El que, estando enfadado, impone un castigo, no corrige, sino que se venga.
Michel de Montaigne.
Cualquier poder, si no se basa en la unión, es débil.
Jean de La Fontaine.
Jorge Arturo Estrada.
Al presidente le falta grandeza política. A los coahuilenses, nos tomó por sorpresa la actitud sectaria, de Andrés Manuel, quien se ha dedicado a gobernar con el uniforme de Morena debajo de su traje, y de sus guayaberas tabasqueñas. Han sido casi cinco años de marginar severamente, y castigar económicamente, a un gobierno priista que percibe rebelde. De esta forma, López Obrador, con sus decisiones contaminadas de política partidista, dañó la calidad de vida de tres millones de habitantes, y la competitividad de todas las regiones de Coahuila. Estuvo lejos de ser un patriarca para esta entidad, resultó un padrastro díscolo y rencoroso.
En consecuencia, esta tercera transición democrática, ha sido tóxica para Coahuila. Una entidad, cada vez más afectada, en autosuficiencia financiera, por el peso de una Megadeuda, que limita la implementación de proyectos propios; sobre todo, los de infraestructura para el desarrollo. Así, las obras estratégicas importantes se volvieron casi inaccesibles. Manolo Jiménez, el nuevo gobernador de la entidad, deberá aprender de sus antecesores; de sus errores y aciertos. Principalmente, de los de los últimos 5 sexenios que son los que marcaron el destino actual de la entidad. El arranque de su sexenio será en plena contienda electoral y con un presidente obsesionado en ganar en el 2024.
A lo largo del siglo XX, cuando la revolución se volvió partido hegemónico, los presidentes establecieron un mecanismo de control político y social. Con él, se evitaban agitaciones y la molesta e imprevisible democracia. Es así, que desde que el Partido Revolucionario Institucional y sus antepasados existieron, el dedazo del primer mandatario se convirtió en el gran elector para designar a todos los gobernadores del país y a su sucesor en la presidencia. Las elecciones eran simuladas, el PRI-gobierno las organizaba y llenaba las urnas, ni credenciales de elector había.
Así surgió una leyenda que establece que, en Coahuila, tenemos padre un año y padrastro los otros cinco del sexenio estatal. Esto se da porque, al gobernador lo elegía el presidente que estaba por terminar y frecuentemente el nuevo inquilino de Los Pinos era adversario político del mandatario coahuilense. Así ese primer año la entidad recibía obras, programas y recursos, generosamente otorgados por el gobierno federal. Pero, los otros cinco, se le regateaban los presupuestos, se montaban problemas políticos y sociales y no había nada de “afectos” y sí mucha frialdad e incluso persecuciones. Se dieron muchos casos de eso en 70 años de priismo.
Sabemos, que el presidente no se guarda nada, su “pecho no es bodega”, ha reiterado. Así, repartió elogios hacia el expresidente Enrique Peña Nieto, y el exgobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, por dejarle el camino libre de obstáculos para que Morena obtuviera el triunfo en el 2018 y el 2023, respectivamente. Al parecer, lo hicieron a cambio de impunidad. Así, este par de mexiquenses, terminaron de destruir los cimientos de lo que fue el poderoso Partido Revolucionario Institucional. Así es como le gusta, a AMLO, doblegar a sus adversarios: convertirlos en traidores.
Esta tercera transición democrática, del país, encontró a Coahuila en pleno proceso de recomposición política. En el 2018, luego de una agitada y cerradísima elección, el Tribunal Electoral, luego de meses de litigio, le dio el triunfo a Miguel Riquelme sobre Guillermo Anaya en el 2017 y permeaba la irritación social.
En aquel momento, el estado estaba dividido en lo político, entre el PRI y el PAN. Estaba, polarizado y harto del tricolor. Sin embargo, los coahuilenses continuaban, moderadamente confiados, por el bienestar y desarrollo sostenido que, durante décadas, se había ido consolidando, en cada una de sus regiones. Con altibajos, por supuesto; y, a diversos ritmos. Pero, con alternancias en los gobiernos municipales.
Evidentemente, los últimos cinco sexenios estatales son los que marcaron el destino actual de la entidad. Estos períodos tuvieron gobiernos estatales priistas, en medio de la democratización del país, a veces en pugnas con la federación y con saldos buenos y malos.
