Rigoberto Losoya Reyes.
El 20 de noviembre de 1910, Francisco I. Madero pretendió iniciar la revolución en esta importante localidad que se llamaba anteriormente “Ciudad Porfirio Díaz”, con el propósito de asestar un duro golpe político y psicológico al régimen porfirista. Madero ya se imaginaba un titular de ocho columnas en los principales diarios del país con la siguiente leyenda: “Cayó Porfirio Díaz”. Por otra parte, no podemos olvidar que esta ciudad tenía a su favor una ubicación geográfica muy favorable para las intenciones del plan revolucionario al contar con un transporte como el ferrocarril, la facilidad de importar víveres, armas y municiones procedentes de los Estados Unidos del Norte. El Plan de San Luis era el documento en el que se fundamentaba la revolución maderista y se contaba con el apoyo de algunos políticos de prestigio como don Venustiano Carranza, entre otros. Previamente, don Catarino Benavides hizo el compromiso de organizarle una fuerza armada de 300 hombres bien armados y montados procedentes de Guerrero, Coahuila y con otra fuerza similar supuestamente integrada por los mecánicos y obreros del Ferrocarril que se habían comprometido con Eduardo Bustamante porque les había estado apoyando económicamente con dinero entregado por Madero.
Antes del 20 de noviembre de 1910, el señor Madero se había establecido en la ciudad de San Antonio, Texas, para organizar el movimiento armado y enviar correspondencia a sus correligionarios, misma que hacía llegar a través de personas de su confianza para evitar ser descubierta la conspiración. Para darnos una idea, podemos resaltar un fragmento de una carta que fue enviada al propio don Venustiano Carranza con fecha 17 de octubre de 1910 que cita:
«Con Trejo, le mandé instrucciones respecto a la grandísima importancia de que se procure tomar Monclova cuanto antes. Yo creo que pueden levantarse el sábado por la noche (19 de noviembre) cortando antes las comunicaciones con esa ciudad (Cd. Porfirio Díaz) y ustedes levantarse el domingo muy temprano, a fin de marchar ese día sobre Monclova que probablemente podrán tomar por sorpresa. De allí destacarán fuerzas de caballería rumbo al Sur para cuidarlo por ese lado y con las fuerzas que puedan organizar marcharán en ferrocarril rumbo al norte hasta encontrarse con las fuerzas nuestras y tomar Ciudad Porfirio Díaz, a fin de tener toda esa línea en nuestro poder, después seguiremos la marcha al sur…. Probablemente yo me uniré con Ud. en alguno de los puntos que tienen que tocar, pues yo pienso operar precisamente por el norte, aunque no quiero que lo sepa absolutamente nadie, porque si llega a oídos del gobierno redoblarán las guarniciones por esos rumbos…”
El 19 de noviembre, Madero partió a la cabeza de un pequeño grupo al río Bravo, procedente de un rancho muy cercano a Eagle Pass, Texas. Lo acompañaban su hermano Raúl, el periodista Paulino Martínez, los hermanos Rubén y Octavio Morales, Arturo Lazo de la Vega, Julio Peña, Francisco Flores, el licenciado Roque González Garza, el militar Rafael Aguilar Olmos y José Díaz. El plan era situarse a las ocho de la mañana en las márgenes del Río Bravo, en el lugar conocido como “Las Islas” con el objeto de reunirse con el contingente de hombres que debería de haber reclutado Catarino Benavides, más las fuerzas revolucionarias reclutadas en ciudad Porfirio Díaz por el jefe del Partido Antirreeleccionista, Eduardo Bustamante y Erasmo Anguiano. Sin embargo, ninguno de los dos contingentes llegó a la cita, originando así un rotundo fracaso y gran decepción.
Los detalles de estos hechos fueron narrados posteriormente por uno de sus actores y testigo: Rafael Aguilar Olmos, en su libro “Madero sin máscara” y de donde podemos extraer algunos fragmentos:
“El señor Madero se vio obligado a permanecer en territorio americano, no habiendo podido efectuar su entrada, porque de trescientos hombres que se le habían prometido en Coahuila, sólo acudieron a la cita diez, de los cuales cuatro o cinco iban armados con carabina, los demás con pistola y todos con una escasa dotación de cartuchos…” se refiere a don Catarino Benavides que sí llegó, pero sin los hombres comprometidos. De Bustamante se dieron cuenta que fue un traidor.
Benavides no era un líder, y no contaba con arraigo para convencer a los campesinos y rancheros. La pequeña población de Guerrero era porfirista y ajena a los problemas políticos. Sin embargo, Catarino llegó a la cita dispuesto a todo para apoyar a Madero.
El Capitán Aguilar Olmos continúa su relato afirmando… “Yo debía encargarme de las operaciones militares. Llevaba mis órdenes a los señores oficiales Arturo Lazo de la Vega, Onésimo Espinosa y Francisco Flores. Las personas encargadas de hacer la propaganda revolucionaria a quienes debíamos dirigirnos tenían bastante tiempo de estar radicadas en los Estados Unidos y como consecuencia natural, conocían o debían conocer las dificultades de trabajo en territorio americano”.
Bustamante había confirmado la participación de 300 maestranceros (ferrocarrileros) que estaban dispuestos, y tanto que habían estado recibiendo dinero para su sostenimiento (aportado por la familia Madero), pero ese día señaló que no podían salir de sus casas, sino una vez que entrara la primera fuerza a la ciudad, ellos harían fuego desde sus respectivas casas. Ante este fracaso y decepcionado de Benavides y Bustamante, Madero decidió regresarse a San Antonio, Texas. Este fracaso en la frontera no fue determinante, porque sí estalló la revolución en otros estados de la república. Al año siguiente, un grupo de políticos encabezado por Andrés Garza Galán-Riche convocó a los notables de Ciudad Porfirio Díaz, y se reunieron en el Casino Nacional para organizar y armar una fuerza de voluntarios para apoyar al ejército mexicano en caso de que los revolucionarios llegaran a esta plaza. Al triunfar la revolución, el señor Madero quiso iniciar su viaje triunfal a la ciudad de México partiendo de la ciudad de Porfirio Díaz, donde sufrió su más grande decepción al intentar iniciar su movimiento revolucionario.