pues corremos el riesgo de mutarnos en seres descerebrados.
Dejamos a criterio de nuestros lectores el decidir si aceptamos que otros, incluyendo una máquina o robot, sea quienes decidan lo que ellos desean que somos: Seres manipulables a través del pretendido AI.
¡Hasta la próxima!