En un repaso, a grandes rasgos, destacan los aciertos de Rogelio Montemayor, para construir la competitividad estatal y regional actual, que insertó a Coahuila, con sólidas ventajas, en el Tratado del libre Comercio, que arrancó en 1994. Con sus acciones estratégicas, RMS, colocó a la entidad en la ruta del desarrollo dinámico sostenido. Más adelante, se equivocó en lo político y fue perseguido por el gobierno federal panista, de Vicente Fox, y estuvo preso en Estados Unidos, tras fugarse del país.
Luego, Enrique Martínez y Martínez, llegó al Palacio Rosa, mantuvo el desarrollo estratégico exportador y fortaleció los clústeres de cada región, al mismo tiempo, elevó el Índice de Desarrollo Humano de los coahuilenses a los primeros lugares del país. Usó los cientos de millones de pesos procedentes de los excedentes petroleros, que la federación repartía a las entidades, para dejar la deuda pública de Coahuila en ceros. No tuvo roces de relevancia con Vicente Fox.
En contraste, Humberto Moreira, llegó a gobernador de Coahuila dispuesto a influir en la política nacional, y rápidamente, sostuvo sendos pleitos con los presidentes panistas, Vicente Fox y Felipe Calderón. Su gobierno recibió el mejor presupuesto de la historia moderna de la entidad. Pese a los desencuentros, con Humberto, los “padrastros”, no afectaron el desarrollo económico y social. Sin embargo, el desorden financiero marcó su sexenio y la historia de Coahuila.
Así, se contrataron deudas públicas en serie, varias de ellas ilegales, que se convirtieron en la legendaria mega deuda. Ésta, ya es tan pesada, que, en la actualidad, lastra el potencial de desarrollo de la entidad. Por cierto, los dos encargados de las finanzas, en ese sexenio, pisaron las cárceles estadounidenses, y fueron despojados de millones de dólares mal habidos. Actualmente, ambos exsecretarios de Finanzas, están libres por los convenios que hicieron con las autoridades texanas.
Rápidamente, Humberto Moreira se convirtió en una figura política nacional, llegó a dirigente nacional del tricolor y apoyó con recursos el ascenso de Enrique Peña Nieto. Al estallar el escándalo de la Megadeuda, a nivel nacional, ya en campaña, Peña Nieto decidió despedir a Humberto de la dirigencia nacional del PRI y de su campaña. Su ascendente carrera política se cortó de tajo.
En su período sexenal, a Rubén Moreira le tocó renegociar la deuda con los bancos y enfrentar a la delincuencia que azotó con fuerza al estado. Finalmente, logró hacer de Coahuila, de nueva cuenta, una entidad segura, pero ya se frenó el impulso a los proyectos estratégicos de obra pública regionales, no había amplios recursos propios disponibles. Sin embargo, la inercia de inversión extranjera y de empleos de calidad se mantuvo. Actualmente, él se ha consolidado como uno de los más importantes personajes de lo que queda del PRI. Indudablemente ha sido un factor relevante en la conformación de las alianzas estatales y federales que se oponen, legislativa y electoralmente, al poderío de Morena. En el 2021, esa alianza, le arrancó la mayoría calificada a los guindas en la cámara de diputados.
De esta forma, a Miguel Riquelme le tocó la época más complicada, en los últimos 100 años, para el país, en general y para Coahuila, en lo particular. Una grave pandemia arrasó al mundo, una crisis financiera global se fue desarrollando y López Obrador se convirtió en un presidente poco interesado en los problemas de Coahuila, por decirlo de alguna forma.
Andrés Manuel, de plano no se ha llevado bien con el gobernador Miguel Riquelme. El inquilino de Palacio Rosa enfrentó con responsabilidad y éxito al Covid; en contraste, con la estrategia que el tabasqueño escogió para enfrentarla, en México hubo cientos de miles de muertes. Eso marcó las percepciones, de ambos mandatarios, en el imaginario de los coahuilenses, por lo menos en un inicio.
Asimismo, Riquelme conformó un bloque de gobernadores, “Constitucionalistas”, que intentó oponerse a las medidas presidenciales, en temas de salud, de seguridad, de reparto de participaciones federales y de regateos de apoyos en obra pública. También, en intentar frenar los ataques que, desde Palacio Nacional, se mandaban a los mandatarios estatales que no eran afines a Morena. A los que no aceptaban, someterse al estilo de gobierno del tabasqueño.
