Samuel Cepeda Tovar.
Los lamentables y fatídicos sucesos ocurridos en Israel no son más que la continuación de un conflicto cuyo final no parece llegar nunca. Es la respuesta esperada de ideologías oprimidas en un contexto religioso mal entendido por hombres que buscan beneficios particulares.
Hamás, cuya facción gobernó durante un tiempo a Palestina hasta que los Estados Unidos determinaron crear a la Autoridad Nacional Palestina en 2007 y cuya autoridad y legitimidad ha cuestionado constantemente Hamás desde hace ya varios años, ha sido el culpable de perpetrar la operación que culminó con la masacre que aún no termina en la frontera Israelí, y cuya esencia radica en la lucha por tierra santa que tanto palestinos como israelíes se han disputado desde la creación del Estado de Israel luego de la segunda guerra mundial.
50 años después del inicio de la guerra del Yom Kipur que marcarían el inicio de hostilidades contra Israel por parte de sus vecinos árabes, y en el que los israelíes saldrían triunfantes y con nuevas fronteras, se presenta el actual suceso no como una mera casualidad, sino como parte de un operativo planeado con meses de antelación que barrieron con las defensas israelíes y envían una clara señal a grupos antagonistas a Israel como Hezbolá y la fuerza Quds de Irán, para unir fuerzas contra el Estado judío ante la posibilidad de una alianza con los países árabes circundantes lo cual incrementaría el área de influencia israelí en detrimento de estos grupos terroristas y su principal financiador, Irán.
Desde luego que las víctimas inocentes no solo son las personas que fueron ultimadas en el ataque del fin de semana pasado, las cuales el gobierno Israelí estima en 1200, sino que la respuesta de Israel sobre Palestina en bombardeos a la Franja de Gaza ha dejado ya más de mil muertos la gran mayoría civiles seguramente inocentes.
Aunque se trata de un mismo estado Palestino, Cisjordania y Gaza son gobernador por autoridades diferentes, y las personas de Gaza que lamentablemente son gobernadas por Hamás sufren hoy las consecuencias de un pleito con marcados tintes políticos e ideológicos, que ya han provocado el desplazamiento de un cuarto de millón de personas que nuevamente huyen por salvar sus vidas.
La historia tiende a repetirse, pero claramente el origen es el mismo: la disputa por la tierra, y aunque por ley Israel tiene prohibido seguir construyendo asentamientos en territorio palestino, el desdén a este ordenamiento por parte del Estado Judío concede a palestinos la excusa perfecta, para seguir luchando de manera violenta por alcanzar sus objetivos de emancipación y expulsión de judíos de tierra santa.
Difícilmente veremos paz luego de este ataque y su respectiva represalia que hoy tienen a aquella región en una tensión que augura solo muerte y destrucción sin que la solución al problema haga acto de presencia. Ni Israelíes ni palestinos cederán, ni sus aliados respectivos dejarán de intentar expandir sus influencias en oriente medio por lo que esta pequeña réplica del Yom Kipur será solo una de muchas más que veremos en detrimento, como siempre, de personas inocentes que solo ansían paz en esta región tan turbulenta e intoxicada por la religión y la política.