Ese bloque, desapareció al extinguirse los sexenios de los integrantes. Dos, de sus tres principales, protagonistas han sido acusados por el gobierno federal y por sus sucesores estatales. El Bronco, Jaime Rodríguez, mandatario neolonés independiente, fue encarcelado. Por su parte, Francisco García Cabeza de Vaca, fue desaforado, pero se mantuvo gobernando. Aunque, en la actualidad, el panista tamaulipeco, se defiende legalmente y con intensidad, desde el extranjero, para no pisar la cárcel.
El caso de Miguel Riquelme es especial, se mantuvo sólido. El lagunero tuvo un inicio difícil, ya que llegó cuestionado por los resultados electorales. Inició en los últimos lugares de aprobación y ahora termina entre los primeros. Mantuvo la seguridad pública en Coahuila con firmeza, en medio de un vendaval de homicidios a nivel nacional; lo mismo, la atracción de inversión privada productiva siguió progresando; y, sostuvo, a la salud pública estatal funcionando, pese a los recortes nacionales, como algunos de sus principales aciertos. En lo político, encabezó a un frente opositor que derrotó a la arrolladora maquinaría electoral de AMLO y Morena en las elecciones de Coahuila del 2023.
Así, a diferencia con los estados morenistas, López Obrador se comportó como un Padrastro Político con las problemáticas de Coahuila. Incluso con sus decisiones, evidentemente personales, respecto a Alonso Ancira, no le importó el daño que causó a la Región Centro, con la quiebra de Altos Hornos y la pérdida del núcleo de ese importante Polo de Desarrollo y los perjuicios causados a los empleos y la calidad de vida de cientos de miles de familias desde Monclova hasta Piedras Negras.
En La Laguna, avanza lento el proyecto de agua saludable para esa región, que incluso comprende a parte de Durango, el otro estado gobernado por la oposición prianistaprd. En tanto, en la Región Sureste, las autopistas federales que la conectan con Texas, Monterrey, El Bajío, la ciudad de México y Zacatecas, se volvieron obsoletas. El dinamismo del clúster automotriz se acelera, pero se ha ido perdiendo competitividad, ante otros estados, por quedar estrangulada por vías de comunicación poco competitivas. Además, los enormes problemas de vialidad de Saltillo y la escasez de agua complican las prospectivas.
En estos escenarios tan politizados y enconados, en medio de la mayor disputa presidencial de la historia de México, Manolo Jiménez Salinas, llega a gobernar Coahuila. El joven mandatario necesitará, además de eficiencia y entusiasmo, desarrollar rápidamente talento para lidiar con el soberbio y poderoso tabasqueño, empeñado en imponer a su sucesor y destruir a quienes se le opongan en sus objetivos.
Lo mismo, será en el caso de que Claudia Sheinbaum, tan dogmática y tan obradorista, se convierta en presidenta. Ella, ya señaló, que serán limitados los apoyos federales a Coahuila. Seguramente, no deseará apoyar a Manolo para que desarrolle potencial y se convierta en figura nacional y en un posible contrapeso. Los nuevoleonenses, Samuel y Colosio, ya se han mostrado muy dóciles con el morenismo; el gobernador, García, trae la cola casi tan larga como la lengua. Jiménez será el único tricolor que sobrevive como mandatario estatal. Villegas, el de Durango está listo para desertar y ponerse el chalequito guinda.
Manolo representa a un cambio generacional. A su llegada al Palacio Rosa, el tiempo correrá en su contra, ya que llega en medio de la batalla electoral más agresiva, competida y fragorosa del país. Ya es una competencia enmarcada por un gobierno federal que acumula cientos de miles de homicidios, un sistema de salud destruido y encabezado por un presidente avasallador en lo electoral. Coahuila es una isla, pero, tal vez ya no es tan sólida.
Para el 2024 hay 20 mil Servidores de la Nación, debidamente organizados, para formar las estructuras electorales y los acarreos morenistas por todo el país. El congreso y los ayuntamientos de Coahuila, también estarán en disputa. Es tema serio, se trata de la gobernabilidad. Los clasemedieros, eligieron a Manolo para conservar un modelo de desarrollo económico y social exitoso: Uno, que conjunte la tierra de oportunidades, con el sentido humano y la fortaleza. Pero, para eso, deberá primero ganar localmente y no equivocarse, no perder el piso, ni perder la confianza ciudadana. Ni más ni menos. Veremos, las cosas se ponen interesantes.